Autoconsumo: el futuro ya está aquí
La aprobación de un decreto sobre autoconsumo con balance neto es fundamental porque abrirá la posibilidad —hasta hoy no regulada en nuestro país pero sí en otros muchos— de entregar a la red la energía sobrante que produzca tu instalación en determinadas horas y recuperarla de la red cuando la necesites. Obviamente las reglas del juego que se marquen, los peajes que habrá de pagar esa electricidad, los límites a la potencia de esas instalaciones, los periodos de ejecución de ese intercambio y otros condicionamientos podrán acelerar o frenar este proceso que va a cambiar, en cualquier caso, la realidad de nuestros sistema energético.
En efecto el autoconsumo es uno de los ejes fundamentales del cambio de modelo energético que propugna la Fundación Renovables, cambio de modelo que está en marcha, cambio de modelo obligado por la necesidad de responder a los grandes retos de la sociedad actual como la lucha contra el cambio climático o el acceso a la energía para cientos de millones de personas en todo el mundo, hoy excluidas de los servicios que nos presta la misma.
Hay otros ámbitos importantes en esta labor como pueden ser la descarbonización del transporte, la aplicación de las directivas de eficiencia energética o la rehabilitación energética de edificios, pero el desarrollo del autoconsumo aúna los elementos esenciales de ese cambio de modelo energético tanto por revalorizar los criterios de ahorro y eficiencia, que sin duda estarán presentes en la mente de los titulares de las instalaciones al hacer un significativo esfuerzo en la inversión inicial, como por el hecho de situar al ciudadano en el centro del sistema energético. El autoconsumo instantáneo o con balance neto es una brecha importante en el monolítico sistema eléctrico actual y va a posibilitar una auténtica revolución en el mundo de la energía.
Democratización de la Energía
En la Fundación Renovables tenemos un proyecto central en nuestra actividad y proyección futura que denominamos ‘Democratización de la Energía’, que trata de dibujar cómo el consumidor actual se convertirá en “productor, gestor y usuario de la energía”. Consumidor y usuario no son sinónimos; el primero de los términos conlleva una pasividad que puede llegar a la sumisión o a la cautividad –que define la situación actual–, mientras que entendemos que el usuario va a hacer un uso mucho más inteligente de los recursos, más racional y más sostenible.
El cambio de modelo energético que propugna la Fundación quiere situar al ciudadano en el centro del sistema energético, es decir invertir la pirámide actual en la que el ciudadano, la demanda, está aplastado por la oferta que controlan las grandes corporaciones.
No cabe duda de que la energía es un factor esencial de nuestra sociedad, uno de los más imprescindibles pero también es uno de los que más consecuencias tiene en todos los ámbitos: medioambientales, estratégicos, sociales y económicos. El autoconsumo, al convertir al ciudadano en productor y, por tanto, en administrador de una inversión y de unos costes, va a contribuir a cambiar radicalmente nuestra relación con la energía valorizando al máximo los criterios de ahorro y eficiencia frente al despilfarro actual. Por eso el autoconsumo, en el que las pequeñas y medianas empresas pueden ser los principales actores, es decisivo en el cambio de cultura de la energía.
Lo decimos siempre: el cambio de modelo energético no es la sustitución de unas tecnologías por otras, debe ser mucho más que eso, tiene que ser un cambio cultural, un cambio de costumbres, un cambio de modelos de negocio. Lamentablemente algunos no lo entienden así y tratan de obstaculizarlo cuando lo que tendrían que estar haciendo es adaptarse al mismo y buscar líneas de negocio en el nuevo escenario, que en ningún caso pasarán ya por controlar a lo que hoy es un 'consumidor cautivo'.
El desencadenante esencial para hacer realidad el autoconsumo es la espectacular caída del coste de la tecnología fotovoltaica, descenso para el que todavía hay margen y que será impulsado por un desarrollo masivo para instalaciones pequeñas, aunque no será tan espectacular como el de los últimos años. Es previsible, sin embargo, que cuando esta implantación vaya adquiriendo magnitudes importantes –lo que será mucho más rápido de lo que algunos consideran– habrá nuevas exigencias técnicas para la tecnología fotovoltaica de la misma forma que las hubo, por ejemplo, para que la eólica se adaptara a la red. Cuando la autogeneración suponga un elemento significativo del mix habrá sin duda nuevas exigencias para las instalaciones de los ciudadanos.
Es necesario recordar que esta evolución de la fotovoltaica era negada hace apenas cuatro años por quienes afirmaban que ésta no tenía ningún futuro porque había llegado a su límite de evolución tecnológica y de reducción de costes, los mismos que negaban que la eólica pudiera llegar a ser un pilar esencial de nuestro sistema eléctrico o que hoy consideran un disparate hablar de un futuro cien por cien renovable en 2050.