Curso de alta dirección de Aidima: “Yo soy, yo compro”
5 de noviembre de 2010
“Yo soy, yo compro”. Comprar se ha convertido en la válvula de escape donde el ser humano se encuentra al mando de su vida. Domina, es, define su personalidad, y la proyecta a los demás. Es una afirmación de principios y valores, de la forma de ser, como la fórmula más clara de desinhibirse en la actualidad, en la civilización de consumo.
Es uno de los argumentos esgrimidos esta mañana por el doctor en Comunicación y profesor de la Escuela de negocios del Iese, Xavier Oliver, durante la conferencia “Como conseguir que el producto invite al consumidor a su compra a través de la generación de sensaciones y emociones” que ha impartido en el curso de formación para la Alta Dirección “Innovando en la gestión empresarial” organizado por el Instituto Tecnológico del Mueble, Madera, Embalaje y Afines (Aidima).
En la tercera de las jornadas del Curso, Oliver, ha basado su tesis en la desaparición de los valores centrales que han estructurado la sociedad desde sus orígenes, como son, la religión, la política y las tradiciones, con pautas rigurosamente establecidas, hacia la conformación de un mundo actual donde hay que escribir diariamente la vida con continuas decisiones. Decisiones que conllevan incertidumbre y que abocan a la concreción mediante agrupaciones de lo que queremos (placer, salud, autenticidad, etc.) y la automatización de las acciones, ha explicado el profesor.
“Estamos, por lo tanto, en la civilización de la compra por impulso o del capricho por impulso. No compro lo que necesito -porque cada vez necesito menos cosas- sino porque, simplemente, lo quiero, lo deseo, me hace ilusión, me gusta. Ya no tengo que dar explicaciones a nadie. Necesito comprar, tener, probar nuevas sensaciones. Tengo que comprar y explicar mi experiencia. Es el reto de hoy en día, ha asegurado Xavier Oliver, para quien la experiencia de compra reiterada ha supuesto ser más sabio, conocedor y exigente.
Por otro lado, el profesor ha subrayado que la inmediatez (entendida como impaciencia) se ha convertido en esencial, ya que esperar por un pedido se ha convertido en ridículo, y sólo hacemos cola por lo que amamos y deseamos con ahínco, ha indicado, por lo que la marca es importante cuando es capaz de establecer una relación con el consumidor. “Si no lo hace, simplemente compraremos lo que nos gusta y al precio que queramos pagar. No existirá fidelidad ni compromiso”, ha precisado Oliver, quien ha afirmado que estas relaciones se crean cuando la marca se plantea en qué puede ayudar al consumidor.
En este sentido, Oliver ha indicado que las tiendas que tienen éxito son las que intentan una aproximación emocional a los consumidores con ventajas que van más allá de las económicas, es decir, plantean un estilo de vida, una forma de ser con la que poder identificarse.