¿Cuánto podría ahorrar una cadena de supermercados en la factura de la luz con insectocutores LED?
Por Ignacio Santamarta, director de Innovación de EZSA Sanidad Ambiental
03/09/2021Dentro de un tiempo, no solo recordaremos 2021 como el año el que el virus de la COVID-19 siguió alterando nuestra forma de relacionarnos, también es el año en el que el precio de la luz ha alcanzado las cotas más altas de la historia. Por ejemplo, el pasado 10 de agosto la cotización de la electricidad en el mercado mayorista alcanzó los 111,88 euros por megavatio/hora. Son cifras de escándalo que van camino de triplicar la cotización del año pasado. Cifras que se ven espoleadas por el encarecimiento del gas natural y de los derechos de emisión de CO2.
Esta tendencia alcista se ha trasladado rápidamente a las economías domésticas. Ya es un signo de nuestro tiempo tener que hacer cálculos y malabarismos para poner la lavadora y el lavavajillas en las franjas horarias que pasan más desapercibidas para las temidas facturas de la luz.
¿Pero qué ocurre con las cadenas de supermercados? La iluminación, el mobiliario de frío, los sistemas antihurto, el aire acondicionado, los dispositivos para el control de plagas... Todo este equipamiento comercial imprescindible para la experiencia del consumidor y la calidad del servicio acarrea un consumo energético constante y, actualmente, más caro que nunca. Cuando trabajamos con márgenes tan reducidos como los de los supermercados, donde la competencia es férrea, ahorrar en la factura de la luz puede devenir un factor diferencial en la cuenta de resultados. Por eso, la sostenibilidad y la eficiencia energética se han situado en los primeros puestos del orden de prioridades de los retailers.
Una de las tecnologías que más ha evolucionado en este sentido es la de los insectocutores. Estos dispositivos de control de insectos voladores se componen, en esencia, de una fuente de luz inocua para los humanos, pero atractiva para moscas, mosquitos y polillas, y de una lámina adhesiva impregnada de feromonas que los atrapa sin fragmentarlos, algo que resulta irrenunciable para la industria alimentaria. Más allá de capturar insectos, algunos modelos de este dispositivo pueden convertirse en una valiosa fuente de información en tiempo real sobre la posible presencia de plagas que permitirá al minorista anticiparse y tomar acciones preventivas.
Lógicamente, los insectocutores tienen que estar encendidos las 24 horas del día, porque los insectos no entienden de turnos de trabajo ni de horarios de apertura. Su radio de acción es de unos 100 m2. Por tanto, la mayoría de los establecimientos necesitan instalar entre cinco y siete equipos, concretamente en las zonas en las que el alimento está expuesto, como las áreas de carnicería, pescadería, charcutería o frutería.
La luz responsable de crear el efecto llamada para los insectos suele generarse con una, dos o cuatro bombillas. Pueden ser tubos ultravioletas, lámparas de bajo consumo o luces LED. Estas últimas son la opción más eficiente: pueden suponer un ahorro energético de más del 75%. En épocas como la actual, con el precio del kilovatio por hora por las nubes, sus beneficios se hacen más notorios que nunca.
Lo veremos mejor con un ejemplo. Pongamos que un supermercado instala cinco equipos de dos bombillas cada uno. Teniendo en cuenta que el precio medio del kilovatio/hora en 2021 es de 0,1879 €, si el minorista eligiera modelos de tubo ultravioleta, el consumo energético anual de los insectocutores sería de 428 euros. En el caso de las bombillas de bajo consumo, el consumo sería de 329 euros. Con las luces LED, la cifra descendería hasta los 84 euros. Por tanto, la mejora respecto al modelo menos eficiente es de un 80%. Si esta ventaja la trasladamos a una cadena de supermercados con cientos de establecimientos, el ahorro en costes energéticos puede ser de miles de euros.
En conclusión, el aumento del precio de la luz ha generado la necesidad acuciante de optimizar la eficiencia energética en el equipamiento de los supermercados. La incorporación de insectocutores con luz LED genera hoy un margen de ahorro más elevado que nunca, al tiempo que garantiza la seguridad alimentaria y una experiencia de compra satisfactoria para el consumidor final.