Buenas prácticas medioambientales en la producción de áridos
25 de febrero de 2011
Como toda actividad extractiva, la producción de áridos está condicionada por factores geológico-mineros, en el marco territorial, y no es, por ello, comparable con otras actividades industriales. En el caso de los áridos, además, su explotación, no admite, en términos generales, grandes distancias a los centros de consumo (el precio de transporte se duplica cada 50 kilómetros) lo que implica que con frecuencia las explotaciones de áridos se encuentren próximas a áreas con alta densidad de población, aunque ubicadas en zonas rurales de escasa densidad.
En cuanto a las afecciones sobre el medio natural, lo más destacable es la alteración o modificación del hábitat en la fase de explotación, básicamente debido (al ser zonas de extracción a cielo abierto) al impacto visual, a la pérdida de la capa vegetal y, en menor medida, de la fauna. Sin embargo, con una adecuada gestión y aplicación de las medidas correctoras existentes, este impacto puede controlarse durante la operación de la explotación, y corregirse durante la fase de restauración de los terrenos. Las graveras presentan gran peligro de afectar a las aguas superficiales y subterráneas, lo que conlleva la aplicación de medidas para controlar estos posibles daños. Otros efectos sobre el medio ambiente, de menor importancia, son los producidos por el ruido, el polvo y las vibraciones.
Otros problemas derivan de su transporte: dado que el transporte de los áridos se realiza hacia mercados situados generalmente a menos de 50 kilómetros de la explotación, mediante camiones (en más del 95% de los casos), el tráfico de estos vehículos pesados puede suponer un problema para las localidades más cercanas, además de los efectos vinculados a la emisión de CO2.
Los volúmenes de residuos mineros, inertes y no peligrosos, que se generan en la producción de áridos se gestionan íntegramente dentro del proceso, al emplearse habitualmente como relleno en el reacondicionamiento de los terrenos. Asimismo, se producen y gestionan residuos industriales, propios del mantenimiento de maquinaria fija y móvil (baterías, aceites usados, madera, metal, caucho…).
Medidas primarias generales
Las recomendaciones de la Asociación Nacional de Empresarios y Fabricantes de Áridos (Anefa) para la actividad extractiva incluyen las siguientes medidas primarias generales:
-Optimización del control del proceso de extracción y de tratamiento, con la estabilización de los parámetros del proceso. Se hace para reducir el consumo específico de energía y recursos, para aumentar la calidad del material tratado y para incrementar el tiempo de vida de los equipos. Tienen, como efecto secundario, la reducción del nivel de ruido y de emisiones a la atmósfera. Incluye medidas como el cerramiento de las cintas y los almacenamientos, el desempolvamiento de los puntos de carga y descarga y de transferencia al sistema de transporte, la homogeneización de los materiales, la seguridad de la dosificación del material sin tratar y la instalación de revestimientos de caucho resistente en los equipos, entre otros.
-Reducción del consumo de energía eléctrica, mediante un sistema de gestión de la energía y equipos de accionamiento eléctrico de alta eficiencia energética.
-Reducción del consumo de recursos. Esto se consigue mediante el empleo de residuos (RCD) aptos para sustituir los materiales que entran a la etapa de tratamiento. Esto reduce tanto el consumo de los recursos naturales como la energía necesaria y los impactos producidos en la fase de extracción. Pero es conveniente hacerlo siempre con un control adecuado de las sustancias que entran en el proceso.
Gestión del agua
Especial cuidado debe ponerse en la gestión del agua en las explotaciones de áridos, por ser éste uno de los problemas más delicados a que se enfrentan en cuanto a impacto medioambiental. Los daños que puede generar al medio ambiente una mala gestión del agua pueden ser: vertidos de lodos a los ríos, cegamiento del fondo del cauce de los mismos, compactación del fondo plano del cauce (lo que frena las posibilidades de recuperación biológica en un largo tramo aguas abajo); asimismo, con el aumento de la turbidez de las aguas a causa de los sólidos en suspensión presentes en ellas, es previsible una continua impermeabilización, por decantación, del cauce, lo que puede originar una drástica disminución de la recarga de acuíferos y una mayor circulación del agua superficial. Esto favorece la torrencialidad del río, y puede provocar incluso desvíos del cauce.
Una explotación de áridos también va a comportar un aumento significativo del consumo de agua en la zona, y puede provocar erosiones por aguas superficiales en las zonas más sensibles. Para evitar estos problemas deberán controlarse los niveles de agua, la cantidad y calidad de los flujos de recarga de los acuíferos, y las variaciones en los cursos de agua de los mismos; deberán eliminarse los puntos de infiltración, y comprobarse periódicamente la estanqueidad de los depósitos enterrados.
Se debe proporcionar un adecuado sistema de drenaje para eliminar el agua de las zonas de trabajo. Se debe controlar la calidad del agua, y hacer un uso racional de la misma en la planta de tratamiento y en el lavado de vehículos.
Puede limitarse la erosión transformando las zonas más sensibles en zonas con vegetación. Es recomendable asimismo aprovechar las aguas pluviales que discurran por la explotación y las estancadas dentro de sus linderos.
Recuperar y reciclar las aguas es una actuación altamente recomendable. Se deberían recuperar, en especial, las aguas de proceso en casos de tratamiento en vía húmeda, mediante sistemas de lavado con empleo de equipos de ciclonado, escurridores, decantadores–clarificadores, y sistemas de concentración de pulpas tales como filtros prensa. El agua reciclada también puede emplearse para labores como limpieza de planta, riego de pistas y de la vegetación.