170 años de Canal de Isabel II: El Villar y la innovación en las presas
De las muchas presas que gestiona o ha gestionado Canal de Isabel II a lo largo de sus 170 años de historia, la de El Villar no suele figurar en el recuerdo espontáneo de la gente. Seguramente, por ser la mayor de las existentes, la de El Atazar, o por ser primera, la del Pontón de la Oliva, construida en tiempos de Isabel II, aunque en desuso desde hace más de un siglo, son las que acaparan el mayor reconocimiento y conocimiento popular.
Precisamente por estar a la sombra de otras, la presa de El Villar —y su historia— pasa quizá más desapercibida en nuestros días, cuando es una instalación que supuso un auténtico hito para la ingeniería civil del momento y, además, es la más antigua de cuantas opera Canal en servicio.
La presa de El Villar
Hay que retroceder en el tiempo más de un siglo y medio para encontrar la génesis de esta decisiva obra hidráulica madrileña: a 1858, cuando las aguas del río Lozoya, almacenadas en el Pontón de la Oliva, llegaron por primera vez a Madrid para aliviar los problemas de abastecimiento que hasta entonces sufría la capital.
La construcción del Pontón de la Oliva fue decisiva en aquel momento y ha pasado a los anales de la historia de la ingeniería hidráulica española, pero lo cierto es que su vida útil fue escasa a causa de las filtraciones que sufría el embalse en una de sus laderas. A lo largo de los años, ingenieros y obreros fueron haciendo remiendos constructivos para minimizar las pérdidas de agua y mantener operativa la infraestructura, pero conocidas las dificultades por sellar plenamente las filtraciones, se hizo evidente la necesidad de construir un nuevo embalse que hiciera olvidar las carencias del original: el de El Villar.
Situado en el curso bajo del río Lozoya, el embalse de El Villar supuso la solución real al problema del abastecimiento de agua a Madrid tras el fracaso de la presa del Pontón de la Oliva. Esta presa de El Villar, la más antigua en funcionamiento de la Comunidad de Madrid, fue la más alta de España en su época.
La propuesta de Morer y Boix: Una presa de planta curva adelantada a su época
El ingeniero José Morer, que había diseñado la red de distribución de agua en Madrid, fue quien comandó las operaciones para proyectar y conseguir el presupuesto con el que levantar una presa que retuviera el agua del deshielo para poder aprovecharla en verano. Junto a él, trabajaría mano a mano el ingeniero hidráulico Elzeario Boix. Juntos recorrieron el cauce del Lozoya en busca del mejor emplazamiento para la nueva infraestructura del Canal de Isabel II, que situaron 22 km aguas arriba del Pontón de la Oliva.
Analizando el terreno, ambos quedaron convencidos: las laderas acostadas a ambos lados del cauce y el fondo estaban formados por rocas gneísicas de enorme dureza, lo cual ofrecía la seguridad e impermeabilidad que buscaban.
Así las cosas, con la ayuda y supervisión de Morer, Boix proyectó una presa que, por su concepción, tipología y construcción, constituiría la verdadera obra máster del abastecimiento a Madrid en el siglo XIX.
Atraído por las presas de planta curva, Boix decidió aplicar este diseño en El Villar. Esta curvatura, unida a la concavidad del paramento aguas abajo, supusieron dos de los principales aciertos que hicieron de El Villar una infraestructura adelantada a su tiempo. Fue un precedente de las presas abovedadas.
Para el manejo de las compuertas de toma, propuso que se realizara desde un torreón central adosado al paramento de aguas arriba, una seña de identidad que todavía confiere su personalidad propia a la presa.
La finalización de las obras en 1882 convierte a El Villar en la presa más alta de España
El cuerpo de la presa se construyó con mampostería y hormigón de cemento de Zumaya, con un revestimiento de sillarejo y remates de sillería. Además, la rápida elevación del muro hizo que no fuera necesario esperar a su plena conclusión para que entrara parcialmente en funcionamiento: lo hizo en verano de 1873, cuando ya formaba un pequeño embalse de un hectómetro cúbico.
Las obras finalizaron en su totalidad en 1882. Para entonces, con 50 metros de altura y 107 metros de coronación, El Villar no solo era la presa más alta de España, sino también una de las más elevadas de Europa y de las más avanzadas en su concepción. Y lo más importante: retenía las aguas del Lozoya en un embalse con una capacidad de 22 hectómetros cúbicos de agua, lo que sin duda mitigó los problemas relacionados con el abastecimiento a Madrid.
Desde aquel instante, sin demasiada popularidad ni ruido mediático, la presa de El Villar se ha mantenido inalterable al paso del tiempo. Estoicamente, ha resistido más de un siglo y hoy, casi 140 años después de su construcción, sigue recogiendo las cristalinas aguas que beben los madrileños. Unas aguas que Canal de Isabel II lleva cuidando 170 años y que sí gozan de una merecida fama, fruto de su pureza, calidad y sabor. Por algo el 96 % de los habitantes de la Comunidad de Madrid prefiere beber su agua: la de Madrid y del grifo.
Las innovaciones del hoy en las presas del ayer
Que la presa de El Villar siga en servicio tanto tiempo después mucho tiene que ver con la solvencia de su construcción, pero, también, con los avances tecnológicos que aplica Canal de Isabel II en la vigilancia y mantenimiento de estas grandes infraestructuras. Tanto El Villar como las otras 12 presas que gestiona la empresa pública en la Comunidad de Madrid son sometidas a un control minucioso y vanguardista que les confiere los máximos estándares de seguridad.
La inspección y auscultación de estas infraestructuras es permanente, para lo cual están equipadas con infinidad de sensores e instrumentos de medida que permiten hacer un diagnóstico instantáneo del estado de cada presa. Para hacerse una idea de la sofisticación de estos sistemas, en la presa de El Atazar, la empresa pública dependiente de la Comunidad de Madrid toma cada año unos 175.000 datos en hasta 2.700 puntos de medida; datos que analiza diariamente. Entre ellos, la temperatura del hormigón, el nivel de embalse, los desplazamientos milimétricos, etcétera.
Asimismo, Canal de Isabel II utiliza —desde hace décadas— modelos de predicción de diversa naturaleza que estiman cuál es el comportamiento idóneo de cada presa en función, principalmente, de la temperatura y de la cantidad de agua embalsada en cada momento, aunque también se tienen en cuenta otras magnitudes.
Y ahora, además, emplea inteligencia artificial para reforzar el mantenimiento y gestión de estas infraestructuras. Redes neuronales, redes bayesianas o árboles de decisión son modernas herramientas que permiten hoy definir con enorme precisión el rango de funcionamiento normal de una presa. No solo eso, también sirven para identificar las complejas relaciones de dependencia entre sus diferentes elementos.
Así pues, si la construcción de El Villar ya fue un proyecto adelantado a su tiempo, Canal de Isabel II ha consolidado la innovación como parte intrínseca a su historia. Por eso actualmente, la inteligencia artificial o incluso las imágenes satelitales aparecen como recursos contemporáneos y vanguardistas que se unen a la tradición que arrastra la empresa. Son innovaciones del hoy que mantienen vivas las presas del ayer, para que duren, por lo menos, otros 170 años más.
Canal, hacia el futuro verde de la Comunidad de Madrid
Calidad, sostenibilidad e innovación son los pilares de la actuación de Canal de Isabel II a lo largo de sus 170 años de historia, y, por supuesto, de cara al futuro. La sostenibilidad se traduce en una economía verde de los recursos, en el caso de Canal de Isabel II, aplicada al buen uso del agua. Canal es una empresa puntera que busca el uso eficiente de los recursos como el agua, la competitividad en el sector del agua, la innovación en los nuevos procesos de depuración y generación de energía utilizando como fuente el agua, esto es, buscar una rentabilidad medioambiental.
Son 170 años en los que la empresa pública dependiente de la Comunidad de Madrid ha ido evolucionando hasta asumir los retos medioambientales para lograr una región más sostenible. Desde que se construyó el Pontón de la Oliva hasta los nuevos proyectos que ahora desarrolla, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y tomando como referencia el compromiso medioambiental.
Por ello, Canal impulsará la eficiencia energética y la energía verde mediante el desarrollo de proyectos vinculados a la energía solar o al hidrógeno verde: construirá una planta pionera en España de generación de hidrógeno verde, un elemento clave en la descarbonización, que además será la primera en utilizar energía renovable y agua depurada como fuente de generación del hidrógeno. La construcción de esta planta supondrá una inversión estimada de 24,5 M€, y tendrá una potencia instalada de 5 MW
Otro proyecto clave será el despliegue del Plan Solar, con el que se pondrán en servicio instalaciones fotovoltaicas propias para autoconsumo eléctrico a través de una inversión de 33 M€, con el objetivo de obtener energía renovable y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Según el último análisis realizado por la agencia de calificación de riesgos Ficht en el sector de las utilities para medir el poder de adaptación de las empresas a la sostenibilidad, sobresalen diez empresas españolas entre las 100 empresas líderes mundiales de sostenibilidad. Entre esas diez, junto a Iberdrola, Naturgy o Enagás, por citar algunas, se encuentra el Canal de Isabel II, empresa pública de la Comunidad de Madrid, como gestora del ciclo integral del agua, y gracias a proyectos como el Plan Solar y el hidrógeno verde, que van encaminados a potenciar la economía verde y sostenible en la Comunidad de Madrid.