Estimado amigo. Como sabes, esta revista que tienes en tus manos y que probablemente influye de forma decisiva en tu vida profesional y personal (¿quién no se ha llevado un ejemplar de Plásticos Universales a su casa, para enseñar a los niños?) organiza todos los años una reunión a la que invita a todos aquellos que venden máquinas para el moldeo por inyección en España, o que al menos lo intentan. Este año 2008 no podía ser menos y así lo hicimos, en enero, principalmente con el objetivo de conocer el número de máquinas vendidas en España y otros detalles. El resultado del estudio, al que por cierto acudieron la práctica totalidad de los suministradores, es un secretito entre ellos y nosotros, los de la revista, ya sabes, la que influye de forma decisiva en tu vida profesional y personal. Pero como el que suscribe padece cierta incontinencia verbal que irremediablemente desemboca en una incontinencia escribana, te diré algo, amigo lector: que en 2007 se vendieron tantas máquinas como en 2006. ¿Qué, cómo te has quedado? No contestes todavía, espera a leer las opiniones de los proveedores de máquinas que encontrarás unas páginas más adelante. Te darás cuenta de que sólo sabes que no sabes nada, con todos mis respetos, sin ánimo de ofender. Con el tiempo, conforme van pasando los años, uno se decanta por la fe en las cosas o por el escepticismo radical. Es decir, ya no sabes qué son datos, qué son opiniones, qué es verdad, qué es mentira absoluta. Dudas de todo o te decantas por la fe ciega, la fe a pesar de todo.
La cosa es que esto de estar todos juntos en una misma sala genera un debate de lo más interesante y se nos ocurren cosas. Por ejemplo, Jaime Rosales, ganador del Goya al mejor director de 2008, recibió en junio del año pasado un e-mail en el que se le invitaba a participar en un juego: reunirse un fin de semana en un caserío en Lasarte (Guipúzcoa) con otros cuatro jóvenes directores de cine que no conocía, para hablar, ver cine y pensar. Todo se grabaría y su reto era sobrepasar los límites del cine en dos películas de dos a ocho minutos cada una; tenían un mes para rodarlas. El resultado se expone en centros de arte y festivales. Traído esto a lo nuestro, ¿por qué no aprovechar nuestra reunión para crear entre todos la inyectora perfecta? Sería una inyección de alegría para el sector. Una máquina pensada por los que están todos los días al pie del cañón, con respuestas a lo que los clientes les dicen, la máquina perfecta.