Re-evolución en las aulas: el espacio como tercer educador
En este momento las personas, su aprendizaje, sus habilidades y su talento, también sus valores y su bienestar representan el centro de la transformación de la educación. Referencias como la diversidad, en todas sus variantes, la sostenibilidad, la tecnología, la salud, la naturaleza están presentes en las nuevas propuestas educativas. En este sentido, los espacios que forman parte de los procesos de aprendizaje, en toda su dimensión, también están cambiando para ser más inclusivos y adaptarse a las nuevas necesidades.
En el nuevo modelo, la educación se hace híbrida, combinando lo mejor de la formación online con lo más valioso de la presencial. Construyendo un modelo educativo más personalizado y dinámico que tiene en cuenta, además, otras competencias para conseguir estudiantes más motivados y comprometidos con su propio aprendizaje y, por tanto, con mejores resultados académicos, alineados con las habilidades emergentes en el mercado laboral como las indicadas en el último informe presentado por el Foro Económico Mundial (FEM) en el año 2020, ‘The Future of Jobs Report 2020’.
Los entornos, las aulas evolucionan para cubrir todas las necesidades de sus usuarios con el objetivo de que puedan explotar al máximo su talento y creatividad sin perder de vista su bienestar. Cada espacio tiene su razón de ser y a la vez todos están interconectados entre sí para hacer más fácil la vida de las personas. El aula trasciende su concepto cerrado para abarcar todo el Campus. Cualquier espacio como jardines, pasillos, biblioteca, cafeterías, se convierten en lugares para conectar, compartir y adquirir conocimiento.
Los espacios monofuncionales y rígidos están dando paso a entornos multifuncionales, horizontales e integrados que requieren un equipamiento agile y smart. La organización del aula ya no es una cuestión estética, ni tan solo meramente práctica. Dependerá, pues, de la metodología didáctica que se use: Thinking spaces, Making spaces, Share spaces (pensar, hacer, compartir), pero también de la jerarquía relacional y social que se persiga la forma en que deberá estar distribuido el mobiliario en el aula.
Dando continuidad a la filosofía Cool Working, Actiu ahonda en la especialización y necesidades propias de estas nuevas tendencias y necesidades en la educación, resultado de un trabajo de campo realizado con la colaboración de expertos y usuarios finales de los espacios educativos. Para crear espacios que potencien estos paradigmas y contribuyan al aprendizaje, los expertos coinciden en la necesidad de que los nuevos entornos reúnan, entre sus principales características aspectos como la flexibilidad del mobiliario, tecnología y conectividad, intercambio de conocimiento, o autonomía entre sus usuarios, entre otros aspectos.
Todo ello se materializa en su Guía 'El Viaje de la Educación', donde de la mano de un panel de expertos, alumnos y casos de éxito, propone un nuevo diálogo con el entorno basado en el diseño de espacios seguros que garanticen el aprendizaje.
Repensando las aulas: más eficientes y más funcionales
Tal y como figura en la Guia ‘El Viaje de la Educación’, el presente pasa por entornos flexibles que permitan agrupaciones múltiples, distintos usos y la aplicación de metodologías variadas. Avanzamos hacia el fin del concepto ‘aula’ como un compartimento estanco. La clase de Informática, de Música, de Plástica o el Salón de Actos que se usa una vez al trimestre para la función de teatro, perderán el sentido de un único uso para integrarse como un todo en el espacio educativo, en el que se incluyen, además, los pasillos y otras zonas comunes que dejan de ser lugares de paso para convertirse espacios donde trabajar en grupo, donde leer, compartir o descansar.
Y así lo recoge un estudio de la Universidad de Salford: el entorno físico donde se desarrolla el aprendizaje puede variar el rendimiento de los alumnos hasta un 25%. En el estudio se investigó el desarrollo de varios grupos de alumnos teniendo en cuenta distintos parámetros de diseño de sus aulas y centros educativos como la orientación del aula, la cantidad de luz natural, el ruido, la temperatura, la flexibilidad de los espacios, el color o la calidad del aire. Aspectos que resultaron ser determinantes y que concluyen que los espacios educativos juegan un papel destacado en el aprendizaje de los alumnos.
De ahí que se haya presentado como indispensable una reflexión y debate en torno a la arquitectura educativa a la hora de pensar en los retos y cambios educativos que nos plantea el presente de las aulas. Más que una moda, es una necesidad.
La organización del aula ya no es una cuestión estética, ni tan solo meramente práctica o funcional. La forma en la que se distribuyen las mesas condiciona completamente el tipo de relación que se establece entre profesionales y alumnos, entre los mismos estudiantes, y entre ellos y el aprendizaje. Dependerá, pues, de la metodología didáctica que se use, pero también de la jerarquía relacional y social que se persiga la forma en que deberá estar distribuido el mobiliario en el aula.
El espacio habla. Y es por ello que cada contexto, cada objetivo pedagógico, cada metodología y cada política de centro o de curso determinará, en definitiva, la forma en que se organicen los nuevos entornos de aprendizaje.
El aprendizaje depende de muchas variables y la forma en que educamos hoy ha evolucionado respecto a hace sólo unos pocos años atrás. Existen necesidades educativas distintas, convergen demandas sociales diferentes (integración, cuidado medioambiental, cooperación…), a lo que hay que sumar la irrupción de las nuevas tecnologías y la digitalización.
Sabemos, gracias al avance de las investigaciones en neurociencia, que el proceso de aprendizaje se inicia por la experiencia sensorial y que la emoción juega un papel muy importante. Se ha comprobado que aquellos espacios que generan un ambiente de armonía e inspirador estimulan la atención y la concentración impactando directamente en los resultados del aprendizaje.
En este sentido, destaca el concepto del tercer educador, que desarrolló el maestro y pedagogo Loris Malaguzzi. A través de él, se demuestra cómo el diseño de un espacio educativo influye en el proceso de aprendizaje. Por tanto, la tendencia actual es la de diseñar nuevos espacios educativos que buscan establecer un nuevo diálogo con el entorno, construir espacios que acompañen a los procesos de cambio en la enseñanza de los centros actuales. No existe un diseño único, acertado y que garantice un mejor aprendizaje de los alumnos, por ello cada centro debe generar aquellos espacios que respondan a su identidad y a las necesidades de su comunidad.