Crónica del V Encuentro de Innovación y Tecnología en el marco de Alimentaria 2010
20 de abril de 2010
“Lo importante en la innovación es su planteamiento sostenido, sistemático, estratégico como parte de la gestión de la compañía. La innovación ha sido siempre un buen negocio y también en épocas de crisis”. Así ve, desde su posición de secretario general de Innovación del MICINN (Ministerio de Ciencia e Innovación) y presidente del CDTI, el concepto de innovación aplicado, en este caso, al sector de alimentación y bebidas. Juan Tomas Hernani fue el responsable de inaugurar el V Encuentro de Innovación y Tecnología, el pasado 22 de marzo y coincidiendo con la apertura de Alimentaria 2010. El secretario general de Innovación del MICNN inició su intervención aportando cuatro pinceladas sobre la relevancia del sector de alimentación y bebidas: casi medio millón de puestos de trabajo directos; sostiene el agro con el 70% del consumo de la producción del campo; mueve alrededor de 66 billones de dólares en cuanto a mercado interior; posee una industria que ostenta más o menos una cuota internacional del 20%; supone el 14% del total de la industria nacional y, finalmente, presenta una balanza de pagos “ligeramente positiva”. En opinión de Hernani, el sector, uno de los que “aguanta muy bien” la competitividad, representa una gran oportunidad de desarrollo económico para el país, en base a tres ejes: salud y nutrición; sostenimiento del medio rural –el 2,5% del PIB, aunque supone de las columnas esenciales que soportan la actividad económica del país–; y, por último, todo lo relativo a ecología y medio ambiente. “Yo creo que la innovación tiene mucho que aportar a este sector. Me recordaba el secretario general de Fiab que el número de empresas que invierten en innovación se ha multiplicado pasando de superar el centenar en el año 2001 a más de mil en la actualidad. Un crecimiento de casi un por 1000%”, argumentó. Según Hernani, es necesario plantear una nueva política de innovación bajo un nuevo enfoque: “Hay que romper la linealidad de planteamientos anteriores que básicamente han sido transferir y transferir el conocimiento generado en las universidades y en los centros de investigación públicos y privados a las empresas. Esto es vital, pero insuficiente. Para ‘reventar’ nuestra economía de innovación, hemos de hacer énfasis desde el mercado, como centro de gravedad de la estrategia estatal de innovación. En este sentido se trazan un conjunto de actividades a desarrollar para cubrir un área cada vez mayor y creciente”. En palabras del presidente del CDTI, existen cinco ejes de actuación sobre los que se debe trabajar de forma simultánea: las finanzas, los mercados, la internacionalización, el territorio y las personas.
El sector de alimentación y bebidas está sometido a unas normas particulares de mercado que, en primer lugar, tienen que ver con el estilo de vida. Un estilo de vida que, en opinión de Hernani, evoluciona de forma muy rápida: “Esto ha hecho crecer algunas categorías como el 'petfood' a ratios importantes comparados con años atrás, las comidas étnicas, los platos preparados, la problemática de las raciones individuales donde han desaparecido los packs familiares de hace 30 años, por ejemplo”. En concreto, el presidente del CDTI recordó, basándose en declaraciones realizadas por Aecoc, que solo el 5% de los productos nuevos en alimentación y bebidas, acabarían triunfando y cuestionaba que de estos, un pequeño porcentaje serían realmente nuevos lanzamientos, el resto constituirían reetiquetados o reintentos de artículos renovados. Un sector al que el CDTI ha destinado 1.059 millones de euros desde el año 2000. “Esta cifra se ha movilizado con un 54% de ayuda pública, a la que hay que añadir otros 166 millones para proyectos Cenit, los de mayor tamaño en investigación industrial. A lo largo de la historia del programa, se han llevado a cabo siete proyectos Cenit, a los que se suman también otros 54 millones, que solo en el año 2009 se invirtieron en 73 proyectos, desde la Dirección General de Transferencia y Tecnología. “Queremos que el año 2010 siga siendo bueno, y por eso mantenemos la intensidad de trabajo. La innovación siempre es un buen negocio, también en época de crisis. Se pueden hacer tareas que en momentos de más holgura no hay suficiente motivación para ejecutarlas”.
El consumidor español, ¿se preocupa más o menos por la salud a la hora de comprar?
Con la ponencia titulada ‘El mercado de alimentos funcionales en un escenario de crisis’, Javier Morán, director de Food Consulting & Associates, participó en el V Encuentro de Innovación y Tecnología. En opinión de Morán, desde hace unos seis años, la industria alimentaria se mueve en base a tres factores: salud, placer y conveniencia. De estos tres conductores se pasa a las clásicas cuatro plataformas de salud y bienestar: la de la bondad inherente (orgánico, natural, por ejemplo), ‘best for you’ mejor para ti, plataforma de las alergias e intolerancias; y la última, la que hace referencia a los alimentos funcionales. Una de las primeras observaciones de Morán aludió a la preocupación por la salud en la mente del consumidor español. Y en este sentido, apuntó algunas pistas, tras los resultados facilitados por la consultora Gallup, en España con el nombre de Investiga. “Desde el año 2008, observamos que la percepción de salud se reduce en la actitud de compra de los consumidores españoles. Es decir, esta categoría pasa a ser menos valorada que la de precio. En situaciones de crisis lo que prima por encima de todo, basándonos en más de 18.000 encuestas, no es tanto la salud, considerada algo a largo plazo, sino en solucionar el ‘día a día’. Y esto se consigue con una mayor percepción del precio”. Además, el director de Food Consulting & Associates hizo referencia a una investigación europea que trataba de averiguar si el consumidor europeo confía en las declaraciones (claims, en inglés) nutricionales o de propiedades saludables. La encuesta, realizada por Nutrition Business en octubre del año 2009 llegaba a la conclusión que menos del 40% de los encuestados creía en las declaraciones de propiedades saludables. “Cuando la gente confía en una declaración incluida en el etiquetado, lo hace mayoritariamente en aquellas de tipo nutricional, que son las que conoce. Solo un 20% de los consumidores europeos, más o menos los mismos que en España, confía en declaraciones de salud. Por lo tanto, hay que orientar de otra manera el tema de las declaraciones”, matizó.
Igualmente, y basándose en un estudio de Nielsen de enero del año en curso, Morán apuntó que ya desde el año 2005, la mayor preocupación de la ciudadanía es la economía y la falta de trabajo, mientras disminuía la preocupación por la salud. Como revulsivo, la industria empezó a lanzar nuevos productos posicionados sobre todo en el precio y menos en sus beneficios sobre la salud, conservando los dos ejes fundamentales que son la conveniencia y el placer. En cuanto al mercado de los alimentos funcionales, estos experimentan una caída en las ventas desde el año 2007. Los productos que se lanzan como ‘enriquecidos’ mantienen más o menos el mismo porcentaje: “Son conceptos más fáciles de asimilar y, además, muchos de estos alimentos se dirigen al consumidor infantil que mantiene su valor a pesar de la crisis”. Asimismo, el mercado mundial de productos con omega 3 también ha registrado una caída en ventas, desde hace tres años, según New Nutrition Business. “En periodos de crisis, el consumidor no quiere productos con beneficios a largo plazo, sino que actúen ya. Si pagan más por un alimento determinado, piden que su funcionalidad sea inmediata, algo que también sucede en España”. En concreto, de la comparación entre alimentos con omega 3 y productos funcionales con fibra, el mercado de estos últimos soporta mejor la coyuntura económica actual. “La fibra tiene un efecto más inmediato, mientras que la promesa de los omega 3 funciona a largo plazo”, justificó. A modo de ‘receta’, Morán indicó una serie de aportaciones adaptadas a un contexto en el que, en su opinión, “no se venden productos, ni alimentos, sino conceptos”: mejorar los perfiles nutricionales; no competir con la distribución, sino diferenciarse en materia de conceptos; echar un vistazo al mercado internacional, por ejemplo, las fórmulas deslactosadas o los productos étnicos en América Latina; utilizar reclamos potentes aunque sean genéricos y reformular los productos –si tenemos un ingrediente con un ‘claim’ no aprobado, utilizarlo en combinación con otro que sí lo tenga–. De igual modo, Morán aconsejó no segmentar demasiado (en época de crisis las mujeres no compran productos para ellas), seguir aprendiendo del mercado y del target, situarse en los mercados que venden y no entrar en segmentos medicalizados ni en categorías imposibles (hipertensión arterial o pollo con omega 3), máxime si el ‘claim’ no está sustanciado. Los ‘claims’ con efectos sobre el tránsito digestivo siguen vendiendo mucho mientras que si el efecto esperado tarda en notarse, mejor no lanzarlo. Asimismo apuntó que no es tiempo de vender promesas de belleza y que se debe regresar a los productos tradicionales con propiedades funcionales. Y prepararse para la innovación. “Lo más importante, es posicionar adecuadamente el producto entre lo natural, lo modificado, la salud y el placer. Y dentro de ese cuadrante de modificaciones y de salud, situarlo en esa zona de la izquierda que pueda tener algo añadido o no, pero que es favorecedora en la promoción de la salud”.
La era de la regulación
En el marco del V Encuentro de Innovación y Tecnología en Alimentaria 2010, también se abordaron los criterios sobre los que se basan organismos como la FDA (Food and Drug Administration, en Estados Unidos) y la EFSA (European Food Safety Authority, en Europa) a la hora de aprobar o no, declaraciones de seguridad en los productos alimentarios. “En Estados Unidos, hay que tener cuidado con la simbología que se utiliza cuando una declaración no está aprobada en el cartón o el envase. Por ejemplo, el hecho que una marca de cereales dibuje un corazón en el envase para que el consumidor piense que es un producto cardiosaludable. Y no solo en la apariencia física del alimento. La FDA revisará tu página web, para saber qué se dice y a quién se cita”, argumentó José María Ordovás, catedrático de nutrición y genética de la Universidad de Tufts (Boston). “Cualquier afirmación tiene que estar aprobada –insistió– porque sino la FDA califica tu producto como medicina y se debe legislar de otra manera. Se puede hablar acerca de la reducción de riesgo para la salud, pero no se puede decir nada en términos de diagnóstico, por ejemplo con palabras como ‘curar’, ‘disminuir’ o ‘tratamiento de la enfermedad”.
José María Ordovás, catedrático de nutrición y genética de la Universidad de Tufts, Boston (Estados Unidos).
Cuando se presenta el dossier sobre el producto ante la FDA, se añaden una serie de estudios que evalúan la relación entre la sustancia que sea el nutriente y la enfermedad. “Se efectúan una gran cantidad de estudios in vitro y también en animales, pero la FDA se basa para aprobar esos ‘claims’ en los resultados sobre seres humanos: empezando por los estudios randomizados como si fuera un estudio clínico de fármacos. Son sin duda, a los que se les da más validez. Después, se pasa a las pruebas observacionales, cohortes prospectivas y retrospectivas. Luego, se evalúa la calidad y cómo se han llevado a cabo estos estudios. Y finalmente, se valorará si hay acuerdo o no con respecto a esa declaración de salud que se está persiguiendo”. Respecto a los alimentos funcionales, la FDA no incluye una definición para este tipo de nutrientes, por lo que no se pueden regular. Así, se incluyen en el mismo paquete que el resto de alimentos. Lo mismo sucede en el caso de los suplementos, al no existir una regulación específica. Ordovás finalizó su intervención con una reflexión: “Probablemente, en el futuro todas las declaraciones de salud serán cualificadas de acuerdo con la investigación nutrigenómica que se este llevando a cabo de manera individualizada. Es decir, en función de a quién le va bien un alimento y a quién no le sienta tan bien ese mismo nutriente”.
Por su parte, Andreu Palou, catedrático de bioquímica y biología molecular de la Universidad de las Islas Baleares, se ciñó a los criterios de evaluación/elegibilidad por la EFSA(European Food Safety Authority). “El mercado de alimentos funcionales sigue creciendo a un ritmo superior al del mercado de alimentación tradicional”, destacó al inicio de su ponencia. En España el mercado de los alimentos funcionales aumenta por encima del 15% anual, y su valor de mercado supera los 3.000 millones de euros, según Alimarket. A nivel de regulación, el Reglamento (CE) No 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo delimita las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables o los efectos (Health Claims), en los alimentos, en Europa. Los tres aspectos clave de la regulación son: en primer lugar, se debe buscar la evidencia científica, fase en desarrollo; en segundo lugar, solo podrán llevar claims los alimentos con el perfil nutricional apropiado, en este caso en ‘stand-by’ y, en tercer lugar, protección o propiedad individual de las investigaciones. “Lo esencial de las declaraciones de salud es que estén substanciadas científicamente. Hay que demostrar la relación causa-efecto, en base a estudios de intervención en humanos, por ejemplo. Y que ese efecto sea beneficioso”. En todo el continente, se han presentado un total de 4.185 solicitudes presentadas. Tras valorar las primeras 939, basadas en evidencias generalmente aceptadas, solo un 30% han sido favorables, en cuanto a declaraciones basadas en funciones de vitaminas y minerales.
En cuanto al futuro, Palou recomienda un incremento en I+D: “Uno de los cuellos de botella fundamentales es la falta de biomarcadores, de parámetros que se pueden medir y reproducir, como el colesterol o la presión sanguínea. Esto limita la realización de estudios que permitan acreditar los claims. Sin embargo, hay que tener en cuenta también la variabilidad genética: no todos los individuos somos iguales, ni respondemos de la misma manera a la alimentación, incluso podemos reaccionar de manera contraria”. Retos que Palou se propone conseguir a través del proyecto ‘Bioclaims’ que él mismo dirige, y cuya finalización se prevé para el año 2014. “Queremos hallar bases para el desarrollo de nuevos biomarcadores que tengan en cuenta estos nuevos conocimientos, teniendo en cuenta que dentro de cinco años se reajustará la regulación actual”. Como palabras clave destacó: biomarcadores, nutrigenómica, declaraciones de salud y robustez de los sistemas homeostáticos, enfocado después para descubrir biomarcadores con efectos antioxidantes y antiinflamatorios.