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Fertilizar, una cuestión de medida

Miguel Ángel Mainar Jaime20/11/2024

La alegría productivista y desmedida ha conducido a la situación actual del suelo agrícola, degradado por la erosión, la contaminación y la sobreexplotación. De ahí que en el presente se hable de análisis, de mediciones, de dosificación y optimización de las aplicaciones fertilizadoras.

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Álvaro es un agricultor con concesión de agua que ha apostado en los tres últimos años por el almendro. Sus nuevos árboles crecen con la alegría de los que no carecen de nada que sea imprescindible, pero el dueño de la finca nunca ha mirado tanto al suelo y a lo que hace en él.

Aunque no acaba de dominar la técnica, intenta mantener una cubierta vegetal en el cultivo. Y cuando habla del abonado, piensa en los precios de los últimos años e ironiza: “ahora el fertilizante lo echamos con cucharilla”.

La frase, que no deja de ser un chiste, tampoco deja de encerrar una verdad profunda que conduce a reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro de la fertilización.

Un pasado con grandes lagunas de conocimiento y un abonado en desmesura, fruto de la ‘milagrosa’ experiencia de generaciones anteriores con el enriquecimiento mineral de las plantaciones.

Alegría productivista y desmedida que ha conducido a la situación actual del suelo agrícola, degradado por la erosión, la contaminación y la sobreexplotación. De ahí que en el presente se hable de análisis, de mediciones, de dosificación y optimización de las aplicaciones fertilizadoras.

Y de ahí que el futuro esté en esta dinámica, en el desarrollo de sistemas para conocer palmo a palmo la superficie que se cultiva y las necesidades de esta, así como las de cada cultivo y en sus situaciones agronómicas concretas. Sistemas, por otro lado, de precisión, para aplicar macro y micronutrientes, bioestimulantes, agua y cuanto sea necesario con la misma minuciosidad con que trabaja un chef de alta cocina en sus elaboraciones… incluso con la misma delicadeza.

José Luis Gabriel...
José Luis Gabriel, científico del INIA-CSIC y coordinador de la Red de Uso Eficiente del Nitrógeno en Agricultura (Ruena)

Se trata, en palabras de José Luis Gabriel, científico del INIA-CSIC y coordinador de la Red de Uso Eficiente del Nitrógeno en Agricultura (Ruena), de encontrar el “punto crítico a partir del cual todo lo que se aporta [a la planta] no sirve ya para mejorar su rendimiento y sí, sin embargo, para contaminar”. El objetivo es que cada kilo de fertilizante, “cada molécula”, haga su trabajo, sea absorbida y no deje restos ni emisiones contaminantes.

Gabriel admite que todas las actividades contaminan, pero asegura que se puede conseguir que lo hagan muy poco. Para eso están los grandes avances tecnológicos que nos acompañan, tanto en lo que se refiere a materias activas como al manejo práctico en el campo. “Hay un montón de novedades orientadas a mejorar la eficiencia”, indica; encapsulados, inhibidores de la nitrificación, aplicadores…

Reducir dosis, por tanto, es uno de los principios de la fertilización moderna. Y aunque pudiera parecer lo contrario, los fabricantes están de acuerdo con ello. Desde Yara, compañía con más de 100 años de existencia y una de las grandes referencias del sector, Mónica Sánchez tiene la certeza de que el suelo está degradado y erosionado porque “no ha sido suficientemente bien tratado” y de que es necesario recuperarlo.

El reto, explica, es hacer más con menos, porque tampoco ignora que con más población y menos recursos disponibles el esfuerzo ha de ser importante. “También hay falta de agua y sin ella el mejor fertilizante del mundo no funcionará", asegura para demostrar que no se trata de abonar por abonar.

La responsable de Agronomía de Yara repite la fórmula: “la cantidad justa en el momento oportuno y de acuerdo con la curva de asimilación de cada cultivo”. Para ello hay que conocer el suelo y realizar un balance de nutrientes; será preciso, también, saber cuál es la extracción de estos nutrientes que realiza el cultivo y reponerla. Es la única manera de llevar a cabo una fertilización “racional y sostenible”.

Mónica Sánchez, responsable de Agronomía de Yara Iberia
Mónica Sánchez, responsable de Agronomía de Yara Iberia.

¿Mineral u orgánica?

Los expertos están de acuerdo: ambas. Sánchez afirma que la mineral es esencial para reponer nutrientes; la otra, para mantener el suelo en las mejores condiciones, con buena estructura y textura, mayor capacidad para la retención de agua y más materia orgánica y disponibilidad para la nutrición de la planta. Es decir, la orgánica hace la cama, pero no cubre todas las necesidades nutricionales, “necesita mineralizarse”, concluye.

Desde el CSIC, José Luis Gabriel da un mayor margen de confianza al abonado orgánico y concibe la posibilidad de enriquecer la tierra exclusivamente con este tipo de materia, porque ya existe con un alto grado de tratamiento y puede llegar a la calidad de los fertilizantes minerales y sintéticos en contenido de nutrientes y homogeneidad. No obstante, admite que la mineral y la orgánica no son excluyentes y que probablemente “la combinación pueda ser lo ideal”. En qué proporción ya sería cuestión de estudio según los casos.

Javier Villegas, gerente de Departamento Agri y zona Centro en Koppert

Javier Villegas, gerente de Departamento Agri y zona Centro en Koppert.

Koppert es una empresa especializada en la protección biológica de cultivos que fabrica y comercializa bioestimulantes y otras materias orgánicas de apoyo al crecimiento de las plantas. Uno de sus directores comerciales, Javier Villegas, abunda en la idea de la combinación: “el futuro es una comunión de todos los sistemas para sumar y obtener el mayor número de kilogramos posible con el menor impacto”.

De nuevo, “más con menos”, el mantra de nuestros días y, de alguna manera, la versión agrícola del viejo sueño de los matemáticos: la cuadratura del círculo. En este caso, sin embargo, con más posibilidades de conseguirse.

La clave, según Villegas, está en el suelo. “Todo empieza en el suelo, y un suelo sano produce una planta sana y resiliente”, dice. A partir de ahí, controlar plagas y enfermedades será más fácil porque la fisiología de la planta colaborará.

Se trata de volver a una manera de cultivar que ya conocemos, una reingeniería que no es un paso atrás en el progreso, sino la respuesta a problemas que pueden llegar a ser muy serios, como el “terrible caos de sales” que tienen en Canadá, advierte. “El suelo no lo admite todo, hay que cuidar su estructura y su biología”, añade. Los microcanales de agua donde viven los nemátodos que luchan contra las plagas, por ejemplo.

Esto, ahora, es más fácil, porque existe un conocimiento sobre los insumos que antes no había y un enfoque agronómico también novedoso: “actuar antes de tener el problema”. Lo que requiere “criterio”, porque “la química no puede sustituir a la orgánica, que es el sostén de la biota del suelo, que es la que hace eficiente la fertilización”, pero tampoco se puede prescindir de la inorgánica, reflexiona, “si queremos ser productivos”.

En Koppert aseguran que los productos químicos nos son malos, sino que se ha hecho mal uso de ellos. También advierten sobre los tratamientos orgánicos: “si no están libres de antibióticos y metales pesados, tampoco valen”.

El mal uso, por tanto, es el enemigo. Mónica Sánchez comparte este pensamiento. Es el causante, por ejemplo, de los lavados hacia zonas subterráneas, uno de los “grandes problemas de España”. Pero el mal uso tiene su raíz en el desconocimiento, por eso la responsable de Agronomía de Yara aboga por el trabajo de extensionismo y considera la divulgación de las mejores prácticas “la labor más importante que se puede hacer en estos momentos”.

José Luis Gabriel abunda en la idea y la expresa con la sencillez de una práctica bien conocida por todos: “echa un saco más, por si acaso”. “Era barato y los agricultores no querían arriesgarse a perder rendimiento”, explica. Y añade: “ahora han visto que bajando la dosis se puede mantener este rendimiento y que todo lo que se echa de más, se pierde”.

Reducir dosis, por tanto, es uno de los principios de la fertilización moderna. Y aunque pudiera parecer lo contrario, los fabricantes están de acuerdo con ello

Y ahora…

El ser humano fertiliza, de manera lógicamente muy básica, desde prácticamente los inicios de la agricultura. Los primeros tratados que se conocen proceden de la Roma imperial, y desde ahí el procedimiento ha ido creciendo en importancia, complejidad… y necesidad. Porque una cosa es hacer más con menos y otra suspender una práctica que derrumbaría la producción de alimentos. Las hambrunas en Europa provocaron, recuerda Mónica Sánchez, la sintetización del nitrógeno por primera vez en 1905.

Evidentemente, los primeros fertilizantes fueron orgánicos y después aparecieron los minerales, hasta llegar a los sintéticos. Hoy, el más importante, el nitrógeno, es mayoritariamente sintético. El famoso Nitrato de Chile y el guano ya no se utilizan y la roca fosfórica se está agotando, aunque el fertilizante orgánico tiene fósforo suficiente y los suelos, mucho, pero no disponible para las plantas. José Luis Gabriel cuenta que se investiga para movilizarlo y que se pueda utilizar.

La investigación también trabaja bastante sobre la materia orgánica y los micronutrientes, y ha ofrecido muchas mejoras técnicas de presentación, uso y aplicación. Las abonadoras son más precisas, los sistemas de guiado evitan solapamientos, se fertiliza según el estado de cada zona… Se obtienen fórmulas de liberación lenta y acoplada al ciclo vegetativo; compuestos no solo de NPK, sino complementados con micronutrientes; formulaciones con microorganismos, extractos de algas… y se avanza muchísimo en las presentaciones de fertilizantes orgánicos.

También en la obtención sintética con energías alternativas al gas y de menor impacto ambiental. De hecho, los fertilizantes europeos, presume Sánchez, son los que menor huella de carbono tienen. Es una ventaja de la tecnología de catálisis patentada por Yara y cedida al resto de fabricantes del continente.

Pero, mientras los laboratorios hacen su trabajo, quizá el gran avance a pie de campo sea el “principio de la cucharilla”, es decir, la mínima dosis necesaria. Ahorra dinero y asegura suelo sano, alimentos y un modo de vida digno para el futuro.

Empresas o entidades relacionadas

Yara Iberian, S.A.U.

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