¿Cebadas de invierno, de primavera, o hay otras?
Las variedades de cebada y trigo se dividen tradicionalmente en tipos de invierno y primavera. Las primeras se siembran en otoño y se cosechan al final de la primavera o al principio del verano. Las segundas se siembran al final del invierno o en primavera (dependiendo de la latitud) y se cosechan en verano. En Europa, la distribución de las variedades de invierno y primavera está mediatizada por la crudeza del invierno y por la necesidad de evitar condiciones desfavorables para el llenado del grano al final de la estación. Así, por ejemplo, en los países escandinavos prácticamente no se cultiva cebada de invierno, que no sobreviviría a las fuertes heladas de la zona, mientras que en Alemania o Francia aproximadamente dos tercios de la cebada es de invierno [1]. Hay consenso sobre el hecho de que el ciclo de cultivo más largo de las cebadas de invierno permite un mayor rendimiento potencial, así que estas suelen ser las preferidas donde las condiciones lo permiten.
En España, la mayoría de la cebada se siembra en otoño, pero con la peculiaridad de que las variedades empleadas pueden ser de invierno o primavera. En muchas áreas de España, los inviernos son lo suficientemente suaves para que las variedades de primavera, habitualmente sensibles a las heladas, no tengan grandes problemas de supervivencia. Por supuesto, hay zonas como áreas de montaña y la Meseta Norte, en las que la siembra de variedades de invierno es, necesariamente, muy mayoritaria.
En los cereales, la denominación de 'variedades de invierno' se ha considerado sinónimo de variedades que requieren vernalización (un periodo de crecimiento en temperaturas bajas necesario para que el desarrollo posterior no sufra retrasos). Además, suelen experimentar una aceleración del desarrollo en los días largos y tienen resistencia a daños por heladas. Los genotipos de primavera no suelen tener requerimiento de vernalización, ni respuesta al día largo y suelen ser susceptibles a las heladas.
Sin embargo, esta clasificación es una simplificación excesiva de una diversidad biológica mucho más amplia. De hecho, tradicionalmente se ha solido añadir una nueva categoría de variedades, llamadas facultativas o alternativas, sin especificar muy bien que denominan esos calificativos, más allá de indicar que esas variedades se pueden sembrar en cualquier momento. En realidad, los tipos de cebada no se ajustan a una situación de blanco-intermedio-negro, sino más bien a toda una gama de grises, con adaptaciones a situaciones intermedias y a distintas combinaciones de duración del día y temperatura.
Nuevos descubrimientos
Aquí queremos presentar resultados de investigaciones recientes que revelan conclusiones inesperadas sobre la adaptación de la cebada en nuestro país. Estos resultados proceden de dos fuentes distintas. Por un lado, se han analizado en profundidad las variedades tradicionales españolas, guardadas en el Centro de Recursos Fitogenéticos del INIA. Estas variedades son las cultivadas tradicionalmente por los agricultores antes de la llegada de la mejora moderna. Las variedades mejoradas llegadas durante el siglo XX desplazaron a la gran mayoría de cebadas tradicionales, que sólo sobreviven en los bancos de germoplasma gracias al poco reconocido esfuerzo de la investigación pública. Los motivos de la sustitución varietal son complejos pero, en esencia, se resumen en una mejor adaptación de las variedades mejoradas a la agricultura moderna. La mayoría de las variedades locales tradicionales presentan excesiva altura y una tendencia al encamado cuando se combinan unos mínimos de fertilización y de disponibilidad de agua.
Entonces, ¿qué tiene de interesante el estudio de variedades obsoletas, sólo guardadas en bancos de semillas? El hecho de que tengan algunas características desfavorables no excluye que tengan también características favorables que hayan podido quedar ocultas y marginadas de la mejora actual. Esperamos que estas variedades tradicionales estén especialmente bien adaptadas a los ambientes locales y nos puedan ayudar a desentrañar los secretos de la adaptación. La historia de la cebada en España se remonta a varios miles de años, de modo que las variedades que llegaron al siglo XX son las supervivientes de siglos de enfrentarse a situaciones de estrés climático, plagas y, enfermedades. El resultado conjunto de la selección natural y de la selección artificial de los agricultores es un acervo genético que todavía está escasamente explotado.
En los ensayos en los que el rendimiento promedio fue superior a las 2,5 toneladas por hectárea, un conjunto de variedades antiguas y modernas procedentes de programas de mejora, evaluadas como testigos, superó claramente a todas las variedades tradicionales (Figura 1). Sin embargo, en ensayos de rendimientos inferiores a las 2,5 toneladas de promedio, un buen número de variedades locales fueron iguales e incluso mejores que todas las variedades mejoradas (26 en total). Aunque algunas de las mejores variedades actuales no llegaron a entrar en estos ensayos, este hecho pone de manifiesto el potencial de las cebadas tradicionales españolas para la mejora para nuestras condiciones. Una conclusión de este trabajo fue que la mejora había conseguido avances importantes para zonas con producciones medias (o, incluso más, para producciones altas), pero no había producido un avance significativo para zonas con producciones bajas en ambientes mediterráneos. La pregunta es inmediata: ¿podrían algunas de estas variedades tradicionales ser empleadas directamente en la agricultura actual? Es una pregunta todavía sin respuesta, que se podría abordar mediante la investigación. Tenemos una buena pista en la extraordinaria longevidad de la archiconocida variedad Albacete, que es un ejemplo de este tipo de variedades. Fue seleccionada por el Profesor Enrique Sánchez-Monge en Zaragoza hace más de 60 años y todavía se resiste a desaparecer. Su virtud es la de producir siempre algo, no importa cuándo se siembre ni lo poco que llueva. Lo que se conoce como una variedad segura, aunque difícilmente dará un rendimiento excelente en un buen año. Es posible que otras variedades tradicionales tuvieran un nicho en lugares donde los rendimientos sean consistentemente bajos (pues los años buenos se encamarán casi sin remedio), o sea, el nicho de Albacete.
Pero ese no fue el único resultado sorprendente. Ahora podemos asegurar que las variedades tradicionales españolas de cebada, aquellas seleccionadas por generaciones de agricultores durante siglos son, al menos de cuatro tipos distintos [4]. Al analizar sus respuestas fisiológicas y la secuencia de sus genes de adaptación a la temperatura y al fotoperiodo, encontramos que los dos grupos más numerosos no son fácilmente clasificables como tipos clásicos de invierno o primavera. Las necesidades de vernalización de estos dos grupos son de aproximadamente un tercio y dos tercios, respectivamente, de las que tienen las variedades ‘típicas’ de invierno (como muchas de las que se cultivan actualmente en España). Además, estas variedades habían estado distribuidas sobre el mapa de España en casi perfecta concordancia con las temperaturas invernales: el grupo con dos tercios de necesidad de frío procedía en su mayoría de la Meseta Norte, y el grupo con menores necesidades de periodo frío procedía de regiones del Sur, de la costa mediterránea y del centro del valle del Ebro. Y todas ellas presentaban una gran sensibilidad al fotoperiodo largo, su desarrollo se acelera extraordinariamente en días largos. Otras investigaciones en paralelo nos permitieron encontrar los genes (y sus formas específicas, los alelos) que eran responsables de esas diferencias. En este sentido, cabe destacar la serie de alelos encontrada en el gen principal de vernalización, VrnH1 [5]. Así que podemos concluir que los grupos mayoritarios de cebadas tradicionales españolas son de dos tipos de invierno intermedios, y que la necesidad de vernalización es uno de los principales mecanismos que han determinado la adaptación del cultivo y las preferencias de los agricultores en nuestro país.
Aparte de la evidencia indirecta de la posible ventaja de los formatos de adaptación de las cebadas tradicionales españolas, habría que probar si son de hecho más productivos que los típicos de invierno y primavera. Eso es un claro objetivo de investigación que está todavía pendiente de ser abordado de modo integral. Otros grupos europeos también han investigado este punto, concluyendo que los tipos invernales o facultativos son más productivos que los de primavera, en un extenso análisis llevado a cabo en varios países mediterráneos [6].
Por nuestra parte, disponemos de otra fuente de resultados muy relevante que responde parcialmente a esta pregunta. Desde hace unos 20 años, se lleva a cabo un programa nacional de mejora de cebada por centros públicos de investigación españoles (por desgracia, hay poca actividad privada de mejora de cebada en España). Se desarrolla actualmente por el CSIC en Zaragoza, y por el ITACyL de Valladolid, pero hasta hace dos años contaba también con investigadores y estaciones en Castilla La Mancha y Cataluña, cubriendo todas las zonas mayores de cultivo de cebada en nuestro país. Las mejores variedades obtenidas en este programa se han licenciado a empresas, por lo que son fáciles de encontrar en el mercado (Cierzo, Estrella, Yuriko). Estas variedades han pasado los ensayos de registro y han quedado muy bien clasificadas en los ensayos de GENVCE, así que su potencial agronómico está bien demostrado.
Un análisis retrospectivo de las líneas avanzadas de los mejores cruzamientos que se han hecho en el programa de mejora, reveló que la mayoría combinaban un parental de invierno típico con otro de tipo intermedio español [7]. Además, se puso claramente de manifiesto que el formato de adaptación español, con un alelo específico en el gen VrnH1 (en concreto, el que se corresponde con la necesidad de un tercio del periodo de frío que requieren las variedades de invierno) estaba asociado a mayores rendimientos y era seleccionado consistentemente frente al tipo invernal, como en las tres variedades mencionadas en el párrafo anterior. Hay que remarcar que la selección se hacía teniendo en cuenta los rendimientos en las cuatro comunidades citadas en el párrafo anterior, por lo que las líneas avanzadas examinadas presentan una adaptación amplia a prácticamente todo el país.
Esta observación, extremadamente consistente, se ha visto confirmada por experimentos independientes dirigidos a buscar las regiones del genoma que tienen mayor efecto sobre el rendimiento. Estos experimentos se realizaron con descendencias de cruzamientos de variedades élite. De nuevo, el gen principal de vernalización VrnH1 se reveló como el principal gen asociado al rendimiento, especialmente en los ensayos más templados, en los que la vernalización pudo ser insuficiente [8].
Estos datos empíricos refrendan la importancia de las variedades de tipo intermedio para zonas con inviernos no tan fríos como los de Centroeuropa, como pueden ser los de una parte importante de España. Creemos que estos mecanismos no están suficientemente probados ni explotados en la mejora de la cebada actual, y que pueden tener un papel no sólo en nuestro país, sino en una región más amplia, dado el escenario de cambio climático al que nos enfrentamos.
Por supuesto, existen otros muchos factores que afectan a la productividad de la cebada, que no tratamos aquí. Las mismas variedades locales pueden poseer otros mecanismos de adaptación distintos de los relacionados con las respuestas a la temperatura y a la duración del día. Por ejemplo, actualmente, estamos investigando caracteres relacionados con tolerancia a la sequía. Nuestro propósito es llamar la atención sobre aspectos fundamentales de la adaptación de la cebada, con gran relevancia agronómica, que no han recibido la atención que merecen hasta ahora.
Esperamos que estos descubrimientos animen a las empresas interesadas en la I+D+i de cereales a ampliar la exploración del germoplasma de cebada para intentar obtener variedades mejor adaptadas a los ambientes mediterráneos.
Referencias bibliográficas
[1] Garstang JR, JH Spink, M Suleimenov, WF Schillinger, RH McKenzie, DL Tanaka, S Ceccarelli, S Grando, BH Paynter, NA Fettell. 2011. Cultural Practices: Focus on Major Barley-Producing Regions. En: Barley: Production, Improvement, and Uses, 221-281. SE Ullrich, ed., Wiley-Blackwell, 2011.
[2] Igartua E, MP Gracia, JM Lasa, B Medina, JL Molina-Cano, JL Montoya, I Romagosa. 1998. The Spanish barley core collection. Genetic Resources and Crop Evolution 45:475-481.
[3] Yahiaoui S, A Cuesta-Marcos, MP Gracia, B Medina, JM Lasa, AM Casas, FJ Ciudad, JL Montoya, M Moralejo, JL Molina-Cano, E Igartua. 2014. Spanish barley landraces outperform modern cultivars at low-productivity sites. Plant Breeding 133:218-226.
[4] Yahiaoui S, E Igartua, M Moralejo, L Ramsay, JL Molina-Cano, FJ Ciudad, JM Lasa, MP Gracia, AM Casas. 2008. Patterns of genetic and eco-geographical diversity in Spanish barleys. Theoretical and Applied Genetics 116:271-282
[5] Casao MC, E Igartua, I Karsai, PR Bhat, N Cuadrado, MP Gracia, JM Lasa, AM Casas. 2011. Introgression of an intermediate VRNH1 allele in barley (Hordeum vulgare L.) leads to reduced vernalization requirement without affecting freezing tolerance. Molecular Breeding 4:475-484
[6] Francia E, A Tondelli, F Rizza, FW Badeck, OLD Nicosi, T Akare, S Grando, A Al-Yassin, A Benbelkacem, WTB Thomas, F van Eeuwijk, I Romagosa, AM Stanca, N Pecchioni. 2011. Determinants of barley grain yield in a wide range of Mediterranean environments. Field Crops Research 120:169-178.
[7] Igartua E, E Mansour, CP Cantalapiedra, B Contreras-Moreira, MP Gracia, P López-Fuster, J Escribano, JL Molina-Cano, M Moralejo, FJ Ciudad, WTB Thomas, I Karsai, AM Casas. 2015. Selection footprints in barley breeding lines detected by combining genotyping-by sequencing with reference genome information. Molecular Breeding, en prensa.
[8] Mansour E, AM Casas, MP Gracia, JL Molina-Cano, M Moralejo, L Cattivelli, WTB Thomas, E Igartua. 2014. Quantitative trait loci for agronomic traits in an elite barley population for Mediterranean conditions. Molecular Breeding 33:249-265.