Entrevista a Joan Caball, coordinador nacional de Unió de Pagesos
Comencemos hablando de los tratados de la UE con países terceros. ¿Hasta qué punto pueden afectar los acuerdos con Mercosur o el tratado con Marruecos a nuestra agricultura?
Todos los tratados que acaben favoreciendo unos intereses frente a nuestras propias producciones internas nos acaban naturalmente perjudicando. Lo que es realmente hipócrita es que las legislaciones de la UE nos exijan una serie de requisitos en beneficio de los ciudadanos, y que esos mismos requisitos no se apliquen a los productos importados de terceros países. Además en muchas ocasiones los tratados agrícolas acaban siendo moneda de cambio de otros sectores, y lo único que pedimos es que se nos trate de forma igualitaria, y que una vez firmados los acuerdos se respeten los requisitos y que haya una vigilancia para que los cupos no se excedan y para que los productos cumplan con las exigencias sanitarias requeridas por la UE.
En estos últimas semanas se ha hablado de compensaciones económicas para los agricultores europeos en virtud de estos acuerdos. ¿Esa es la vía correcta?
Uno de los grandes horizontes de la agricultura española es la PAC después del 2013. ¿Qué perspectivas hay para un sector en crisis permanente y que es posible que pierda una parte de las ayudas comunitarias que recibe?
Los 56.000 millones de euros que se manejan como presupuesto del sector agrícola para toda la UE, o lo que es lo mismo el 0,42% del PIB, es muy posible que se mantenga, otra cosa es que cambien los sistemas y el tipo de beneficiario. El presupuesto es totalmente defendible por tratarse de la única política de la UE que es realmente común. Cuando otros sectores, como puede ser el energético, tengan también una política europea común, entonces que dispongan también de un presupuesto y veremos entonces el lugar que le acaba pertocando a la agricultura. En realidad la agricultura europea le cuesta a cada ciudadano un café por semana. No sé si es mucho o poco, pero creo que es un precio muy económico si esto significa tener garantizada la producción de alimentación a unos niveles de seguridad y sanidad óptimas, como son las que se exigen en la UE.
La entrada del nuevo comisario europeo del ramo, Dacian Ciolos, ha abierto nuevas perspectivas en el sector. ¿Cómo valora las conclusiones obtenidas por la CE después de los últimos meses de discusión sobre el porvenir de la PAC?
Es de justicia reconocer que con la entrada de este nuevo comisario comienza a haber aires diferentes, opuestos a las propuestas neoliberales de sus antecesores. El ministro de Agricultura francés considera, y espero que también lo haga la nueva ministra española, que la agricultura debe recuperar su rol preponderante como productor de alimentos para el conjunto de los ciudadanos. Después se pueden hablar de muchos temas más, desde el cuidado del medio ambiente a la ordenación del territorio, pero lo primordial es ese cuidado de la agricultura. Las declaraciones del nuevo comisario son mucho más realistas, dejando claro que la política agraria debe dar respuesta a la realidad de los agricultores y a la prioridad de abastecer a más de 500 millones de personas. Veremos si eso acaba siendo profundamente beneficioso para la agricultura española, pero los dos grandes de Europa, Francia y Alemania, ya han comentado que la política agraria debe ser equitativa, pero no igualitaria, y eso significa que España debería poder mantener su lugar como tercer país en receptor de ayudas.
¿La innovación tecnológica que permita una mayor productividad de nuestros campos sigue siendo nuestro gran handicap?
En casi todas las recetas que se han dado desde el Estado y desde la mayoría de las CCAA para salir de la crisis estaba la investigación, la innovación y la formación. No entendemos que cuando se habla de agricultura esto no se ponga encima de la mesa, porque es la gran apuesta en caso de que se quiera mirar al futuro. A ello se le ha de sumar la comercialización, para que el productor pueda ganar más posiciones en la cadena de distribución alimentaria, y así disponer de más margen en la venta de sus productos.
El problema era que la anterior titular estaba ‘quemada’ y cualquier cambio evidentemente suscita esperanzas dentro del sector. Rosa Aguilar no es una persona desconocida políticamente por su gestión, aunque sí que lo sea en temas agrarios. Pero ello se puede suplir si cuenta con un buen equipo y si tiene claros una serie de principios. A la nueva ministra, de aquí a final de legislatura, le quedan como retos solucionar la profunda crisis en el sector ganadero; luchar por una reforma de la PAC en que España se juega muchísimo con tal de mantener su posición como preceptor de ayudas; y siendo una persona de izquierdas esperamos que tenga más sensibilidad hacia nuestras demandas de una producción agraria con ‘muchos’ agricultores. A la ministra saliente no se le veía ni interés y siempre iba a remolque de todas las decisiones del gobierno. Una ministra de agricultura debe asumir un papel predominante y ser el primero en reivindicar, teniendo capacidad, argumentos y posición para saberse enfrentar al ministro de Economía y no hacer seguidismo, asumiendo lo que digan los demás.
Otro de los grandes problemas sigue siendo el precio que recibe el agricultor respecto al precio de venta en destino. Después de tantas campañas llevadas a cabo por las organizaciones agrarias, ¿se está llegando a un punto intermedio, o muchos productores siguen trabajando sin prácticamente beneficios?
Lo que era evidente es que había una clara posición de abuso de poder dominante por parte de las centrales de compra, muy pequeñas en cuanto a número, pero que tienen el poder de marcar el precio de venta al consumidor y de marcar unos precios que son abusivos ante el productor. En Europa ya se han producido los primeros pasos, y en España, y desde organizaciones como la nuestra, creemos que deberían existir más elementos para poder hablar con las grandes cadenas de distribución, y que las administraciones públicas deberían exigir nuevos tipos de tratados entre productor y distribuidor. Si se ha hecho ya algo parecido en el sector lácteo, sobre todo en los países del centro de Europa, se debería considerar la idea de hacer lo mismo en otros sectores.