La oportunidad del COVID-19 para las telecomunicaciones
A pesar del esfuerzo llevado a cabo por los operadores en los últimos tiempos para añadir valor en sus propuestas, las telecomunicaciones han ido evolucionando hasta acabar convirtiéndose en una commodity. Los operadores no han sido capaces de trasladar ese valor a sus clientes que, dándolo por hecho, como algo que llegaría de forma natural, se han centrado solo en su bolsillo, en el precio.
Pero esta realidad ha sufrido un cambio drástico en las últimas semanas. Lo que no han logrado las estrategias de marketing de los operadores durante años, lo está consiguiendo rápidamente el coronavirus.
Partíamos de una realidad en la que ya teníamos a un grupo de empresas que llevaban trabajando intensamente en la deslocalización de sus puestos de trabajo, es decir, tratando de que estos puestos dejaran de estar vinculados a una localización concreta, ya sea una oficina o un punto específico dentro de la misma. Este proceso ha necesitado proporcionar a los dispositivos que utilizan los empleados en su actividad profesional la conectividad apropiada. Asimismo, se había trabajado en garantizar, entre otros aspectos, la seguridad de los sistemas y la seguridad de la identidad del usuario, a fin de evitar su suplantación.
Esta primera fase de desplazamiento de los trabajadores a sus domicilios, anterior a la proclamación del estado de alarma, demostró que la infraestructura tecnológica era capaz de proporcionar unas comunicaciones eficientes y que estaba preparada para afrontar el crecimiento del teletrabajo. En general, puede decirse que las telecomunicaciones superaron este reto de forma sobresaliente.
Miguel Ángel García Matatoros, director general de Blue Telecom Consulting.
Con la llegada de la crisis sanitaria la implantación de un modelo de trabajo desde casa ha sido masiva. Sin embargo, la urgencia ha hecho imposible el uso generalizado de las tecnologías y paradigmas propios del teletrabajo. En realidad, lo que está sucediendo es algo completamente diferente, que consiste en habilitar una gestión remota de los puestos fijos de los trabajadores, algo que hoy en día ya incluyen los sistemas operativos con el objetivo de que los departamentos de soporte IT puedan tomar control remoto del sistema y diagnosticar posibles problemas en estos puestos no propiamente deslocalizados. Esta característica se está utilizando para operar remotamente un puesto de trabajo fijo, lo que no resulta tan eficaz como el modelo basado en la deslocalización. Además, resulta mucho más exigente en necesidades de conectividad.
En esta situación las telecomunicaciones sí se están viendo afectadas. No tanto en cuanto al ancho de banda, sino en lo que al tiempo de respuesta se refiere. Los operadores no han tenido más remedio que comenzar a lanzar mensajes a la población apelando al uso racional de las redes. El gobierno también incluye un artículo al respecto en el Real Decreto de Estado de Alarma. Los usuarios, un tanto sorprendidos, comienzan a comprender el valor que puede suponer disponer de unas comunicaciones de calidad.
Estoy convencido de que esta nueva percepción del valor en las telecomunicaciones, que ha llegado con las necesidades extraordinarias de esta crisis, va a permanecer en el tiempo, y que servirá para impulsar la renovación de las redes, la modernización de sus despliegues asociados a Telco Cloud y despliegue de capacidad adicional de forma dinámica, la automatización de la gestión y la inclusión de elementos de seguridad adicionales y necesarios. Lo que es más importante, este valor va a ser finalmente percibido de una forma clara tanto por empresas como por usuarios.
Esta situación de emergencia puede resultar también una buena oportunidad para impulsar la adopción de nuevos paradigmas en las organizaciones, en los que los puestos de trabajo tradicionales desaparezcan, dejando lugar en las oficinas para la creación de espacios destinados a la interacción social, la transmisión de conocimiento y el desarrollo de la creatividad de los empleados. Seguramente, estos nuevos modelos resultarán más eficaces a la hora de alcanzar un mayor grado de satisfacción y realización de los trabajadores y, como consecuencia, una mayor generación de valor.