Antoni Burgos, director corporativo de Desarrollo de Negocio Quality
El pasado, presente y futuro de nuestro país no se entiende sin la agricultura, sin el sector agrario. Tal es su envergadura y magnitud que comparte una política común dentro de la Unión Europea y es indudablemente uno de los sectores más potentes y relevantes de nuestro territorio. España es el segundo país de Europa, solo por detrás de Francia, en cuanto a superficie agrícola utilizada, con cerca de 25 millones de hectáreas, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
La diversidad de climas, la riqueza del suelo y la capacidad de adaptación a los cambiantes mercados comunitarios han convertido el sector agrario español en una de las principales despensas de Europa.
¿Pero cómo se estructuran los actores de este sector? En España podemos diferenciar entre tres grandes grupos: los agricultores tradicionales, las empresas exportadoras y las medianas y grandes empresas. Los primeros suelen trabajar en minifundios y dependen del comercio para la venta de los productos de su explotación. Las empresas exportadoras, por su parte, están especializándose en los métodos tradicionales a través de profesionales con alta formación académica y, finalmente, las medianas y grandes empresas están comprando productos tanto al pequeño agricultor como a la mediana empresa para abastecer a grandes superficies y cadenas de supermercados.
Mención aparte merece el papel que está jugando la agricultura ecológica. En los últimos años ha experimentado un crecimiento de tal magnitud que hoy la demanda ya supera a la oferta de este tipo de productos. Pero como en todo sistema basado en la oferta de la ley y la demanda su estado actual provoca el encarecimiento de los productos y el aumento del margen de beneficios, aun sopesando que la producción de ésta, es más larga por su proceso de certificación.
Cabe decir que España lidera el ranking europeo en agricultura ecológica con más de 2 millones de hectáreas dedicadas a estos cultivos (en los que se respetan las normas que limitan la utilización de productos químicos), según los datos publicados por Eurostat, la Oficina Europea de Estadística.
Por otro lado, el sector de la agricultura presenta un carácter marcado de temporalidad. Dependiendo de las zonas y de los productos estos tienen mayor o menor capacidad de producción por las particularidades del clima y las consecuencias de este en el devenir de la tierra. Septiembre y octubre, por ejemplo, son meses con buenos históricos de contratación en Andalucía por la recolección del cítrico, mientras que la recolecta de la fresa fomenta una mayor empleabilidad en febrero y marzo.
¿Pero cuáles son productos con mayor recolección? Depende de cada producto y zona. En determinadas localidades andaluzas, la aceituna sigue siendo el producto estrella y, más aun con la llegada de la tecnología al sector. También los cítricos y los cereales obtienen un importante papel productivo mientras que otros productos como el arándano y el aguacate están en auge por la creciente demanda del consumidor.
Cada producto está asociado a una zona igual que la metodología de trabajo puede variar según el sitio en el que se lleve a cabo. Hoy, por ejemplo, los minifundios suponen un problema importante en la Comunidad Valenciana, ya que el 49,7% de las explotaciones tiene una superficie inferior a 1 hectárea y únicamente el 0,9% tiene más de 100. Esto genera un mayor coste ya que es terreno que no se puede mecanizar y aumenta el coste del producto final.
Es por ello que si queremos seguir presumiendo de este sector, en nuestro país, debemos aunar fuerzas entre empresas, administraciones y agricultores y emplear metodologías de trabajo eficientes, profesionalizadas y orientadas a que la tecnología nos permita explotar más y mejor nuestras tierras sin necesidad de prescindir del efectivo trabajo humano.
Queda claro que tenemos condiciones naturales y profesionales con conocimientos para seguir sacando el mejor resultado de nuestra tierra. Los datos nos avalan y nuestra capacidad de adaptación nos está permitiendo seguir liderando el sector a nivel europeo.
Pero aun así, debemos seguir explorando nuevas vías para que, en un futuro podamos seguir aprovechando el valor que el clima y la localización dan a nuestros cultivos. Un reto que, sin duda, seguirá siendo mayúsculo.