Manuel Torres Acemel

El diseño existe hace bastante tiempo, la comunidad empresarial reconoce que “el buen diseño” permite que productos y marcas lideren en los mercados. Lo que es relativamente nuevo, es el concepto de “Design Thinking” (Pensamiento en Diseño).

Pensar como diseñadores, es usar la forma en que los diseñadores abordamos la solución de problemas. Es una manera de pensar integradamente que puede ser aplicada a todos los componentes del negocio. En vez de pedirles a los diseñadores que hagan que una idea ya desarrollada sea atractiva para los consumidores, las empresas están pidiendo a los diseñadores que creen ideas que conecten de mejor forma con las necesidades y deseos de los consumidores. El rol descrito inicialmente es “táctico”, y el resultado es una limitada creación de valor, el segundo es estratégico, y conduce a nuevas formas de crear valor.

El Design Thinking es un facilitador de la Innovación. Permite generar innovación y transformación de manera más rápida y más efectiva. Pero además es el proceso metodológico del Design Thinking el que nos permitirá definir en qué debemos innovar.

Pensar en términos de diseño posee o crea valor más allá de los productos. Servicios, procesos, sistemas, experiencias y estrategias pueden beneficiarse del Design Thinking. El proceso ayuda a desarrollar grandes ideas de manera rápida y más eficiente ya sea en el desarrollo de nuevos productos o servicios, desarrollando mejores procesos internos, creando nuevas formas de comunicar a los clientes, o reinventando un modelo de negocios completo.

El Design Thinking aplicado al diseño de los modelos de negocio y al diseño de la estrategia, significa pensar en la empresa desde el usuario-cliente y sus necesidades. La innovación y entrega de productos y servicios que crean valor para los clientes, es un desafío que todas las empresas debieran cuestionarse permanentemente y el diseño es una parte fundamental de esa estrategia.

En el centro del Design Thinking está la multidisciplina, la solución a problemas de manera colectiva, el foco en las personas y su comportamiento como fuente de inspiración e identificación de Insights (Conclusiones Finales) para la innovación. Significa la incorporación de competencias a un equipo de profesionales que faciliten operar en un ambiente complejo, caótico y de perspectivas diferentes de la realidad.

Está metodología o manera de hacer de los diseñadores es el Design Thinking, el pensamiento del diseño. A lo largo de mi experiencia profesional he detectado que pensar (y resolver) como diseñador, equivale a:

- Comprender, Observar y Definir. Lo primero que hay que hacer para elaborar una solución de diseño es algo tan simple y tan complejo como observar. En esa observación es fundamental perfilar y definir el problema, preguntarse a fondo cuál es el reto, ya que la construcción y formulación del enunciado abre o limita la comprensión.

- Idear. Otra constante en el Design Thinking implica descartar las soluciones obvias y proponer una diversidad de nuevas rutas que generen escenarios diferentes, empáticas con el usuario y con el entorno. Una misma realidad aparente es el detonador de soluciones infinitas. No se trata de crear cosas nuevas por sí mismas, sino de reinventar.

- Prototipar y testear. Algo característico de la labor del diseño es probar las soluciones en distintas etapas de conceptualización. A veces un problema complejo ofrece tantas opciones de respuesta que tiende a paralizar la toma de decisiones. Una mente de diseño puede distinguir lo esencial de lo accesorio y conformar una mezcla potente. Pensar desde el diseño implica la habilidad para sintetizar o resumir y presentar elocuentemente un hallazgo, innovar en la experiencia y en la realidad; introducir en la mente y en la vida de los otros, soluciones que se adapten natural e intuitivamente a su vida. En una palabra, articular.

- Implementar. Lo que distingue al Design Thinking del pensamiento especulativo es que el diseñador procede directamente a la acción. El Design Thinking es estratégico porque tiene presente que sólo lo que existe tiene valor y que no hay mayor valor que actuar sobre la realidad, cambiándola o adaptándose a su cambio de manera empática.

El buen diseño es un proceso, no un objeto. No tiende a la perpetuación de las soluciones sino a la adaptabilidad, a la mutabilidad y al crecimiento.

En resumen, la inversión en diseño no implica un costo añadido para la empresa, sino todo lo contrario: un valor añadido. DISEÑO=VALOR.

Manuel Torres Acemel

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