El futuro del vino del Penedès
¿Cuál será la producción y cómo será el vino del Penedès a finales de siglo? Para dar respuesta a esta amplia pregunta, IRTA reunió en junio a representantes del mundo vitivinícola para debatir cómo afrontar los retos de futuro, donde destacan los efectos del cambio climático. “Nos enfrentamos a un problema global, de efectos locales y soluciones individuales” fue la conclusión general.
En un formato de mesa redonda, IRTA organizó un debate en Vilafranca del Penedès con el objetivo de poner en relieve los retos que presentará la viticultura a finales del siglo XXI. Desde una perspectiva multidisciplinar, el evento reunió a expertos en climatología, viticultura, enología y economía para aportar distintas visiones de futuro. A través de un debate abierto, los asistentes pudieron intervenir para esbozar estrategias comunes y particulares para cada necesidad y sensibilidad.
Abrió la sesión Josep María Martí, teniente alcalde de Vilafranca del Penedès, enfatizando en la necesidad de “investigar para avanzarnos al futuro y adaptarnos a los cambios, tanto de hábitos de consumo como de producción”. Asimismo, destacó el objetivo de luchar un por Penedés sostenible, mediante la reducción de CO2 y de emisiones a la atmósfera, y saludable, con un uso menor de productos químicos en las viñas.
El cambio climático en el Penedés
El responsable del área de Climatología del Servei Meteorològic de Catalunya, Marc Prohom, ofreció los resultados de un estudio elaborado junto al IRTA para conocer la situación real de los efectos del cambio climático en el Penedès, así como las previsiones más cercanas: “El cambio climático es un problema global pero precisa de soluciones locales y sectoriales”, subrayó. “La temperatura media del Penedès desde 1951 ha incrementado a un ritmo de +0,25 °C anuales, lo que significa +1,7 °C de incremento medio. Es algo que ya está aquí y que durará decenios”. La temperatura máxima ha incrementado a un ritmo superior al de la temperatura mínima: “Desde 1981 han subido las máximas 0,50 °C/decenio, mientras que las mínimas lo han hecho a una media de 0,25 °C/decenio.
El verano es la época del año en que más han subido las temperaturas: “Los extremos de temperaturas han sufrido cambios destacados desde mediados del siglo pasado, con variaciones muy importantes como el hecho de que contemos con 44 días más de calor considerada de verano (máximas de >30 °C), 30 días más muy cálidos (máximas de < 30 °C), 8 noches más de clima tropical (mínimas de >20 °C), 25 días más de oleadas de calor (5 días consecutivos) y 6 días menos de duración de las oleadas de frío (6 días consecutivos).
Además, las precipitaciones han descendido un 13% de media anual, algo que se ha dado de forma uniforme en todo el territorio del Penedès. Estacionalmente, el verano es el periodo con descensos más evidentes (-4%/decenio), un 25% menos de lluvia desde 1951, lo que supone entre 3 y 7 días menos de lluvia y de 8 a 20 días menos de periodos lluviosos.
“En el futuro nos enfrentamos a dos escenarios: el pasivo, donde no hacemos nada y la temperatura sube hasta +3,6 °C, o el comprometido, donde se aplican los acuerdos de París y logramos que la temperatura se incremente sólo en +1,1 °C. Hasta 2050 la situación se mantendrá estable y no habrá muchos más cambios pero, a partir de mitad de siglo, todo se disparará”, concluyó Marc Prohom.
Robert Savé, investigador del IRTA, afirmó que nos encontramos “en una nueva pantalla del videojuego”. Así, explicó que “el cambio climático ya hace años que llegó y no podemos seguir haciendo las cosas como antes, como en la pantalla anterior. Contamos con suficiente información agronómica y climática como para no adaptarnos a una nueva viticultura”.
Los retos que implica la subida de temperaturas, según Savé, pasan por la calidad de lo que hacemos (cambios fenólicos radicales, aumento de azúcares y grados alcohólicos, cambios en el color, el aroma…) y de cantidad en la producción (por el gasto en agua en zonas secas). “Los acuerdos de París demandaban que en 2030 la temperatura no subiera más de 1,ok
5 °C, y en 2018 ya hemos aumentado 1,7 °C… Debemos actuar aprovechando la ciencia y la técnica y, sobre todo, el sentido común”.
El papel de la enología
El director general del Centro Tecnológico del Vino (Vitec), Sergi de Lamo, fue el encargado de aportar la visión enológica de la mesa de debate: “Las zonas vitícolas más importantes y de mayor proyección se hayan entre las latitudes 30 y 50. El Penedès está en la 42, por lo que se enfrenta a desafíos importantes”, expuso de Lamo.
A nivel enológico, los retos más importantes son el desacople entre madurez fenólica y sacarimétrica, la reducción del uso de SO2 y el aumento del pH: “Se habla poco de este último factor y es algo muy relevante. En Ribera del Duero se han dado pHs de 4,3 cuando solemos buscar niveles entre 3,5 y 4… Es muy, muy alto y preocupante”, aseveró.
Tal y como señaló Sergi de Lamo, para solucionar todo esto contamos con tres herramientas: los productos enológicos que compensan los desequilibrios (ácido tartárico y málico, taninos, monoproteinas…); el uso de la tecnología con técnicas como la osmosis inversa, ultrasonidos, termovinificación o la microoxigenación, entre otras; y el manejo del potencial vitícola y microbiológico. “Debemos trabajar en cada zona de forma individual para lograr estrategias útiles y aplicables que permitan una diferenciación y un camino propio”.
Si bien es cierto que el sector vitivinícola es de los más conscientes de los efectos del cambio climático, es un problema que afecta a todas las industrias. “En nuestro caso, ¿estamos practicando una viticultura adecuada para nuestra realidad? Planteémoslo y tomemos decisiones en base al conocimiento”, resaltó de Lamo.
Una legislación más ágil y clara
La legislación es siempre un tema de debate. En este caso fue Xoán Elorduy, responsable técnico de Incavi, el encargado de difundir los próximos escenarios: “La situación actual tiene tres ejes con los que trabajar. El primero de ellos es la variable del medio físico y sus cambios (temperatura, humedad relativa, hongos, bacterias…; el segundo, el producto final y su entorno, el mercado, la opinión pública, el consumidor…: y el tercero, las variables tecnológicas como la agronomía, la enología, la construcción…”.
Elorduy enfatizó en que la legislación actual segmenta cada espacio y establece barreras y límites que entorpecen algunas soluciones, a pesar de favorecer otras: “La normativa presenta una segmentación difusa que no deja claro si estamos haciendo las cosas bien o si nos estamos saltando alguna norma. El mundo vitivinícola cuenta con una legislación abrumadora donde se deben tener en cuenta tanto las normas propias como las de otros sectores, como puede ser el de la sanidad, lo que todavía complica más la situación general”, afirmó.
Asimismo, indicó que la definición de algunos conceptos no es clara, como en el caso de ‘ecológico’ y ‘sostenible’: “¿Una viticultura de precisión no es sostenible?”, se preguntó. “Si es necesario modificar la normativa, que se modifique porque lo importante es que el productor pueda seguir trabajando de forma digna en su territorio”.
Para poder cumplir con los objetivos, la legislación debería ser “un espacio pactado entre sus jugadores, respetado, lógico y mínimamente estable para trabajar con confianza”. En esta línea, el responsable técnico de Incavi destacó la necesidad de que la normativa no fluctúe en cada campaña, sino que sea conocida por todo el mundo y mucho más ágil.
El vino ecológico, en alza pero despacio
“El sector ecológico está en alza en todo el mundo, crece en exportaciones y aumenta ligeramente en consumo doméstico”, explicó Cristina Escobar, investigadora en CREDA. “Esta tipología atraviesa una situación favorable de crecimiento, tanto en el mercado interno como en el externo, ya que responde a los reclamos del consumidor al ser un producto ético y respetuoso con el medio ambiente”.
El consumidor se interesa por esta tipología por las consideraciones ambientales y de salud que ahora son importantes para él. De todos modos, a pesar de que la cuota de mercado todavía es pequeña, va creciendo: “La gente dice ser muy consciente con la sostenibilidad y muy respetuosa con su salud y su entorno, pero en el momento de pagar… Sigue sin estar dispuesto a desembolsar más dinero por un motivo simple: les falta información”.
Los frenos al consumo ecológico, según un estudio realizado por el CREDA, pasan por la necesidad de ofrecer más calidad, pero a un precio similar, ya que existe cierto escepticismo con las certificaciones y la industria vitivinícola ya se considera como ‘verde’ y respetuosa con el medio ambiente en comparación con otros sectores alimentarios.
El perfil de consumidor que sí está dispuesto a apostar por el segmento ecológico responde a gente con alto poder adquisitivo que leen las etiquetas y que prestan mayor atención a las variedades utilizadas. Por lo general, se trata de un perfil femenino y urbanita que cuenta con un buen nivel educativo y una renta media-alta.