La patata de Prades, un tubérculo de siempre con calidad reconocida
19 de marzo de 2012
Ya en el año 1920, en el libro ‘Notas Estadísticas e Históricas de la Villa de Prades’, José Ruy Fernández dice acerca de este municipio tarraconense: “Su riqueza principal es la patata, la de mayor calidad, y por consiguiente la más apreciada que se recolecta no sólo en el territorio catalán, sino en toda nuestra península española, pues tiene de además de ser toda ella un tubérculo de excelente producción, en cuanto a comestible, es de un sabor exquisito y cualidades harinosas, lo que hace que en todos los mercados se venda a mayor precio que todas sus similares”. Sin embargo, ésta no es la única referencia literaria acerca de la popular patata de Prades. Algunas se remontan a finales del Siglo XIX. Es el caso de la obra ‘Provincia de Tarragona. Geografía General de Catalunya’, de Emili Morera Llauradó, quien también hace referencia a este tubérculo autóctono de Prades y el único, junto a la patata de Galicia, con I.G.P. del país.
La recolección, a la antigua usanza, aumenta las cualidades organolépticas de la patata
La patata de Prades, de la variedad Kennebec, debe buena parte de sus características físicas y organolépticas a una serie de factores medioambientales y agronómicos que se dan en Prades, conocido también como la ‘vila vermella’ (villa roja), por la piedra arenosa de color rojizo de sus edificios. Situados a una altura de 1.000 metros, los campos presentan condiciones climáticas muy propicias para este cultivo: temperaturas relativamente bajas, que alargan el ciclo vegetativo de la planta y reducen la aparición de plagas; humedad atmosférica; suelos fértiles, de carácter silíceo y textura arenosa, que facilitan la buena oxigenación y desarrollo del tubérculo sin malformaciones y la calidad de las aguas, libres de nitratos. Pero esto no es todo y la labor de la veintena de productores adscritos a la I.G.P. tiene mucho que ver para que la patata de Prades se reconozca como tal. Durante el mes de abril se inicia el proceso de siembra de los tubérculos seleccionados, en terrenos abonados de forma equilibrada. La patata no se recolecta hasta principios de septiembre, aproximadamente 15 días después de la muerte natural de la planta, para así conservar sus cualidades y también la capacidad natural de conservación. La recolección es manual, a la antigua usanza, lo que incrementa la resistencia a choques así como la capacidad de conservación de este tubérculo en almacenes acondicionados para tal fin.
Con semejantes cuidados, no es de extrañar que cada temporada se comercialicen una media de 300.000 kilos de esta patata “de carne blanquinosa, textura consistente, gusto dulce y persistente y ligero olor a castaña”, tal y como la describen desde la Cooperativa Agrícola de Prades, fundada durante la década de los años 60. Tres décadas después, en el año 1991, se crearía la Denominació Comarcal dels Productes Alimentaris de la Comarca del Baix Camp, en la provincia de Tarragona (Cataluña), y que comprendería, entre otros, a la Patata de Prades. Sin embargo, el reconocimiento final no le llegaría hasta el año 2001, cuando se le concedió la Indicación Geográfica Protegida. Ello daría pie a la fundación del Consejo Regulador de la I.G.P. Patata de Prades que vela por el cumplimiento del Reglamento, la promoción del producto y el control de la calidad de este tubérculo, fuertemente arraigado a la cultura gastronómica local.
En efecto, y desde el año 1990, los lugareños se visten con sus mejores galas para celebrar la Festa de la Patata (la Fiesta de la Patata), que suele coincidir con el domingo siguiente al 11 de septiembre, Diada Nacional de Catalunya. Una celebración, que simboliza el inicio de la campaña de recolección, y durante la que se puede degustar y adquirir esta sabrosa patata cuya producción se agota en solo cinco meses.