Opinión: Carpe Diem
Espero que nadie entienda mal lo que voy a decir: el deporte tiene que “exprimir” la pandemia. Lo que queda. Ver las oportunidades que, todavía, implica. Y “hacer caja”. En un plano económico, aprovechando el boom que se ha dado en algunas modalidades, pero, también, en un plano más vinculado a la práctica, intentando que el repunte que se ha dado en el último año se alargue cuanto más mejor. Porque no nos engañemos, las cosas van a cambiar.
La pandemia, aunque suene mal, ha sido un gran aliado para el deporte. Como lo han sido, siempre, las crisis económicas. Siempre que la economía ha sufrido un batacazo considerable, la práctica ha repuntado. Hay menos dinero, más ahorro y los gastos se suelen desviar hacia un ocio más asequible. Y el deporte es el rey pescando en rio revuelto.
Pero es que, en esta pandemia, aparte del socavón económico que se ha dado -y cuyo alcance aun está por dimensionarse- se han dado dos factores todavía más determinantes para el deporte: el asfi xiante encierro, y el nuevo “estatus” que ha adquirido la salud cuando hemos visto los demonios del coronavirus. Así, tras casi dos meses encerrados en casa, y tomando conciencia de lo importante que es cuidarse (parece mentira que tenga que llegar una pandemia para que algunos se den cuenta de las cosas) era bastante previsible que, cuando se abrieran las puertas, el deporte pegaría un bombazo espectacular. Al menos a nivel de práctica. Salir a correr, en bici, escaparse a la montaña… Todo lo que fuera mezclar salud, aire libre y deporte, tenía todas las papeletas para ganar mucho peso. Y así fue.
La pandemia, aunque suene mal, ha sido un gran aliado para el deporte. Como lo han sido, siempre, las crisis económicas. Siempre que la economía ha sufrido un batacazo considerable, la práctica ha repuntado.
Otro tema es si ese boom se dio, también, en las ventas. Y a priori, viendo las cifras, parece que sí. Cuanta más gente haga deporte, más gente se supone que compra. Una sencilla regla de tres. El problema es que, cuando en marzo se nos encerró en casa, marcas y tiendas entraron en pánico. Los primeros redujeron drásticamente sus producciones -o pedidos- y los segundos hicieron exactamente lo mismo con las marcas. Incluso los pararon. Por miedo a lo que venía. Por una más que lógica visión a corto plazo. Y claro, cuando la gente pudo salir, cuando la gente empezó a querer comprar una bici, a cambiarse las zapatillas de running o, incluso, a comprarse una pala de pádel, ni marcas ni tiendas tenían capacidad de responder a una demanda tan alta. Mucho más que la oferta. Y empezaron las roturas de stock. En infinidad de productos, pero, sobre todo, en bicicletas, en home-fitness o en palas de pádel. Incluso en calzado técnico… Y sí, la parte buena es que se ha vendido todo, y muchas tiendas han podido liquidar el stock que tenían acumulado desde hace años, pero, habiéndose vendido mucho, no se ha vendido todo lo que se podía haber vendido.
¿Significa eso que el deporte ha perdido oportunidades? Si, evidentemente, pero es perfectamente comprensible que así haya sido. Nadie en su sano juicio, en esos primeros días de marzo, hubiera apostado por aumentar sus producciones o sus compras. Al revés. Lo lógico era dar un paso atrás. Protegerse.
El problema es que ese paso atrás lo hizo absolutamente todo el mundo, y coger el ritmo de nuevo no está siendo precisamente fácil. Por eso, ese “perder oportunidades” se sigue alargando. Porque sigue sin haber producto. Las cosas no son tan fáciles. La demanda sigue siendo alta, pero no es tan sencillo ponerse a fabricar o comprar. La cadena sigue rota y el motor tardará mucho en coger el ritmo que tenía en enero de 2020. Cuando comenzó esta jodida pandemia, el mundo entero cerró. Desde el que recoge la materia prima en cualquier cantera hasta el que acaba ensamblando una bici o fabricando una pala de pádel. Y hasta que esas primeras piezas de la cadena no empiezan a coger velocidad, el resto tampoco puede hacerlo. Y por ahora todavía estamos muy lejos de estar como estábamos a finales de 2019.
Nadie en su sano juicio, en esos primeros días de marzo, hubiera apostado por aumentar sus producciones o sus compras. Al revés. Lo lógico era dar un paso atrás. Protegerse. El problema es que ese paso atrás lo hizo absolutamente todo el mundo, y coger el ritmo de nuevo no está siendo precisamente fácil.
El tema está en saber si ese ritmo de producción, de abastecimiento, alcanzará una velocidad de crucero antes de que la demanda empiece a caer. Porque caerá. Por mucha cultura del bienestar que hayamos conseguido construir estos meses, mucha gente que ha apostado por el deporte lo dejará. O en el mejor de los casos, lo hará con menos frecuencia. Probablemente los índices no sufran caídas drásticas, pero las ventas sí frenarán su ritmo de manera considerable, Porque el ritmo de los últimos meses no es normal y, porque como hemos dicho, cuando dejemos atrás las crisis -la económicas y la sanitaria- el deporte volverá a un segundo plano. Será mucho más fuerte que hace un año, pero dejará de ser prioritario en los gastos de muchos de quienes ahora sí que están gastando en este universo.
Dicho esto, en la medida que podamos, tenemos que aprovechar el momento. Evidentemente que, como sector, debemos trabajar para que esta nueva cultura del deporte se haga fuerte y se sostenga en el tiempo, pero tampoco podemos ser ingenuos y pensar que, cuando las cosas vuelvan a la normalidad, la tendencia tan buena que llevamos se va a mantener. Históricamente, el sector no ha tenido mucho que ver en los grandes repuntes de la práctica. Siempre han sido factores externos los que han propiciado ese crecimiento. Y así seguirá siendo. Lo que nos toca es aprovecharlos.
Raul Bernat, redactor jefe