La UE aprueba nuevas normas para que los Estados miembros reduzcan drásticamente la contaminación atmosférica
Una vez que se haya aplicado íntegramente, la Directiva permitirá reducir en casi un 50 % en el horizonte de 2030 las negativas consecuencias para la salud de la contaminación atmosférica, tales como las enfermedades respiratorias y la muerte prematura. Pese a que los contaminantes atmosféricos son «asesinos invisibles», cada vez es mayor la concienciación y preocupación de los ciudadanos por la calidad del aire que respiran, de manera que el establecimiento de límites más estrictos en la Directiva TNE constituye un logro importante. También repercutirá muy favorablemente en la calidad del agua, el suelo y los ecosistemas y contribuirá a hacer frente a los efectos de partículas nocivas causantes del cambio climático, como el carbono negro. La Directiva constituye el núcleo del Programa «Aire Puro» para Europa de la Comisión, cuyo ámbito es más general.
En palabras de Karmenu Vella, Comisario de Medio Ambiente, Asuntos Marítimos y Pesca, «Las nuevas normas europeas sobre calidad del aire son un hito importante en la lucha contra la contaminación atmosférica, ese «asesino invisible». La contaminación atmosférica mata a más de 450 000 personas cada año en Europa, lo que equivale a multiplicar por más de diez las muertes en accidentes de tráfico. Por lo tanto, corresponde ahora a los gobiernos nacionales poner en marcha la aplicación de esas normas, de modo que los ciudadanos puedan beneficiarse de las ventajas de un aire más limpio. Vamos a brindar nuestro apoyo a los Estados miembros en este reto de mejorar la salud de los ciudadanos de la UE».
Puesta en práctica de las nuevas normas
A los Estados miembros les corresponde un papel muy destacado en la coordinación y aplicación de la Directiva a nivel nacional. Deben transponer la Directiva al Derecho nacional a más tardar el 30 de junio de 2018 y elaborar un programa nacional de lucha contra la contaminación atmosférica para el año 2019 donde se dispongan medidas que garanticen la reducción de las emisiones de los cinco contaminantes atmosféricos principales en los porcentajes acordados para 2020 y 2030. También deben establecer una coordinación con los planes existentes en los ámbitos del transporte, la agricultura, la energía y el clima. Ello requerirá la realización de inversiones, pero los costes quedarán holgadamente compensados por las economías de costes que se obtendrán, especialmente en lo que concierne a la asistencia sanitaria y las bajas laborales por enfermedad. La Comisión ha publicado recientemente una propuesta de Reglamento de gobernanza de la Unión de la Energía que pone de relieve la importancia de las sinergias entre la calidad del aire y las políticas climáticas y energéticas y la nueva Directiva TNE.
La Comisión colaborará con los Estados miembros para velar por una aplicación adecuada, a través de iniciativas como la creación, en otoño de 2017, de un nuevo Foro del «Aire Puro» donde se darán cita las partes interesadas para intercambiar experiencias y buenas prácticas. La Comisión facilitará asimismo el acceso a los instrumentos de financiación de la UE.
Por último, la Directiva sentará las bases para la ratificación del Protocolo de Gotemburgo revisado, que fue acordado a nivel internacional por los Estados miembros en 2012 en el marco de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas. De este modo se reducirá la contaminación en estados de Europa Oriental, el Cáucaso y Asia Central, lo que beneficiará tanto a los propios países como a los ciudadanos de la UE que se ven más directamente expuestos a la contaminación transfronteriza.
Antecedentes
En diciembre de 2013, la Comisión publicó el Programa «Aire Puro» para Europa, que actualizaba los objetivos de la política de calidad del aire para 2020 y 2030. Dicho Programa comprendía una propuesta sobre las instalaciones de combustión medianas (Directiva 2015/2193), la propuesta de nueva Directiva TNE; y una propuesta de ratificación del Protocolo de Gotemburgo, recientemente modificado.
La Directiva TNE establece para cada país los límites máximos de emisión anuales de los cinco contaminantes principales: las partículas finas (PM2.5), el dióxido de azufre, los óxidos de nitrógeno, los compuestos orgánicos volátiles no metánicos y el amoniaco.
Los compromisos de reducción para 2020 son idénticos a los ya acordados a nivel internacional por los Estados miembros en la revisión de 2012 del Protocolo de Gotemburgo. Los compromisos para 2030 requieren unas reducciones sustancialmente mayores que ayudarán a reducir la contaminación transfronteriza y las concentraciones de fondo en toda Europa.
Tanto los sectores como algunas de las sustancias pertinentes para la política de calidad del aire también lo son para la política en materia de clima y energía. No se han escatimado esfuerzos para establecer una estrecha coordinación entre las propuestas sobre calidad del aire y las propuestas para la aplicación de los objetivos energéticos y de gases de efecto invernadero (GEI) de la Unión.
Será necesario que todos los sectores contribuyan a la aplicación efectiva de la política, incluso aquellos, como el sector agrario, en los que las reducciones han sido menores en el pasado. La Comisión colaborará estrechamente con los Estados miembros y las partes interesadas a fin de hacer efectivos los beneficios sanitarios y medioambientales.
Para más información
Preguntas y respuestas acerca de la nueva Directiva sobre techos nacionales de emisión