La importancia del camino escolar en el entorno de escuelas demasiado contaminadas
El 93% de los niños y niñas en todo el mundo respira aire contaminado que pone en grave peligro su salud. Es una de las conclusiones del informe de la OMS ‘Contaminación atmosférica y salud infantil’, que advierte del alto coste que esta situación tiene en la población infantil. Y aunque se da con más intensidad en los países de ingresos bajos y medios, el resto del mundo tampoco se libra de la polución.
En Barcelona, la web que elaboró la plataforma Eixample Respira con datos estimados sobre la contaminación del aire en el entorno de los colegios de la ciudad dejó en evidencia que, en 2018, el 30% de las escuelas —229 de los 755 colegios de Barcelona— superaron en horario escolar el nivel máximo de contaminación de NO2 recomendado por la OMS. También en Madrid los niños respiran aire contaminado: el estudio ‘Healthy air, healthier children’, publicado el pasado mes de junio, concluye que en los colegios madrileños el nivel de dióxido de nitrógeno (NO2) procedente del tráfico rodado supera igualmente los estándares recomendados por la OMS.
Esta misma investigación advierte que la situación actual aumenta la posibilidad de que los más pequeños desarrollen asma, además de que también puede afectar al desarrollo del corazón, el cerebro y el sistema nervioso del niño. Según los expertos, es uno de los indicios de que el diseño actual de las ciudades, y la ubicación de los centros escolares en ellas, debe volver a pensarse. “El niño es un indicador de referencia en las ciudades, un parámetro de calidad de la vida urbana”, explica Miguel Mayorga, arquitecto urbanista y profesor colaborador del máster universitario de Ciudad y Urbanismo de la UOC. “Si una ciudad está bien para los niños, está bien para todos. Y, al contrario: si no es saludable y no cubre las necesidades de los niños, difícilmente será adecuada para otros colectivos también vulnerables”, afirma.
La polución que llega a las aulas en Madrid y Barcelona supera los estándares recomendados por la OMS. (Foto: UOC. Element5 Digital / Unsplash.com)
Fue una de las razones, aunque no la única, de que en los años noventa aparecieran los primeros caminos escolares. El objetivo era que niños y niñas pudieran ir a la escuela por sus propios medios a través de un itinerario seguro y agradable. Algo que fomentaría su autonomía y, al mismo tiempo, redundaría en el entorno, ya que ese itinerario debe incluir zonas con árboles y fuentes, además de mantener bajos niveles de contaminación acústica y de partículas en suspensión. “Para que los niños y niñas puedan ir solos a la escuela se les debe garantizar una red de espacios urbanos en condiciones, y eso representa cambios”, advierte Miguel Mayorga, uno de los principales impulsores, junto con Pía Fontana y Jorge Rodríguez, del proyecto del City FOV Urban Lab: red de refugio climático urbano escolar para Barcelona, ganador del concurso World Data Viz Challenge 2019 Barcelona-Kobe.
En él se invita a los propios ciudadanos a proponer algunos de esos cambios participando en un mapa interactivo. Se trata de concretar, con la ayuda de los vecinos, un sistema de itinerarios urbanos que una equipamientos, centros escolares, carriles bici, calles peatonales, transporte público, zonas con árboles, fuentes de agua… “Es una gran red verde-azul que apuesta por un urbanismo técnico y participado en el que se tiene en mente la idea de ciudad cuidadora”, explica Mayorga, que asegura que el paradigma medioambiental obliga a replantear la visión tradicional de la ciudad, pensada para favorecer el modelo productivo que conectaba casa y trabajo, y pasar a una visión de conjunto en la que se tenga en cuenta el modelo reproductivo. Según Miguel Mayorga, ahora arquitectos y urbanistas no solo deben medir el ancho de las aceras o cuántos carriles tiene una calle, sino que también deben interesarse por las actividades, la calidad ambiental y el valor ecológico que se quiera fomentar en ese espacio público “en el que caben niños, ancianos y mujeres y hombres de distintos colectivos y también con diversas necesidades”, señala el profesor colaborador de la UOC.
Una variable para escoger escuela
El modo en que la contaminación está afectando a la población infantil puede modificar los criterios que los padres usaban hasta ahora para elegir escuela para sus hijos. Hace tres años el I Estudio de Preferencias sobre Colegios en España afirmaba que lo que más valoraban entonces los padres a la hora de elegir un centro era que los colegios dispusieran de protocolos de actuación para combatir el bullying, de forma que sus hijos aprendieran en un entorno seguro —el 97% pedía que los centros contaran con algún método de control— y que el centro fuera bilingüe —cerca de un 85% de los padres se decantaba por esta opción—. Otra cuestión que hacía decidir en la balanza eran los avances metodológicos: el 88% buscaba centros que integraran en su formación técnicas de innovación educativa.
Ninguna de las preocupaciones de los padres hacía referencia entonces a la seguridad medioambiental. Pero quienes sí están preocupados por ella son precisamente los más pequeños. Según el Barómetro de Opinión de Infancia y Adolescencia 2019 de Unicef, el medioambiente es, tras la educación, el tema que más inquieta a los niños españoles de entre 11 y 18 años.
La opinión de los niños, sumada a los indicios acerca de la situación actual de los colegios de grandes ciudades en relación con la contaminación, podría incluir una variable hasta ahora ausente a la hora de escoger escuela: la de un entorno accesible, verde, limpio y saludable.