"Mi robot no me rinde"
15 de abril de 2008
El científico japonés Shigeki Sugano asegura que en 2015 creará y comercializará un modelo que podrá ayudar a ancianos en el hogar y trabajar en oficinas. ¿Se habrá vuelto loco el nipón? Puede. ¿Demasiado pescado crudo? Quizás. En su favor, hay que decir que, a finales de 2007, el investigador sorprendía al mundo con Twendy-One, un robot de aspecto humano (en realidad, se parecía más a E.T.), capaz de levantar de la cama a un anciano, prepararle y servirle el desayuno e, incluso, de conversar con él.
El robot costó siete años de intenso trabajo y millones de dólares. Mucho tiempo y mucho dinero, más teniendo en cuenta que en estos quehaceres pringamos todos, todos los días y gratis. ¿Por qué? La administración nipona e infinidad de compañías, universidades e institutos de investigación llevan años invirtiendo en esta tecnología, y no sólo para aplicaciones industriales. La robótica puede ser una forma de paliar en el futuro los efectos del envejecimiento de la población japonesa, uno de los principales problemas a los que se enfrenta el país en la actualidad. A día de hoy, el 10 por ciento de la población es mayor de 75 años, mientras que los menores de 14 tan sólo representan el 13,5 por ciento. Además, las parejas, en su mayoría, sólo tienen hijos si están casados y la media de edad para pasar por la vicaría es cercana a los 30 años. En 2007, Japón registraba 1,3 nacimientos por mujer y una esperanza de vida media de 82 años. Según los demógrafos, en 2050 la población japonesa pasará de 127 a 100 millones, y en 2100 caerá a 64. De seguir así, afirman, los japoneses se extinguirán en pocos siglos.
El Gobierno nipón ha adelantado que en 2055 el 40 por ciento de la población pertenecerá a la tercera edad. Entonces, ¿quién cuidará de estos ancianos? Pues E.T. y todos los robots que durante estos años hayan desarrollado los científicos. Surrealista, sí, pero parece que no hay muchas más opciones. Los robots ya pueden limpiar, cocinar y ocuparse de gran parte de las tareas del hogar. Los hay incluso que extraen piezas de un molde. Quizás no nos sorprendan en unos años frases como “Dile al robot que le de la pastillita al abuelo” o “Mi robot no me rinde” (dichas en japonés, claro).