Plantar y no gestionar, un camino vacío
Juan Miguel Villarroel García, ingeniero de Montes, gerente de Foresna-Zurgaia, Asociación Forestal de Navarra, integrada en Cose
09/06/2020La Unión Europea ha lanzado su nueva estrategia de biodiversidad para 2030, con el fin de parar la destrucción que sufre la naturaleza. La difusión de esta estrategia está también marcada por la crisis del COVID-19. “La pandemia está creando conciencia sobre los vínculos entre nuestra propia salud y los ecosistemas; la aparición y propagación de enfermedades infecciosas aumenta a medida que se destruye la naturaleza”, según recoge el documento.
Dentro de las distintas propuestas se encuentra la plantación de 3.000 millones de árboles. Pese a todas las leyes, estrategias y planes de acción, la UE reconoce que no se ha conseguido proteger a la naturaleza. Desde nuestra humilde opinión no es mala idea, pero hay otras muchas cosas que deberíamos hacer y que la sociedad no conoce porque se le ha inyectado hasta lo más profundo de su esencia que cortar un árbol es un crimen. Y es cierto que, en países de Asia, África o la misma Amazonia eso es así, una esquilmación, un robo, una gestión insostenible que sufrimos todo el planeta.
Sin embargo, en Europa nuestra realidad es otra. En Europa los bosques avanzan y crecen, el problema es cómo lo hacen. La despoblación rural, el abandono de trabajos de las zonas rurales como el pastoreo, la degradación de trabajos como motoserristas (antiguo leñador, hoy su imagen no es tan entrañable), el desconocimiento del territorio de los nietos de aquellas generaciones que sí conocían su entorno y sus posibilidades, la ignorancia de la sociedad de que los montes no hay que trabajarlos, cuidarlos y seguirlos y que tienen unos costes de gestión, y un largo etcétera hacen que en muchos casos nuestros montes se abandonen, incrementen su carga de combustible y están preparados para que en verano ardan. Esto nos hace perder nuestro patrimonio verde y gastar mucho, mucho, mucho dinero en extinción de incendios.
Pero a esta catástrofe natural hay que sumarles otras, como las plagas y enfermedades que estamos sufriendo y golpeando cada vez con más fuerza y eso lo conocemos muy bien a nivel nacional y en centro Europa. Nuestros bosques se debilitan y el cambio climático que nos lleva a cambios de temperatura no van a ayudar y lo sabemos. Frente a todo esto sobre qué quiero llamar la atención, pues que plantar árboles es muy importante pero incluso más que eso hay que saber gestionar lo que tenemos, es cierto que hay que hacerlo de manera sostenible, pero gestionar. Para ello se necesita dinero, lo que ocurre es que hacer selvicultura y planificación forestal es a muy largo plazo y eso no renta políticamente, la plantación de árboles sí, apagar un incendio sí, porque la rentabilidad mediática es inmediata.
Necesitamos una política forestal europea, pensada y diseñada por la gente del territorio, de abajo hacia arriba. Necesitamos utilizar el potencial cada vez menor de las personas que viven en las zonas rurales, y necesitamos repoblar nuestros pueblos, con gente que quiera volver a trabajar en el monte: y el monte es turismo, es micología, es caza, es salud, es alimento, es fijación de carbono, es patrimonio, es hábitat. Es un todo, y como un todo deberíamos gestionarlos.
También los políticos y administraciones deberían hacer una reflexión. Si no, tenemos demasiadas leyes que, lejos de ayudar, nos dificultan el dinamismo y el trabajo en el territorio. Quizás el reto de una nueva política o de los nuevos políticos que espero que estén por venir, sea no preocuparse por crear y sacar nuevas leyes, sino por reducir y hacer más operativas las que tenemos, pero eso ya es para grandes mentes y creo que nos faltan a todos los niveles.
Por otro lado, en ese equilibrio entre protección de la naturaleza y producción no debemos olvidarnos de la importancia que juega y debe jugar la industria. Como motor de impulsar la gestión de productos forestales, que son en general sostenibles, ecológicos, renovables, y respetuosos con el medio ambiente, algo que pide nuestra sociedad. Pero además en una crisis como la actual, pueden ser generadores de trabajo.
Dentro de esta industria, está el papel, la sierra, la biomasa, la caza, la industria química y otras. Si queremos productos respetuosos con el medio ambiente, sin duda debemos respetar nuestros bosques, pero tenemos que gestionarlos.
Para ello debemos y necesitamos políticas valientes, estrategias visionarias que no estén cargadas de filosofías, sino de cronogramas, de medidas tangibles a ejecutar, y sobre todo presupuestos. Creo que nuestros bosques pueden ser un salvavidas en esta crisis en la que estamos sumidos.
Si somos conscientes que un pastor de vacuno, de ovino o de equino, además de producir carne, puedo ayudar a limpiar el monte, y se le paga por ello, tal vez podamos recuperar un oficio. Si una buena gestión puede disminuir el riesgo de incendios, tal vez podremos destinar el dinero de extinción a prevención. Si la gente del territorio con las nuevas tecnologías detecta una plaga y la comunica pronto tal vez logremos evitar una pandemia. Si se incentiva a los propietarios del monte a que sigan gestionando sus montes, y se les premia por ello de alguna manera, con disminución de impuestos, una fiscalidad positiva, un reconocimiento de su labor. Si se pudieran fomentar, más agrupaciones en el territorio que faciliten los trabajos y disminuyan costes. Si las administraciones fueran más dinámicas y más efectivas, sin duda alguna, nuestros montes gozarían de mejor salud, serían más fuerte frente al cambio climático, serían generadores de empleo, fijadores de una población rural, contribuirían a una economía verde, y una bioeconomía, etc.
Así que concluyo que la plantación de árboles es muy necesaria en muchas ocasiones y muy mediática, pero gestionar bien nuestros bosques es una labor mucho más ardua, difícil y silenciosa, alejada de los focos y del mundanal ruido de los medios de comunicación. Sin embargo, esencial para la supervivencia de nuestros bosques europeos.