¿Y si el futuro está en alemanizarnos?

Va terminando el año y como consecuencia de ello se va acercando la fecha fatídica en la que debemos llenar la hoja de los buenos propósitos para 2013. Desde luego, dejaremos de comer comida poco adecuada para nuestra salud, iremos al gimnasio con más frecuencia, retomaremos las relaciones de amistad abandonadas y, sobre todo, afrontaremos la entrada en enero con muchas ganas de que llegue diciembre para poder volver a comer polvorones, langostinos y turrón. Así somos. El lunes queremos que llegue el viernes, el viernes por la tarde que se pare el tiempo y el domingo por la tarde que la farmacia de guardia más próxima esté muy próxima, para refugiarnos en el antidepresivo. Y así nos pasan las semanas, deseando que transcurran, nos pasan los años, mirando siempre a un futuro mejor, y nos pasa la vida, maldiciendo el día en que fuimos demasiado cobardes.

Claro que los tiempos han cambiado y ahora en esa hoja en blanco figurarán novedades: mejorar el currículum, buscar trabajo en otros países, buscar curso para aprender a explicar a los niños que nos vamos todos a Alemania, dejar de ver vídeos y Power Points sobre la crisis, localizar nuevos insultos para quienes se han enriquecido robando, innovar en los adjetivos dirigidos a quienes están tan empeñados en el resurgir de la Europa del sur que han perdido el norte y, ‘last but not least’, hacerse un perfil en Twitter, LinkedIn, Facebook y otras redes sociales para poder decir a los amigos que tras esa fachada de cuarentón hay una persona a la última.

Sobre todo, en esa hoja debe figurar, de forma explícita, la intención de no abandonarse uno en la caída. Aplacar los impulsos pasionales de nuestro corazón y tomar decisiones racionales. Nada mejor para ello que carecer de corazón. De esto saben quienes abocan a los ciudadanos a un futuro de desesperanza, pero también Halik el checo, el que ha demostrado que se puede vivir sin corazón. Sí, todos conocemos a personajes sin corazón liderando países poderosos, estados sin poder, fondos internacionales o tramas corruptas, pero en este caso la noticia es que, además de no tener corazón, porque se lo han extirpado, este muchacho de 37 años no tiene pulsaciones sensibles al tacto. No es un desalmado ni un enamorado al que le han robado el corazón, es un ser humano que vive con dos bombas, sin válvulas cardíacas, una que manda sangre por la aorta, y la otra a los pulmones.

Vivir sin corazón es el futuro, no cabe duda. Todo será más funcional, más práctico, con menos pasión, más alemanote si me apuras. Tal vez sea eso lo que nos tiene que ocurrir, que alguien venga y nos alemanice. Quítate el corazón, déjate de sentimientos patrios y alemanízate, que eso sí que molará en 2013.