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Saber el futuro

Ibon Linacisoro, Director15/06/2004
El presente se nos ha quedado pequeño. Muy lejos de disfrutar los momentos, nos entregamos al sueño de un tiempo mejor que está por llegar. Planificamos todo con meses de antelación. Las empresas necesitan prever, pero también en el ámbito privado nos sumergimos con tanta antelación en las vacaciones que cuando llegan pierden valor, se escapan entre los dedos y se convierten en la máxima expresión de la fugacidad. Queremos además conocer de antemano si tendremos sol, pero lo queremos con mucha antelación, con meses si es posible. Y surgen por todos lados los profesionales de la predicción, del clima meteorológico, del otro clima, el económico, del próximo vencedor de la Eurocopa (al cierre de esta edición no ha finalizado). Algunos son absolutamente rotundos. No tienen dudas sobre el futuro.

Saber lo que va a suceder, tener valor para augurar una situación u otra está valorado positivamente. Uno es casi un ignorante si no sabe lo que va a ocurrir. No importa tanto que el futuro dé la razón o la quite, porque si ese futuro llega alguna vez ya nadie recuerda lo dicho anteriormente. Y es en esta situación en la que aquellos que reconocen no saber lo que va a pasar pasan a formar parte del grupo de los valientes. Ian Paterson, miembro del Consejo de Dirección de Bayer MaterialScience ha asegurado en junio que si supiera cómo van a ser nuestras casas y nuestras vidas en 2020 comenzarían a desarrollar ideas desde ahora mismo. “Desafortunadamente -dijo- no podemos ver el futuro, y desde luego mucho menos hasta el año 2020. Pero hay métodos para realizar unas predicciones y este es precisamente el trabajo de nuestro Centro Creativo”.

El presente más actual y el futuro más próximo tienen a confundirse y uno ya no sabe si los escasos márgenes que dejan unas materias primas cada vez más caras son algo de ahora, de antes o de mañana. Pero el pasado arroja datos más precisos que el futuro, aunque tampoco siempre. Desde finales de 2003 hasta el primer cuarto de 2004 el benceno ha subido un 11 por ciento, el fenol un 9 por ciento, un 12 por ciento el propano y un 18 por ciento el tolueno. Esto es pasado, pero un pasado que tiñe el futuro de una cierta sensación amarga por la dificultad de repercutir al cliente esos costes. ¿Un futuro incierto? ¿Un futuro esperanzador? Quién sabe, que se pronuncien los futurólogos.

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