Por unas carreteras sostenibles
17 de julio de 2009
En un mundo globalizado, donde el movimiento de personas y mercancías está experimentando un notable crecimiento, un transporte que quiera llamarse sostenible debe, además, garantizar seguridad y comodidad en los desplazamientos, ser económico y socialmente rentable y contribuir a elevar la riqueza de un país.
Para alcanzar esa sostenibilidad viaria no hay un único camino, sino que cada país, con sus circunstancias económicas, geográficas y sociales, tendrá que diseñar el sistema más adecuado a sus necesidades. Sin embargo, los técnicos coinciden en que existen unos principios generales y unas prácticas comunes que pueden considerarse aplicables a todos los estados.
La Federación Internacional de Carreteras (IRF, por sus siglas en inglés) -previa consulta a las instituciones gubernamentales, los grupos políticos y los agentes sociales- se ha propuesto identificar cuáles son esas prácticas comunes para elaborar una serie de recomendaciones de alcance global en el ámbito viario. Con esta premisa, el grupo de trabajo sobre ‘Carreteras Sostenibles’ de la Federación Europea de Carreteras (la oficina de la IRF en Bruselas) trabaja en el documento ‘Principios sobre Carreteras Sostenibles’, que será el primero de una serie de informes que pretenden abordar la infraestructura viaria desde el punto de vista medioambiental, social y económico. Este grupo de trabajo está presidido por la Asociación Española de la Carretera (AEC) que tiene como subdirectora general técnica, Elena de la Peña.
Recomendaciones
Algunas de las recomendaciones más importantes expuestas en el mencionado documento, que actualmente ultima la IRF, pasan por optimizar el diseño de carreteras con el objetivo de reducir el consumo energético en la construcción y explotación, evitar la fragmentación de los hábitats, utilizar materiales reciclados y la generalización de la estabilización de suelos.
Otras actuaciones que aconseja poner en práctica el texto ‘Principios sobre Carreteras Sostenibles’ van dirigidas a preservar las zonas de especial valor ambiental, de manera que, cuando se planifiquen y diseñen carreteras en zonas sensibles, se tengan en cuenta criterios específicos. En España, la Junta de Andalucía desarrolló, con la colaboración de la AEC, el ‘Libro Blanco de las carreteras y los espacios naturales protegidos de Andalucía’, un documento en el que precisamente se detallan las claves para la protección de esas áreas naturales de especial valor ambiental.
En armonía con el medio ambiente
Por otro lado, la IRF pretende también potenciar el uso del calculador de gases de efecto invernadero, una herramienta presentada el pasado año por la IRF que permitiría armonizar un procedimiento para contabilizar la emisión de CO2 y de otros gases en los proyectos de construcción y mantenimiento de carreteras. Supone, pues, contar con un sistema fiable, accesible y seguro para la industria viaria en general y, especialmente, para las empresas de construcción y equipamiento, así como para las agencias medioambientales de los distintos gobiernos.
La apuesta de la IRF es, en definitiva, reducir el impacto del transporte viario en el medio ambiente y poner de relieve sus valores como servicio al ciudadano y fuente de riqueza. De hecho, no es la carretera el modo más contaminante si se tiene en cuenta su elevada participación en el reparto de viajeros y mercancías y si se comparan los gramos de CO2 emitidos por viajero y kilómetro recorrido en cada uno de los modos.
En este sentido, la Agencia Europea de Medio Ambiente señala, en su informe ‘Climate for a transport change’, que los autobuses con tasas de ocupación elevadas presentan unas emisiones de 45-80 gramos por viajero y kilómetro; los turismos respetuosos con el medio ambiente llegan a 100-150, mientras que el tren de alta velocidad alcanza los 80-165 gramos y los vuelos de corta duración entre 77 y 240.
Según un estudio noruego elaborado por el Grupo Sintef -organización especializada en desarrollo sostenible- y titulado ‘Los beneficios medioambientales de mejorar las infraestructuras viarias’, bastaría reformar adecuadamente el trazado y la plataforma de una carretera existente para disminuir de forma importante la contaminación del tráfico rodado.