Impactos ambientales en minería metálica
A. Toro1, J.I. García de los Ríos-Cobo1, O. Fadón1, R. Cabrera1 y P. Acebes2
1SIEMCALSA, Parque Tecnológico de Boecillo 47151 Avda. Rodrigo Zamorano 6, Boecillo (Valladolid) atoro@siemcalsa.com, jignacio@siemcalsa.com, ofadon@siemcalsa.com, rcabrera@siemcalsa.com
2CARTIF, Parque Tecnológico de Boecillo Parcela 205, 47151 Boecillo (Valladolid) pedace@cartif.es
18/02/2020Este análisis se enmarca dentro del proyecto de investigación ESMIMET que es financiado por la Unión Europea en el marco del programa FEDER Interreg Poctep 2014-2020. El proyecto pretende, entre otros objetivos, la caracterización de los yacimientos de W-Sn y metales asociados (Nb, Ta, Be, Bi, etc.) de Castilla y León y las regiones Centro y Norte de Portugal con el propósito de establecer unas posibles guías de prospección que sean de aplicación universal en la exploración de este tipo de yacimientos (Acebes et al. 2018).
En este trabajo se exponen, de una manera resumida y generalista, los aspectos principales que condicionan los impactos asociados a la minería metálica y las principales medidas correctivas que se deben implementar para aminorarlos (Ayala- Carcedo, 1991 y 1998).
La actividad minera y el impacto ambiental
Para el aprovechamiento de los recursos que albergan los yacimientos minerales se utilizan diversos métodos de explotación que genéricamente se clasifican en dos grupos: explotaciones subterráneas y a cielo abierto (fig. 1).
Desde el punto de vista del impacto ambiental y la restauración de terrenos afectados, las labores que originan una mayor alteración son las relacionadas con la minería a cielo abierto, pues son las que dan lugar, por lo general, a grandes huecos de explotación y a importantes depósitos de estériles. No obstante, las actividades subterráneas presentan una problemática algo similar, pues también precisan de espacio para la realización de obras de infraestructura, instalaciones mineras y mineralúrgicas, depósitos de estériles, etc. En este caso, los cambios morfológicos no son tan acusados, pero los terrenos bajo los que se sitúan las labores mineras sí pueden verse afectados como consecuencia de subsidencias o cambios hidrológicos.
Las evaluaciones de impacto ambiental en minería constituyen una buena herramienta de actuación de tipo preventivo que destacan por su globalidad. El objetivo de estas evaluaciones es identificar, predecir, prevenir, corregir y comunicar las alteraciones ambientales producidas por las actividades extractivas, desde la investigación y explotación minera hasta el procesamiento de las sustancias a beneficiar (Ayala-Carcedo, 1991 y 1998).
Esta metodología es la más lógica y racional de proceder ya que posibilita realizar modificaciones durante la fase de operación minera encaminadas a conseguir una recuperación de los terrenos afectados lo más rápida y efectiva posible y al menor coste económico, garantizándose la compatibilidad de la minería con respecto al medio ambiente en donde se desarrolla.
El primer paso a realizar consiste en identificar, para posteriormente poder valorar, los efectos previsibles que ocasionará la actividad minera proyectada sobre los diferentes factores ambientales, para cada alternativa minera examinada.
Tras analizar cuidadosamente todos los trabajos previstos en un proyecto minero y en sus diferentes fases de ejecución, es necesario realizar un estudio para valorar la afección de cada acción a desarrollar sobre cada elemento constituyente del medio ambiente. Las principales afecciones que un proyecto minero pueden ocasionar sobre el medio ambiente son alteraciones de tipo: visual y modificación de la estética del paisaje, por contaminación del aire y de las aguas, por ruidos y vibraciones, por cambios en la morfología y los suelos, en la vegetación y la fauna (incluyendo directiva Hábitats y a la Red Natura 2000), por afecciones al patrimonio cultural o por alteraciones socioeconómicas.
Alteración visual y modificación de la estética del paisaje
Se trata de una de las afecciones de mayor dificultad a la hora de cuantificarla, puesto que está muy condicionada a la subjetividad, aunque sin duda es una de las principales que se deben considerar.
Se basa en el análisis de la afección ocasionada por una explotación minera sobre las cualidades del paisaje. Depende de factores múltiples y de naturaleza variada, siendo los principales, la superficie a afectar, las alturas generadas, la creación de infraestructuras, las instalaciones, la duración de la actividad minera, así como de la fragilidad visual y calidad del paisaje.
Para ello, es necesario definir y delimitar las unidades de paisaje que cubren la totalidad del territorio que rodea a la futura explotación y que se configuran como cuencas visuales, divisiones del relieve, masas de vegetación, etc.
Durante el tiempo en que la actividad minera esta en operación es prácticamente inevitable que ésta, especialmente las zonas altas de las cortas programadas y las áreas que precisen ser despojadas de la vegetación original, ofrezca un considerable contraste con el fondo escénico (figs. 1 y 2), el cual puede ser parcialmente paliado mediante el establecimiento de algunas barreras vegetales temporales o definitivas que pueden llegar a ser muy efectivas. En el caso de la minería de interior, estas afecciones son de mucha menor entidad.
Tras pasar revista a los diferentes factores que componen el paisaje se puede llegar a la conclusión de que la actividad minera ocasiona una alteración, en cierto modo, casi siempre negativa, aunque no tiene porqué ser severa. Tras la aplicación de una serie de medidas preventivas y correctoras la alteración paisajística puede llegar a ser considerada como moderada.
Las principales cualidades del paisaje que se suelen tener en cuenta a la hora de determinar esta afección son: la visibilidad, la calidad paisajística y la fragilidad visual del paisaje.
El término visibilidad se refiere a la superficie visualmente afectada por la actividad minera a desarrollar. Para determinarla se utilizan dos parámetros: la cuenca visual (superficie del espacio natural visible desde la explotación y sus instalaciones o, al revés) y la susceptibilidad (relación del posible observador con el paisaje).
En el caso de que la actividad minera se vaya a desarrollar en un medio rural, la visibilidad se suele restringir al entorno próximo, estando muy limitada por un escaso número de observadores potenciales, afectando a unas superficies transitadas tan solo por los lugareños, por lo que la visibilidad puede considerarse como escasa.
Normalmente la acumulación de estériles mineros (escombreras) son un punto clave de afección visual ya que causan un marcado contraste cromático con respecto al terreno circundante, mucho mayor por los tonos claros que tienen estos materiales durante la fase constructiva de la escombrera (fig. 2), si bien, eligiendo una geometría de suaves pendientes y formas adaptadas a la topografía circundante, la alteración cromática puede quedar reducida de manera considerable (fig. 3).
Las actuales técnicas disponibles de revegetación, con el aporte previo de suelos adecuados y un programa de seguimiento periódico de los trabajos de revegetación realizados, pueden conseguir la integración casi total de estas estructuras en el entorno tal y como puede apreciarse en las siguientes ilustraciones (figs. 3 y 4).
Las cortas de explotación y las escombreras exteriores suelen ser visibles a media distancia (entre 2- 6 km), por tratarse de estructuras de gran volumen y cierta altura. Una vez restauradas y reperfiladas morfológicamente estas estructuras pueden llegar a alcanzar un elevado grado de integración en el paisaje circundante (fig. 4).
La calidad paisajística es el valor intrínseco de un entorno, es decir, valores estéticos, históricos, culturales, etc. También se podría definir como el grado de excelencia de un paisaje, su valor para no ser alterado. La calidad paisajística es el principal factor del paisaje que se ve afectado por la introducción de elementos artificiales nuevos derivados de la actividad minera.
Para valorar tanto la calidad como la fragilidad del paisaje, hay que analizar los distintos elementos que la caracterizan, tanto los elementos físicos como los meramente plásticos o estéticos. Dentro de los elementos físicos hay que valorar el medio inerte (geología, relieve, morfología, hidrología, suelo), el medio biótico (vegetación y fauna) y el medio humano (usos del suelo, construcciones, vías de comunicación, desechos). Dentro de los elementos plásticos hay que estudiar las formas (topografía o relieve), la textura de los elementos que cubren las formas (suelos, vegetación, cultivos, construcciones), el color (intensidad, brillo, etc.) y la estructura general (composición espacial de los tres anteriores, y discontinuidades).
La actividad minera producirá un cambio permanente en las formas del relieve característico de la zona motivado por la apertura de los huecos mineros y las escombreras exteriores. Por el contrario, los cambios producidos por otras instalaciones mineras, como son las balsas de agua, las pistas de acceso, la planta de tratamiento y los edificios auxiliares solo mermarán la calidad del paisaje durante la fase de actividad minera.
La fragilidad visual del paisaje es el factor más ligado al entorno próximo del punto. La fragilidad o vulnerabilidad visual es un concepto que trata de cuantificar la capacidad que posee un paisaje para absorber las actuaciones humanas o ser visualmente perturbado por ellas, es decir es la capacidad de respuesta de paisaje cuando sufre una alteración de sus propiedades intrínsecas.
Existen una serie de factores influyentes en la fragilidad; unos de tipo biofísico (suelo, cubierta vegetal, ...), otros perceptivos, histórico-culturales, etc. Cuando el entorno presenta una indudable calidad paisajística, y es relativamente alta la fragilidad visual del paisaje, las características cromáticas variarán sustancialmente en la zona de actuaciones, especialmente mientras dure la actividad minera. Tras su cese, es posible que tan solo se aprecien variaciones cromáticas en las zonas altas de aquellas cortas ubicadas a media ladera.
La capacidad del paisaje para absorber contrastes (fragilidad paisajística) está directamente relacionada tanto con la intensidad de los mismos como con la distancia desde la que se pueden apreciar. En general, la distancia en la que se mide la calidad visual del entorno inmediato suele situarse entre los 500 - 700 m, considerándose que a una distancia superior a 3 km el impacto se diluye y es casi nulo para la agudeza visual humana.
Alteraciones por contaminación del aire
En una explotación minera la polución del aire es debida a diversas sustancias que pueden clasificarse en gases y vapores y partículas sólidas.
Las fuentes de contaminación atmosférica pueden ser lineales (un camino), móviles (el tubo de escape de un vehículo), fijas (un compresor) y fugitivas (las escombreras).
El impacto ocasionado por los agentes contaminantes está estrechamente ligado a las condiciones atmosféricas (pluviometría, vientos o inversiones térmicas) reinantes en el entorno en donde tiene lugar la actividad minera.
Las emisiones a la atmósfera más significativas son debidas a las partículas generadas fundamentalmente durante el proceso de extracción de mineral y su posterior tratamiento. A ellas hay que añadir las procedentes del tráfico rodado (vehículos, maquinaria, etc.) y las que se producen durante las operaciones de manipulación de material acopiado.
Los gases y vapores son el resultado de la detonación de explosivos en la explotación minera y de las emisiones de los motores de combustión interna procedentes de la maquinaria minera, de las instalaciones fijas, los grupos generadores de gasóleo, los compresores de aire, hornos, etc.
Las partículas sólidas en suspensión (polvo) se producen por la acción del viento sobre superficies excavadas, por la realización de voladuras, por el tránsito de vehículos o por la acción de cierta maquinaria, tanto en el tajo minero como en el proceso de tratamiento del mineral (fig. 5).
La cantidad de polvo generado por las voladuras es mínimo en comparación a otras fuentes que tienen lugar en una explotación minera. Tiene un carácter puntual, limitado al momento en que se produce la detonación de los explosivos.
La cantidad de polvo generado en las pistas de circulación es significativa, tanto en mina como en planta, y depende en gran medida de la época del año, condiciones climatológicas y humedad ambiental.
La cantidad de polvo generado en las escombreras depende de la granulometría del material acopiado, siendo mucho mayor en las escombreras de rechazos de planta que en las que se acumulan estériles de mina. Otro factor condicionante de las emisiones es el régimen de vientos, siendo a velocidades superiores a 15 m/s cuando los efectos empiezan a ser muy significativos.
Otra fuente generadora de partículas en suspensión tiene su origen en las etapas de machaqueo y trituración del mineral que tienen lugar a su entrada en la plantas de concentración. Los focos de emisión más importantes son las cintas, los equipos de trituración y molienda y las cribas clasificatorias.
Al no existir una legislación específica en la cual se establezcan valores límites para la protección de ecosistemas en relación a la concentración de partículas, los estudios se centran en la evaluación de la concentración en inmisión de las sustancias emitidas en relación al cumplimiento de la legislación vigente referente a la valoración y gestión de la calidad del aire, así como en la identificación de posibles afecciones sobre zonas especialmente sensibles como núcleos de población cercanos y zonas de especial interés medioambiental. Como criterio de evaluación se suelen utilizar los valores límites establecidos en el R.D. 102/2011 para la protección de la salud humana en relación a la concentración de partículas:
- Valor límite diario (protección de la salud): Percentil 90,41 = 50 µg/m3 de PM10.
- Valor límite anual (protección de la salud): Media anual = 40 µg/m3 de PM10.
Alteraciones por ruidos y vibraciones
Para cuantificar dicha afección es preciso identificar cuáles son las fuentes emisoras para actuar sobre ellas si se superan los límites legales establecidos (establecimiento de medidas preventivas y/o correctoras) o de lo contrario, establecer barreras artificiales que limiten su propagación.
La actual legislación en esta materia establece que la medición de ruido de inmisión se realizará, para el exterior de recintos, a 1,5 metros de las fachadas o límites de las propiedades que puedan estar afectadas por la inmisión de los niveles sonoros.
En cuanto a las vibraciones la actividad minera también están sometidas a una normativa específica orientada a evitar daños a bienes inmuebles, siendo las voladuras las que mayor afección pueden ocasionar. Por este motivo, en la etapa previa al comienzo de la actividad, es práctica habitual proceder a medir las vibraciones originadas por las voladuras de ensayo en un radio de 1 km, así como las generadas en la planta de tratamiento mineral. Los valores obtenidos de las mediciones son utilizados para determinar las cargas máximas operantes.
A grandes rasgos, las principales fuentes generadoras de ruido y vibraciones se pueden agrupar de la siguiente manera:
Maquinaria asociada a la explotación mineral, tales como carros perforadores para la realización de voladuras, labores puntuales de desbroce, carga y transporte de tierra vegetal hasta acopio o lugar de empleo, carga y trasporte de mineral a planta de tratamiento y carga de estéril y transporte a escombrera, mantenimiento de pistas mineras y bermas de escombrera, maquinaria para la alimentación a la planta de tratamiento, realización de desbastes y afinos de los taludes de escombrera y extendido de tierra vegetal, así como medios auxiliares como vehículos todo terreno, coches, cuba de gasóleo (fig. 6).
Otra fuente importante generadora de ruidos son las voladuras. Se trata del ruido más importante por volumen, aunque su duración es mínima.
Maquinaria asociada a la planta de tratamiento mineral en la que es posible diferenciar tres tipos de instalaciones generadoras de ruido y vibraciones: una asociada al machaqueo, trituración/cribado/molienda; seguido de una etapa de separación gravimétrica, electrostática, por densidad, etc. de la que se obtiene un preconcentrado; y una etapa final de flotación que origina un concentrado mineral limpio de impurezas (fig. 6).
Dentro de las infraestructuras auxiliares de superficie se pueden incluir las: plantas de tratamiento de aguas de proceso, balsas de almacenamiento de aguas limpias de proceso y de almacenamiento de aguas de escorrentía, zonas de acopios de mineral, depósitos de recepción de aguas de escorrentía procedentes de acopios de mineral, estériles, oficinas, talleres y otros.
Las vías de tránsito son también una fuente habitual de polvo y ruido. Para modelar el ruido ocasionado por la maquinaria al circular, se suelen diferenciar tres tipos: salida camiones de la mina a la zona de acopio de estériles, salida de maquinaria de la explotación con destino a la zona de descarga de la planta de machaqueo y la entrada de vehículos a las instalaciones mineras. En este apartado se incluyen el ruido y las vibraciones ocasionadas por la maquinaria que transporta los estériles a escombrera o el mineral a la planta de concentrado y que son ocasionados básicamente por los dumpers rígidos y los camiones articulados (fig. 7).
Alteraciones en la morfología y los suelos
Una de las alteraciones más inmediatas ocasionadas por el inicio de una actividad minera es la ruptura de las formas originales del terreno (alteraciones morfológicas), produciendo cambios en la topografía como consecuencia de la extracción del mineral y de los acopios de los estériles generados, así como de las instalaciones y construcciones anexas. Ello trae consigo el cambio del uso tradicional del terreno, pasando de agrícola, ganadero, etc. a ser destinado a actividades extractivas.
Tras finalizar la actividad extractiva o bien durante su vida (minería de transferencia), no todos los huecos generados pueden quedar totalmente rellenados con los estériles generados (de mina y de planta de tratamiento), bien por el efecto de esponjamiento o bien por la imposibilidad técnica de realizarlo (caso de cortas abiertas en media ladera). En estos casos, el exceso de material que no tiene cabida en los huecos minados tiene que ser almacenado de manera permanente en escombreras exteriores, cuya morfología destaca, en mayor o menor medida, con respecto a la morfología del entorno original.
La retirada de la cobertera vegetal y la ausencia de vegetación de estas estructuras durante su fase operativa incrementan los procesos erosivos que pueden desencadenar una alteración geomorfológica inducida. En la mayoría de los casos el agente erosivo natural más peligroso es el agua, cuyos efectos se ven fuertemente reforzados por las fuertes pendientes (fig. 8). Como consecuencia de ello, se pueden producir fenómenos de sedimentación aguas abajo, lo que requiere, para su control, de la construcción de depósitos de recogida y depuración. Para minimizar los procesos erosivos se crean cunetas perimetrales e internas dentro de las escombreras y las explotaciones mineras que recogen las aguas de lluvia y las conducen fuera de ellas a los depósitos construidos a tal fin. La importancia de estas alteraciones depende en gran medida del tipo de explotación y su tamaño.
La ocupación de los terrenos necesarios para la construcción de las infraestructuras mineras, cortas y escombreras, diques de aguas y planta de tratamiento supone una indudable pérdida de suelo fértil, aunque sea temporal, ya que todo proyecto minero debe contemplar la separación y acopio de la tierra vegetal retirada para ser utilizada posteriormente durante la fase de restauración de los terrenos afectados por la actividad minera (fig. 9).
Las afecciones a los suelos, si bien son extensivas suelen ser moderadas por tratarse de suelos pobres, lo cual suele suceder en gran número de ocasiones. En cualquier caso, en los alrededores de las explotaciones mineras se generan efectos edáficos negativos derivados de la pérdida de la cobertera y el suelo vegetal por la generación de huecos de explotación, escombreras y pistas mineras.
En la actualidad es práctica habitual proceder a realizar labores de restitución topográfica y revegetación durante la actividad minera, disminuyendo así la afección a la morfología del entorno.
Todos los residuos generados en una mina (estériles de mina, tortas procedentes de la planta de concentrado, arenas, lodos, etc.) deben ser caracterizados mediante la realización de los oportunos análisis físico-químicos llevados a cabo por una entidad acreditada para tal fin. Si se certifica su carácter inerte se almacenan en escombreras, balsas o presas de lodos. Caso contrario, la gestión de estos residuos debe ser llevada a cabo por un gestor autorizado. Hasta su retirada por dicho gestor, los materiales son almacenados de manera que se asegure que no se produzcan derrames, para lo cual suelen ser encapsulados.
Alteraciones en la vegetación
La eliminación de la cubierta edáfica provoca la inmediata pérdida de la cobertera vegetal en la zona intervenida por la explotación e instalaciones anexas. En general, los impactos sobre la vegetación suelen ser severos en las escombreras, balsas y presas de estériles y algo más moderados en los huecos minados y pistas.
Los procesos de regeneración vegetal son función de múltiples variables, destacando: la naturaleza de los materiales donde debe asentar la nueva vegetación, así como la orografía y la climatología del entorno.
Estos impactos son apreciables mientras dura la actividad minera. Al término de la misma, los efectos se mitigan aplicando los programas de restitución topográfica y de revegetación (con especies autóctonas) contemplados en los planes de restauración. Con ello, se puede llegar a conseguir una alta integración de los terrenos afectados en el entorno inmediato, siendo los huecos mineros los que ofrecen mayor dificultad de integración (fig. 10).
A la hora de devolver la cobertera vegetal afectada por la actividad minera a una situación similar a la original se debe de tener en cuenta el uso final que se quiera dar a los terrenos, bien sean agrícolas, ganaderos, forestales, turísticos, etc. Son estos usos los que determinarán las especies vegetales a implantar durante los trabajos de restauración de escombreras, balsas, presas, etc.
Para compensar este efecto y como medida preventiva se suele proceder al regado continuo de las pistas mineras, para evitar la generación y arrastre de polvo y con frecuencia también a la cubrición de los depósitos de estériles mineros con materiales finos trabados con paja.
Otra de las principales fuentes generadoras de polvo que puede ocasionar efectos negativos sobre la vegetación del entorno son las plantas de tratamiento de mineral. En dichas instalaciones debe procederse al blindado de las cintas transportadoras y al confinamiento, en instalaciones cerradas, de las zonas de machaqueo, trituración y molienda, muchas de ellas dotadas de filtros de mangas para la captación de polvo.
Por lo tanto se deduce que la afección ocasionada por el desarrollo de una actividad minera sobre la vegetación puede llegar a ser considerada como un impacto asumible, de envergadura moderada y en gran medida reversible, siempre y cuando se procede a la implantación de adecuadas medidas preventivas y correctoras.
Alteraciones en la fauna
Como consecuencia de la eliminación de la cobertera, el suelo vegetal y la modificación de la fisionomía de la zona en donde se desarrolla una actividad minera, se producen un conjunto de impactos indirectos sobre los seres vivos que hay que identificar y evaluar de manera adecuada.
Los principales impactos ocasionados son debidos a la destrucción, fragmentación y aislamiento de hábitats, el efecto barrera, las molestias y accidentes y las afecciones a la actividad cinegética. El nivel de afección puede cuantificarse por el grado de abandono de las especies faunísticas de sus lugares de residencia habitual o de reproducción y dependerá del grado de sensibilidad y adaptación de los grupos faunísticos, tanto a los cambios que se generen en el entorno en donde habitan, como a su grado de tolerancia a la presencia de los seres humanos. Por norma general, el impacto ocasionado suele ser asumible y localizado.
Para cuantificar estas afecciones lo primero que hay que elaborar es un inventario faunístico que identifique las especies potencialmente a afectar.
La actividad minera ocasiona, en mayor o menor medida, una transformación de los ecosistemas allí donde se implanta. A grandes rasgos, la estabilidad del ecosistema afectado y de su hábitat depende de la capacidad de crear un equilibrio entre los procesos de recolonización y los de transformación humana.
Durante la fase de construcción de las infraestructuras mineras se produce un impacto moderado debido a los ruidos, al continuo trasiego de personas y a los movimientos de tierras. El ruido, aunque se convierta en rutinario, puede dar lugar a una alteración importante en algunas comunidades animales establecidas en la zona. Además, el inicio de los trabajos mineros supone la destrucción de los lugares de cría de las especies menores y los de alimentación de otras de mayor porte.
No obstante, en ocasiones, y sobre todo tras el cese de la actividad minera, el efecto producido es el contrario, como ocurre en el caso de las poblaciones de conejo que pueden llegar a incrementar el número de individuos como consecuencia de la aparición de entornos favorables (escombreras mineras) para su refugio y cría. Este incremento poblacional suele llevar consigo el incremento de las especies predadoras que de ellos se alimentan. Además de las escombreras, ciertas especies rapaces pueden aprovechar las instalaciones mineras y los cortados de cortas agotadas para anidar y establecer sus zonas de alimentación (fig. 11). Finalmente indicar que ciertos quirópteros se aprovechan de las galerías mineras abandonadas para constituir sus refugios.
Una afección a tener muy en cuenta al planificar una actividad minera es la ocasionada por los tendidos eléctricos de nueva construcción que se precisan para alimentar de energía las instalaciones mineras. En este caso es necesario cumplir con todas las exigencias legalmente establecidas en la legislación sectorial competente para evitar que se produzcan un aumento de la mortalidad de las aves por electrocución.
Afecciones a la directiva de Hábitats, Red Natura 2000 y REN
En la actualidad, cualquier proyecto minero que se quiera desarrollar debe de considerar las posibles afecciones del mismo a la directiva de Hábitats y a la normativa que hace referencia a la Red Natura 2000 y la Red de Espacios Naturales (REN).
Como es natural, los estudios de valoración de las posibles afecciones a estas figuras de protección es de suma importancia de cara a la implantación de una actividad extractiva en una zona concreta, pudiendo resultar un factor determinante. Tal es la importancia de este apartado que actualmente, para cualquier tipo de actividad minera, incluso en las fases de exploración e investigación, es preceptivo analizar previamente la incidencia de los trabajos a desarrollar (Informe IRNA).
Alteraciones en las aguas
Uno de los impactos medioambientales de mayor relevancia ocasionados por la actividad minera es el relativo a las aguas, ya sean superficiales o profundas. Es de gran importancia conocer, valorar y cuantificar las alteraciones ocasionadas sobre la red de drenaje para establecer medidas correctoras y preventivas que minimicen las afecciones, de tal manera que tanto la calidad como la cantidad de las aguas no se vea comprometida. Por norma general, los distintos elementos de una operación minera se diseñan de manera que no incidan directamente sobre ningún curso de agua, permanente o estacionario.
No obstante, en caso de que se produjese alguna afección sobre la calidad de las aguas del entorno, el origen de estas afecciones puede ser:
- Por contaminación de los cursos de agua como consecuencia de vertidos accidentales.
- Como consecuencia de fenómenos erosivos motivados por fuertes lluvias que originan arrastres de material.
- Por escapes procedentes de los diques de las balsas de decantación y/o presas de lodos. Se trataría de partículas en suspensión que podrían llevar partículas con contenido metálico y otras generadoras de aguas ácidas (fig. 12).
- Por escurrido de efluentes desde la propia planta de concentración mineral (productos químicos o agua de proceso).
Fig 12. Aguas ácidas de mina sin tratamiento. (https://es.wikiloc.com/rutas- senderismo/ coto-minero-del-cerro-san-cristobal-y-los- perules-anthercas-28849198/photo-18423418
Hoy en día existe un estricto control por parte de los organismos de cuenca encargados de velar por la conservación y el mantenimiento de la calidad de aguas pertenecientes al dominio público hidráulico, siendo habitual la reutilización íntegra de las aguas sucias procedentes de los depósitos de almacenamiento de aguas de escorrentía o las generadas en la planta de concentrado mineral. Estas últimas son sometidas a procesos de depuración para ser de nuevo reutilizadas funcionando con ‘vertido cero’. En ciertas explotaciones mineras se puede producir una alteración temporal del régimen de caudales de las aguas subterráneas motivada por la creación de huecos y excavación de galerías que interceptan los niveles freáticos locales. Estas aguas son evacuadas de las zonas en explotación mediante bombeo y reutilizadas en el proceso. Los excedentes son, o bien reinyectados en un acuífero de características físico-químicas similares al interceptado (caso de existir) o vertidos a un cauce superficial, previa autorización del organismo gestor de las aguas. Por norma general, esta alteración de los niveles freáticos interceptados se puede hacer reversible una vez finalizada la explotación.
Afecciones al patrimonio cultural
Para determinar las posibles afecciones de un proyecto minero al patrimonio cultural lo primero que hay que realizar es una consulta del catálogo oficial o listado de los posibles elementos culturales singulares o protegidos presentes en la zona de actuación o sus proximidades. Posteriormente se realizará una prospección arqueológica de la zona por personal acreditado y se redactará un informe de la prospección con la finalidad de obtener la autorización administrativa preceptiva.
En caso de existir coincidencia territorial con algunos de los bienes inventariados se balizará su zona de protección y se garantizará su integridad. En el diseño de la mina se tendrán en cuenta estas circunstancias, de tal manera que sean respetadas esas zonas.
Alteraciones socioeconómicas
Los impactos en el medio socioeconómico se cuantifican en función de los efectos que un futuro proyecto minero va a originar sobre la economía y el empleo, así como en determinar las posibles molestias a la población.
En general, una explotación minera implantada en el medio rural significa el claro aprovechamiento de un recurso ligado al medio y contribuye a la mejora económica de la población, siendo una fuente de trabajo y riqueza complementario a las actividades agrícolas y ganaderas existentes en la zona, con las que puede convivir siempre y cuando se establezcan las medidas oportunas para ello. Todo proyecto minero de cierta entidad requiere efectuar fuertes inversiones, que producen, aparte de un beneficio económico para la empresa promotora, una dinamización económica del entorno. Esta dinamización socioeconómica del entorno queda patente de muy diversas maneras, si bien las más significativas son la creación de empleo, tanto directo como indirecto, la generación de actividad comercial y el aumento en el nivel de ingresos de la zona.
El impacto socioeconómico se puede valorar cuantificando el número de personas que trabajan en la explotación (empleo directo). Aparte de estos trabajadores hay que tener en cuenta aquellos empleos inducidos por los servicios que demanda la empresa explotadora (empleo indirecto) como son: combustibles, explosivos, servicios especializados de consultoría, empresas expecializadas, servicios auxiliares, de hostelería, limpieza, seguridad, bares, tiendas, construcción, transportes, automóviles y reparación de maquinaria, etc. La gran cantidad de servicios que requiere una actividad extractiva para su correcto funcionamiento es tal que los puestos de trabajo indirectos generados pueden llegar a triplicar a los directos.
En líneas generales, la política de compras y contratación de servicios de las empresas mineras se basa en dar preferencia a suministradores de la zona, siempre que los productos y servicios ofrecidos se adecuen a la lógica de mercado, lo que estimula la actividad comercial. No hay que olvidar que el personal desplazado utilizará los servicios disponibles en los núcleos de población cercanos durante los días laborales, aportando recursos económicos derivados del alquiler de vivienda o alojamientos hosteleros y de los consumos personales en bares, tiendas de comestibles, etc.
La implantación de una explotación minera en una zona requiere la necesidad de ocupar los terrenos donde vaya a desarrollarse. Para ello se suelen llevar a cabo negociaciones con los propietarios para formalizar contratos de alquiler o de compraventa. Además, se deben de realizar otros tipos de contratos como son los de suministro de agua y electricidad desde las localidades más cercanas. A ello hay que añadir las licencias que deben de gestionar los Ayuntamientos afectados (licencia de obras y ambientales, impuestos municipales, licencias para la construcción de naves y edificaciones, etc.). Todas estas acciones suponen una fuente de ingresos económicos tanto para los propietarios de los terrenos como para las arcas municipales, generalmente en entornos rústicos, aislados, muy necesitados de actividad económica.
No obstante, una actividad minera también genera otras alteraciones socio-económicas negativas como son la modificación de los usos del terreno y la generación de molestias a la población.
Las principales actividades de la explotación y la mayoría de las instalaciones se encontrarán normalmente en suelos de naturaleza rústica, con aprovechamiento agrícola, ganadero o forestal, si bien existen otro tipo de suelos con figuras de protección ambiental. Por ello, es preceptivo que, como paso previo a cualquier actuación, se proceda a recalificar los usos de esos suelos conforme a la legislación vigente con la finalidad de que sea factible el desarrollo de actividades extractivas.
Con respecto a las molestias a la población, legalmente existe una normativa en la que se establecen las distancias mínimas de separación que debe cumplir una actividad extractiva con respecto a posibles establecimientos humanos. En cuanto a las posibles molestias a la población de la zona, las afecciones por ruidos, contaminaciones aérea e hidrológica o alteraciones visuales, serán en todo caso alteraciones de poca entidad puesto que deben de mantenerse siempre por debajo de los límites establecidos en las diferentes legislaciones sectoriales en materia.
Con todas estas consideraciones y por todo ello, el impacto socio-económico ocasionado por una explotación minera debe ser considerado favorable y nada despreciable desde el punto de vista económico.0
Bibliografía
- Acebes, P.; Calvo, J. y Fadón, O. (2018). Desarrollo de técnicas de explotación, medioambientales y energéticas en minería metálica. Canteras y explotaciones, 605. 28-30.
- Ayala-Carcedo, F.J. (1998). Guia visual para evaluación y corrección de impactos ambientales. ITGE. 104 pp.
- Ayala-Carcedo, F.J. (edit.) (1991). Evaluación y corrección de impactos ambientales. ITGE. 301 pp.
Agradecimientos
Los autores quieren agradecer la financiación de este trabajo al programa de Cooperación INTERREG V-A España-Portugal (2014-2020 (proyecto ‘ESMIMET’, con expediente 0284_ESMIMET_3_E).