Investigadores del IBMCP descubren cómo las plantas modifican su crecimiento en función de la abundancia de agua en el suelo
Un equipo internacional de investigadores en el que participa el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), centro mixto de la Universitat Politècnica de València (UPV) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha descubierto la manera en que las plantas modifican su crecimiento en función de la abundancia de agua en el suelo. En el estudio, publicado recientemente en la revista Nature Plants, se plantean preguntas sobre cómo, durante la evolución, las plantas se adaptaron a la vida terrestre, y se revela valiosa información que puede ayudar a desarrollar cultivos más resistentes a la sequía.
Las plantas utilizan la fotosíntesis para convertir la luz solar, el agua y el dióxido de carbono en los azúcares que necesitan para crecer y que sustentan nuestro planeta. El agua también es esencial para el transporte de nutrientes desde el suelo y para proporcionar la rigidez necesaria para que la planta se mantenga en pie. Al ser un factor tan importante, las plantas han desarrollado mecanismos para detectar la presencia de agua en el suelo y llevar esta información a todos sus tejidos para inducir respuestas adaptativas.
Cuando el agua escasea, se produce una hormona que induce un cierre muy rápido de los poros de las hojas (estomas), para así evitar la pérdida de agua por la transpiración. Además, se detiene el crecimiento de la mayoría de los órganos para usar esos recursos en medidas de protección. Sin embargo, hasta ahora se desconocía cómo la falta de agua conduce a la interrupción del crecimiento de las plantas.
El estudio, liderado por la científica española Elena Baena González, investigadora principal del Instituto Gulbenkian de Ciencia de Portugal, descubrió los mecanismos por los que la planta interrumpe su crecimiento: las señales hormonales de ácido abscísico (ABA) están ligadas a un sistema regulador altamente conservado y formado por dos proteínas (SnRK1 y TOR) que controlan el crecimiento en todos los eucariotas (animales, plantas, hongos y protistas).
Según explica Baena, “cuando las condiciones son favorables, el acelerador del sistema (TOR) está activo e induce procesos biosintéticos de proliferación y de crecimiento celular. Cuando las condiciones son desfavorables, el freno del sistema (SnRK1) se activa inhibiendo a TOR y, consecuentemente, el crecimiento”.
Un sistema que podría haber sido crucial para el establecimiento de la vida en la Tierra
Los investigadores utilizaron la planta modelo Arabidopsis thaliana y observaron que cuando la proteína quinasa (SnRK1) se inactiva genéticamente, las plantas desarrollan raíces más grandes en condiciones desfavorables. Aunque este crecimiento descontrolado puede ser fatal en condiciones de sequía severa, es probable que aumente la capacidad de absorber el agua de las capas superficiales del suelo y mejoren potencialmente el crecimiento de las plantas en condiciones de sequía moderada. Los próximos pasos de esta investigación tendrán como objetivo abordar estos problemas e identificar factores posteriores que puedan resultar más propicios para la manipulación de esta característica también en los cultivos.
El estudio también indica que el núcleo señalizador del ABA, en ausencia de estrés, favorece los procesos anabólicos de la planta al mantener secuestrada la proteína quinasa SnRK1; en cambio, en presencia de estrés, la hormona ABA libera a SnRK1. Se restringe así el crecimiento de la planta, se activan los mecanismos de respuesta a la escasez de agua y se optimiza el uso de nutrientes.
Este trabajo se llevó a cabo en el Instituto Gulbenkian de Ciencia (Portugal), en colaboración con los grupos de investigación de Pedro L. Rodríguez Egea, del IBMCP; Américo Rodrigues, del IPL (Peniche, Portugal) y de Christian Meyer, del INRA (Versalles, Francia). La Fundación para la Ciencia y la Tecnología (Portugal), el Ministerio de Ciencia e Innovación, la Generalitat Valenciana (España), LabEx Paris Saclay Plant Sciences, y el programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea financiaron el estudio.