“El mueble español sigue siendo sinónimo de calidad a un precio competitivo”
Entrevista a Vicente Sales Vivó, subdirector de Aidimme y jefe de Análisis de Mercados y Estrategia
El Instituto Tecnológico Aidimme, que disfruta de una experiencia de 40 años en I+D+i para los sectores metalmecánico, mueble, madera, embalaje y sus industrias afines, proporciona recursos y medios técnicos para impulsar la competitividad de las empresas y del tejido productivo a través de la diferenciación. Vicente Sales Vivó, subdirector de Aidimme y jefe de Análisis de Mercados y Estrategia del centro tecnológico, analiza en esta entrevista el sector de la madera y el mueble, los efectos de la pandemia, la situación actual, así como los retos y amenazas futuros que, a su entender, debe afrontar esta industria en nuestro país.
Vicente Sales Vivó, subdirector de Aidimme y jefe de Análisis de Mercados y Estrategia.
Aidimme cuenta con más de 600 empresas asociadas. ¿Qué aporta el instituto a sus asociados?
Somos su brazo tecnológico, su apoyo en innovación para su progresión, crecimiento y establecimiento de sus propuestas de valor. Actualmente, impulsamos nueve líneas de I+D: la Industria 4.0; la fabricación aditiva; el desarrollo y optimización de producto; la toxicidad de los materiales; aplicaciones avanzadas de los materiales; los biomateriales; los sistemas de embalaje; las superficies modificadas y la economía circular. Estas líneas de investigación ofrecen más de un centenar de iniciativas anuales de I+D públicas y privadas, que dan cobertura a la industria en todos los procesos de la cadena productiva en consonancia con los principios ODS y la economía circular.
Aidimme es un centro que ofrece múltiples servicios en toda la cadena de valor del sector de la madera y el mueble, tanto en materias primas y aprovisionamiento, semielaborados y fabricación de producto final. Uno de esos servicios es el Observatorio Español del Mercado del Mueble, que analiza periódicamente este amplio segmento de la economía. Por favor, háblenos de él.
Nuestro observatorio, uno de los primeros observatorios industriales en España, es una iniciativa pionera que creamos en 1998. En él, generamos trimestralmente un informe con los datos que nos aportan las empresas, de forma voluntaria, sobre la evolución de su actividad, y que cubre el sistema de valor, es decir, toda la cadena de suministro. Los informes les sirven a las empresas como termómetro para conocer cómo evolucionan las ventas de los fabricantes de muebles y sus expectativas inmediatas. También analizamos el clima empresarial y otros aspectos como la deslocalización, I+D, inversión o empleo, entre otros.
Dice que el observatorio ofrece información sobre toda la cadena de suministro…
Sí, contamos con los datos de proveedores de materiales, es decir, fabricantes de tableros y derivados de madera, de herrajes para muebles o de pinturas y barnices; y de un segundo eslabón que incluye a fabricantes de muebles de baño, cocina, oficina y tapizados (sofás, sillones…) y muebles de hogar (dormitorios, comedores, armarios…). Además, participa un tercer eslabón: la distribución de mobiliario.
Y a tenor de los resultados del observatorio, ¿cómo ha afectado la pandemia al sector e industrias afines?
Los tres primeros meses de la pandemia (marzo, abril y mayo de 2020), los datos reflejaron una caída histórica, pero a partir de junio, el sector empezó a demostrar un dinamismo muy fuerte, que se mantuvo durante todo el segundo semestre de 2020 y gran parte de 2021. En el último año y medio se han registrado crecimientos muy elevados en la industria del mueble de, incluso, dos dígitos.
¿Y a qué lo atribuye?
Hemos estado más tiempo en casa. La situación ha hecho que repensemos nuestros espacios. En el ámbito doméstico hemos tenido que montar las clases de los niños en casa o adaptar un espacio para teletrabajar o hacer deporte en casa, o rehabilitar la terraza o el balcón. En el ámbito público no se han dejado de hacer proyectos, excepto en el sector de la hostelería y el turismo, obviamente. El boom se ha producido en el mueble de uso doméstico, sin duda. Se ha invertido la situación.
¿En qué sentido?
Hasta la llegada de la pandemia, el mercado que tiraba del sector del mueble a gran escala era el de uso público (hoteles, turismo, retail, comercios…). Con la entrada de la COVID-19 en escena se dio la vuelta y lo que más se ha estado vendiendo ha sido mobiliario para el hogar y el asociado a reformas.
Ha habido también un efecto de trasvase de presupuesto familiar: todo lo que no nos hemos podido gastar en ocio, viajes o restaurantes lo hemos invertido en mejorar nuestro entorno en casa.
Sede de Aidimme, en Paterna (Valencia).
¿Qué han hecho las empresas que atienden a mercados como el hotelero para paliar los efectos de la pandemia? ¿Han adaptado su oferta al uso doméstico? ¿Han reorientado su negocio?
Eso es muy difícil de hacer a corto plazo. El mercado contract está mucho más profesionalizado. En él no vendes al consumidor final, sino a un cliente profesional, a un prescriptor que compra para amueblar un hotel o una cadena de establecimientos comerciales. El mueble tiene otras exigencias de calidad y seguridad. No es lo mismo comprar un sofá para tu salón que para un hotel porque la normativa del mueble es más estricta para espacios públicos. Tenemos algún caso puntual de empresas especializadas en mobiliario de oficina que han aprovechado para dirigirse también al home office y cubrir así las necesidades de adaptación de espacios para el teletrabajo.
A la crisis por la pandemia también se le ha unido la del transporte, las materias primas y la escasez de chips…
Sí, es una crisis dentro de otra crisis o, mejor dicho, una consecuencia. Cuando se reactiva todo tras el parón, se reactiva en España y en todo el mundo de forma simultánea, y esto da lugar a una sobredemanda generalizada, acompañada de un encarecimiento de los fletes de transporte marítimo.
¿Hasta qué punto depende nuestro sector del mueble de estas materias primas que vienen del extranjero?
La dependencia es alta. En 2004, en pleno apogeo del sector de la construcción, la importación de mobiliario superó por primera vez a la exportación. Y con mobiliario me refiero a productos terminados y semiterminados, componentes, de todo. Esa tendencia se mantiene hoy en día.
Pero en nuestro país se sigue fabricando mucho mueble…
Sí, no ha habido en España un proceso de deslocalización en el que nuestros fabricantes se hayan ido a fabricar al extranjero. Hay algún caso, pero mantienen la producción en España también. Sin embargo, las cadenas de suministro son globales, y si un fabricante local necesita un herraje, éste puede venir de Turquía o de Vietnam. Y en este escenario, en este cuello de botella, nadie ha negociado precio: las empresas han asumido la subida de costes con el único objetivo de que no se interrumpieran los suministros y no hubiera más retrasos en los proyectos que ya estaban en marcha.
En general, ¿es competitivo el mueble español en el mercado internacional? Cuáles son sus puntos fuertes y débiles.
El sector ha sido muy competitivo. Hasta los 2000 ha sido una historia de éxito. Se ha vendido mucho durante muchas décadas tanto en España como fuera de ella. Éramos líderes, sobre todo, en el mueble clásico, de más valor añadido.
¿Ya no es así?
Esto ha cambiado en los últimos 20 años. El sector ha tenido que hacer un esfuerzo por ser competitivo en otros mercados como el contract. Hoy contamos con empresas punteras que venden en todo el mundo, sobre todo, por su relación calidad-precio. El mueble español sigue siendo sinónimo de calidad y a un precio inferior al de nuestros competidores alemanes e italianos. Además, en los últimos años se le ha dado especial importancia al diseño, a trabajar con diseñadores de renombre. También se ha hecho un esfuerzo por crear marca.
¿Dónde viajan nuestros muebles?
Principalmente, a la zona euro, pero puedes encontrar mueble español absolutamente en todo el mundo.
¿Y de dónde viene el mueble que compramos?
El patrón siempre ha sido asiático, principalmente chino.
¿Podemos competir con este mercado dentro del sector mueble hogar?
Es un mercado complicado, de mucho menor valor añadido, donde la competencia precio es más dura y con escasos márgenes.
¿Puede ser la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente una baza competitiva?
Para una empresa española va a ser difícil competir con una empresa alemana, italiana, sueca, holandesa o danesa si no ha adoptado de alguna manera criterios de sostenibilidad. El respeto al medio ambiente es una corriente que tiene mucha fuerza en Europa.
Y dentro de nuestro mercado, ¿cree que el consumidor tiene en cuenta ese sello verde? ¿Está dispuesto a pagar más por un producto sostenible y reciclable?
Se ha avanzado mucho en concienciación y para una buena parte de los consumidores es un tema importante. La tendencia es esa. Basta con ver lo que ha ocurrido en otros sectores como el de la alimentación. El cambio ha sido grandísimo: pensamos mucho en si el producto es saludable y en su procedencia. ¿Estamos dispuestos a pagar más por un mueble? Pues quizá, de momento, no. Como consumidores queremos tener la conciencia tranquila pero que no nos pidan muchos esfuerzos más. Sí creo que, ante dos productos del mismo precio, el consumidor elige el ecológico. Sin embargo, en unos años, cuando vayamos a comprar una silla, por ejemplo, en la tienda solo habrá sillas fabricadas con material reciclado. La tendencia empieza a ser un estándar y el que fabrique fuera de este marco ya no tendrá mercado ni futuro.
¿Y en el mercado contract?
Allí ya se mueven en ese entorno sostenible con certificados medioambientales. La calidad en ese mercado incluye criterios de sostenibilidad.
Uno de los retos para muchos sectores es la automatización, la incorporación de las tecnologías de la Industria 4.0 a la producción. ¿Qué nos puede decir del sector del mueble?
Según el INE, en España hay 7.000 fabricantes de muebles con algún trabajador, hasta 12.000 si contamos los autónomos. Son muchísimos, es un mercado muy atomizado en el que compañías con más de 250 trabajadores se pueden contar con los dedos de una mano. Es difícil que por el volumen que pueden manejar estas pymes tengan automatizados y optimizados su producción para ser competitivos con, por ejemplo, una planta china, en la que cabrían 400 de nuestras pymes. Las grandes empresas sí han entrado en esta búsqueda de la automatización, digitalización y sensorización de los procesos.
Ustedes analizan un entorno competitivo para aportar claves en la estrategia empresarial a partir de los modelos de negocio. ¿A qué otros retos, además de la digitalización, se enfrenta el sector hoy, y qué estrategias y escenarios se dibujan?
La economía circular es un paradigma que está muy presente y en el que la empresa debe manejarse. Otro es, como decía, la digitalización, pero entendida como Industria 4.0. El mueble es un sector muy intensivo en cuanto a mano de obra y cuesta más introducir la tecnología.
La salud y la seguridad es otro reto que las empresas tienen que abordar, junto con el desarrollo de biomateriales, es decir, conseguir una nueva generación de materiales que sean biodegradables o que estén fabricados a partir de ciertos componentes naturales o reciclados. También destacaría la formación.
¿No están nuestros profesionales suficientemente preparados?
El sector del mueble ha perdido mucho oficio, por así decirlo, precisamente porque antes se fabricaba mucho mueble clásico, que involucraba a distintos oficios relacionados con la ebanistería y este mundo más artesano. Eso se ha ido perdiendo. Muchas empresas necesitan de este tipo de profesionales y no encuentran.
En el pasado Congreso Hábitat, que anualmente organiza Aidimme, se destacó la importancia de la economía circular. ¿En qué punto se encuentra nuestro país, tanto en las empresas como en los hábitos del consumidor? ¿Es sostenible la sostenibilidad, es decir, es factible para una empresa en un escenario hoy tan competitivo? ¿Es la única vía de futuro?
Quiera o no quiera acabará ahí. Los tableros con los que trabaje esa pyme van a ser sostenibles. Se lo va a encontrar hecho, será sostenible incluso sin querer.
Ya para concluir, desde Aidimme trabajan con conceptos como simbiosis industrial. ¿Qué es y cómo puede ayudar a nuestro tejido industrial?
La simbiosis industrial es convertir los residuos en subproductos, es decir, transformar en materia prima lo que sobra de nuestras industrias, desde el lodo de una depuradora hasta los restos de madera de un aserradero. El objetivo es no generar residuos, aprovechándolos como subproductos, dándoles un nuevo uso, una nueva vida. Para que funcione la simbiosis industrial necesitas que alguien quiera ese residuo, una tecnología capaz de convertirlo en materia prima y que sea viable económicamente. Aquí hay un gran reto tecnológico y otro quizá más grande: que sea factible desde el punto de vista de la legislación.
¿Qué quiere decir?
El marco legislativo nos invita a ser sostenibles y circulares y a potenciar la simbiosis industrial, pero ya está pasando que se generan muchos residuos que la propia legislación no reconoce como tal. También sucede que te encuentras con distintas normativas según la autonomía.
Desde el Observatorio de Simbiosis Industrial de la Comunidad Valenciana trabajamos desde distintos ámbitos y entidades y de forma local. De momento, hemos conectado grandes sectores industriales: madera y mueble, industria agroalimentaria y metalmecánica, materiales para construcción, plástico y caucho, y textil y confección. El proyecto se encuentra en sus primeras fases, y tenemos grandes esperanzas depositadas en él.