Muévase quien pueda

“Haced algo y, si no resulta, haced otra cosa”. Franklin D. Roosevelt.

Hoy, con relación a la crisis, las empresas pueden dividirse en dos categorías: las que van a perecer y las que van a subsistir. Si está usted convencido de que la suya está en el primer grupo puede dejar de leer aquí y dedicar su tiempo a pensar en un nuevo trabajo o un nuevo proyecto. Pero si no lo está, le ruego que prosiga. Las empresas que van a superar la crisis, que son la mayoría, se dividen a su vez en dos subcategorías: las que van a salir debilitadas y las que saldrán reforzadas una vez la economía recobre la senda del crecimiento. Que su empresa se ubique en una u otra de esas dos subcategorías depende únicamente de la estrategia que adopte durante los meses que dure la crisis.

Es comprensible que, ante la brusca caída de la demanda en muchos sectores de la industria, unida al crecimiento de la morosidad y a las dificultades financieras, la mayor parte de empresas se hayan visto obligadas a realizar drásticos ajustes y la mayor parte de proyectos de expansión y de modernización se hayan visto paralizados. Sin duda, la actitud cicatera de la banca está teniendo mucho que ver en esto. Es razonable por tanto que, en la primera fase de la crisis y ante el pesimismo general alimentado por instituciones y gurús financieros, las estrategias empresariales se vean orientadas por un criterio de máxima prudencia y, incluso aquellas que se encuentran en mejor situación comercial y financiera, hayan optado por el prudente 'wait and see'. Hemos pasado del exceso de confianza al exceso de cautela y casi nadie se mueve. La bruma de la incertidumbre difumina un paisaje dominado por una tensa quietud.

Sin embargo, tal como nos enseñó Séneca, muchas cosas no nos atrevemos a emprenderlas, no porque sean difíciles en sí, sino que son difíciles porque no nos atrevemos a emprenderlas. Por eso, una vez superado el shock inicial, evaluados los daños y corregidos los desajustes, las empresas que estén en condiciones de moverse tiene ante sí la mejor de las oportunidades para obtener ventajas decisivas con relación a sus competidores. Ventajas que, en otro contexto, tal vez tardarían décadas en alcanzar o, simplemente, no podrían lograrlo jamás.

Así que, los que puedan invertir, que inviertan ahora. Los que puedan comprar una nueva máquina para mejorar su productividad o ampliar su gama de productos no encontrarán un momento mejor. Los fabricantes o distribuidores le ofrecerán descuentos y condiciones financieras increíbles. Si pensaba cambiar de nave industrial o de oficina tiene ante sí el mejor escenario posible para encontrar las mejores ofertas. Si había decidido reducir su publicidad, olvídelo, haga más publicidad que nunca. El impacto mediático de las campañas en épocas de crisis aumenta su potencia de forma espectacular. Si tenía pensado montar un nuevo negocio, emprender una aventura empresarial o profesional, hágalo ahora. Aproveche estos meses para diseñar la estrategia, adquirir los activos y encontrar y formar al personal. Se beneficiará al máximo de la inercia que generará la recuperación económica. Y si forma usted parte de la inmensa mayoría de la población asalariada que no va a perder su empleo ni verá reducidos sus ingresos, piense seriamente en cambiar de vivienda, de mobiliario, de electrodomésticos o de coche. No habrá, en muchas décadas, un momento más favorable.

El mundo es de los audaces, de los emprendedores que saben intuir el momento adecuado para avanzar, de los que son capaces de alzar la cabeza por encima de la densa niebla de pesimismo que parece impregnarlo todo, y mirar un poco más allá. Como dejó escrito el poeta Thomas Eliot: “sólo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos pueden descubrir qué tan lejos se puede llegar”.