"Trabajamos para el desarrollo de nuevas variedades que resistan mejor condiciones climáticas más adversas que las actuales"
Entrevista a Ernesto Igartua, coordinador del proyecto RecoBar
Investigador de la Estación Experimental Aula Dei, centro vinculado al Consejo Superior de Investigación Científicas (CSIC), Ernesto Igartua atesora una vasta experiencia en el campo de mejora genética en cereales. Como coordinador del proyecto europeo RecoBar, una iniciativa enfocada a explorar el potencial de las variedades antiguas y locales de cebada para el desarrollo de una agricultura sostenible, destaca que "en algunos casos, habrá que cambiar los sistemas de producción y las especies cultivadas para poder seguir teniendo una agricultura rentable con los cambios climáticos".
¿Por qué surge ahora el proyecto RecoBar y qué centros de investigación participan?
RecoBar surge ante la necesidad de desarrollar nuevas variedades de cebada mejor adaptadas a los futuros agroecosistemas condicionados por el cambio climático y por las políticas de la Unión Europea. La investigación aprovecha los conocimientos adquiridos en anteriores proyectos para estudiar la diversidad genética que albergan variedades antiguas y locales de cebada.
Los centros de investigación implicados son la Estación Experimental de Aula Dei (EEAD-CSIC) (España); Instituto Biotecnológico de la Universidad de Helsinki (Finlandia); Instituto de Recursos Naturales en Luke (Finlandia); Universidad de Cukurova (Turquía); Universidad de Milán (Italia); Centro de Investigaciones Genómicas y Bioinformáticas del CREA (Italia); Universidad de Silesia en Katowice (Polonia); University College de Dublín (Irlanda); y la Universidad de Tartu (Estonia).
¿Con qué plazos trabajan y de qué medios disponen los integrantes del proyecto?
El proyecto se inició en enero de 2023 y tendrá una duración de 36 meses, con un presupuesto de 1.755.000 euros. Cada centro aportará los recursos científico-técnicos de los que disponen, como son campos de ensayo repartidos en cinco países, invernaderos y cámaras de cultivos para realizar ensayos bajo condiciones de estrés abiótico (sequía, altas temperaturas, encharcamiento y altas concentraciones de dióxido de carbono), análisis genómico y transcriptómico de la microbiota de la rizosfera.
¿Qué objetivos principales tienen los ensayos que se van a desarrollar?
Los principales objetivos se incluyen en los cuatro paquetes de trabajo centrales del proyecto, que son: estudiar la diversidad existente en variedades antiguas y locales de cebada para ampliar la base genética del cultivo, particularmente en condiciones de bajo nivel de nitrógeno, un elemento esencial para el crecimiento de las plantas, favoreciendo la reducción del uso de fertilizantes; en segundo lugar, descubrir y explotar genes asociados a la tolerancia a ambientes extremos, para favorecer la adaptación del cultivo de la cebada a altas temperaturas, sequía, mayores concentraciones de dióxido de carbono o eventos de lluvias torrenciales propiciados por el cambio climático; en tercer lugar, diseñar ideotipos in silico (plantas ideales modelizadas mediante herramientas estadísticas e informáticas), antes de probarlas en campo, utilizando modelos de crecimiento de cultivos mejorados, aplicados a la predicción genómica (predecir el comportamiento del cultivo a partir de su genoma), con el objetivo de mejorar la adaptación a los futuros agroecosistemas; y por último, aprovechar el diálogo de la planta con la biodiversidad del suelo con el objetivo de descifrar las asociaciones de la microbiota (hongos y bacterias) de la rizosfera (parte del suelo más próxima a las raíces) con la diversidad y comportamiento agronómico de los cultivos, en distintas condiciones ambientales.
¿Qué potencial tienen las variedades antiguas y tradicionales de cebada para limitar el aporte de insumos como fertilizantes y fitosanitarios?
"Estamos estudiando variedades locales del norte de África y Medio Oriente, que se adaptaron a climas con estreses más cercanos a los que tenemos cada vez con más frecuencia en España"
¿Por qué estas variedades podrían estar mejor adaptadas a los estreses abióticos que causa el cambio climático en los cultivos?
¿Qué nos puede contar de la interacción entre la planta y el suelo? ¿Qué ventajas pueden deparar las variedades ‘locales’ en este ámbito?
La Estación Experimental Aula Dei lleva no obstante muchos años trabajando en este propósito de desarrollar y aplicar las ventajas de las variedades locales en la agricultura española. ¿Qué avances más destacados resaltaría hasta este momento?
¿Tenemos algún otro ejemplo destacado de variedades locales de cebada, tanto españolas como de otros países, que se estén utilizando en la mejora de nuevas variedades o se puedan estar usando directamente por parte de agricultores?
La cebada Albacete, procedente directamente de una variedad local, fue la más cultivada en el tercer cuarto del siglo XX en España. Seguimos usando las variedades locales de cebada en mejora, pero sobre todo cruzándolas con variedades modernas. Por cierto, las variedades locales españolas de todos los cereales están siendo evaluadas en proyectos de investigadores de la Red Ceres, financiada por la AEI, y ya hay algunos ejemplos de maíz y avena con uso directo.
¿La cebada puede ser un cereal que, en general, parta en mejores condiciones para adaptarse a los efectos del cambio climático en los próximos años?
La posibilidad de utilizar dentro de unos años la edición genética en Europa, ¿qué permitiría hacer en este campo?
¿Será viable a largo plazo una agricultura europea de bajos inputs y que resista los condicionantes climáticos que ya estamos viviendo?
En algunos casos, habrá que cambiar los sistemas de producción y las especies cultivadas para poder seguir teniendo una agricultura rentable con los cambios climáticos. Por otro lado, hay que bajar los inputs para evitar los graves problemas ambientales que padecemos en Europa, pero está claro que no hay recetas únicas. Todo esto los debemos hacer sin reducir peligrosamente la producción de alimentos, ni poner en riesgo la supervivencia de las explotaciones agrarias.
Desde nuestra capacidad, lo que podemos ofrecer es trabajar para el desarrollo de nuevas variedades que resistan mejor las condiciones climáticas más adversas que las actuales. Esta investigación llega al agricultor a través de la semilla, y es una de las inversiones más baratas que se pueden realizar para aumentar la resiliencia de la agricultura.
Para concluir, ¿cree que son necesarios más proyectos de investigación con este enfoque que se centren en cultivos de regadío en España como son el trigo o el maíz?
Sin duda. Previo a cualquier programa de mejora debe haber un periodo de pre-mejora, en el que se ensayan variedades de otras regiones o de bancos de germoplasma, candidatas para ser utilizadas en cruces a partir de los cuales se obtendrán las variedades futuras. Estas etapas no son posibles sin un estudio previo de los recursos genéticos disponibles, por ejemplo, variedades antiguas y locales, o de los genes implicados en respuesta a estrés abiótico u otros rasgos de interés asociados a la adaptación y rendimiento del cultivo.
La mayor fuente de recursos genéticos son los bancos de germoplasma, en los que se guardan en condiciones controladas un gran número de semillas de todo tipo de especies y variedades. Tanto en trigo como en maíz se han desarrollado proyectos, dentro y fuera de España, que estudian la diversidad genética de variedades locales y/o antiguas para sacar provecho de ellas en programas de mejora y aportar ventajas adaptativa a las futuras variedades.