CO2: de residuo a recurso
Las acciones para reducir las emisiones de CO2 avanzan en diversos frentes: mejoras en eficiencia energética, tecnologías para la captura y el almacenamiento geológico, y producción de fuentes renovables. Como parte de este último campo se investiga cómo generar bioenergía a partir del CO2 producido por la industria y el transporte. Con ello, se persigue un doble objetivo: el secuestro del dióxido de carbono por los vegetales para evitar que llegue a la atmósfera y el aprovechamiento energético de esa biomasa.
Captura por fertilización carbónica
“Este tipo de estudios nos enseñarán a dar un uso energético al CO2 que estamos produciendo en exceso, a través de la generación de biomasa. Por su propia naturaleza, las plantas emplean la energía del sol para sintetizar azúcares a partir del CO2 y el agua”, explica Ángela Esteban, investigadora especializada en bioenergía del Centro de Tecnología Repsol (CTR). Esta capacidad de los vegetales para absorber y fijar el dióxido de carbono es un mecanismo clave de nuestro ecosistema para regular de manera natural la concentración de O2 en la atmósfera.
La llamada fertilización carbónica se basa en la capacidad de ciertas plantas para aumentar su productividad a partir de elevadas concentraciones de CO2. “La teoría nos dice, y la práctica también, que si aplicamos más CO2 al ambiente donde crecen las plantas, podemos obtener mayores producciones”, continúa Ángela Esteban.
CO2 industrial para producir bioenergía
En el Complejo Industrial de Puertollano (Ciudad Real) se desarrolla el proyecto CO2 Funnels que investiga cómo aprovechar los gases que emite la refinería para fertilizar cultivos energéticos no alimentarios. Repsol encabeza el consorcio de instituciones públicas de investigación y empresas que participan en este proyecto de I+D+i dotado con alrededor de un millón de euros.
La investigación se desarrolla en cinco invernaderos, situados en el propio recinto de la refinería, donde se ensaya el desarrollo y la producción de estos cultivos bajo distintas concentraciones de CO2. “Ahora mismo en la atmósfera, alcanzamos cerca de las 400 partes por millón (ppm) de CO2. En estos invernaderos queremos comprobar si, con concentraciones de 800 a 1.000 ppm, los cultivos ensayados incrementan su tasa de crecimiento”, cuenta Ángela Esteban, una de las responsables del proyecto.
En CO2 Funnels se estudian diversos supuestos de fertilización carbónica. Uno de los invernaderos se utiliza como referencia de la concentración ambiental de este gas y en los otros se inyecta CO2 procedente de los procesos industriales. En otras investigaciones ya ha se constatado que el enriquecimiento carbónico en invernaderos aumenta la producción de cultivos como tomate, rosas o pepinos. La novedad de este proyecto consiste en fertilizar las plantas con una corriente directa de gases de refinería sin eliminar sus impurezas.
Los gases procedentes del proceso industrial no sólo están formados por CO2, sino que en su composición también incluyen trazas de azufre (SO2) y óxidos de nitrógeno, conocidos como NOX. “También evaluamos el efecto de esos NOX. Sabemos que son fitotóxicos a unas determinadas concentraciones y pueden provocar la disminución de los rendimientos”.