Expertos debaten en Londres cómo el vino puede contribuir en la lucha contra la crisis climática
Personalidades del mundo del vino, como la periodista británica Jancis Robinson y el bodeguero Miguel A. Torres, recordaron el importante papel que su industria puede jugar en la lucha contra el cambio climático, así como las desafíos que el calentamiento global presenta al producto.
Lo hicieron en una mesa redonda en la Embajada española en Londres, tras la cual Robinson –una de las críticas más prestigiosas del mundo– recibió el premio Torres & Earth por su contribución a concienciar sobre la emergencia climática, Torres, presidente del grupo familiar que lleva su apellido, lanzó un llamamiento sin tapujos: “En España no estamos en la mejor posición en términos de cambio climático. Tenemos que reaccionar y adaptarnos a la nueva situación”.
Torres explicó cómo su compañía comenzó ya hace años a comprar viñedos a mayor altitud, en previsión de las complicaciones que preveían: “Y estoy contento, porque está yendo más rápido de los pensábamos”.
A su juicio, en España hay mucho trabajo por hacer, porque “la mayoría de empresas no entienden la dimensión del problema y se preocupan más por temas financieros”.
Por su lado, Robinson elogió que España ya es conocida por la abundancia de variedades, y no por unas pocas denominaciones como hasta hacer relativamente poco tiempo. “Pero ahora todos se enfrentan a los mismos desafíos, particularmente sequías severas y precios a menudo muy bajos”, señaló.
Pese a ello, destacó que algunas uvas como la Garnacha, la Bobal o la Monastrell están comenzando ahora a llevarse el reconocimiento que merecían, lo cual puede ser bueno de cara al futuro ya que son variedades que soportan mejor las altas temperaturas.
Robinson, que reconoció la labor pionera de Torres en esta lucha, libra desde las páginas del diario Financial Times y desde su propia página web (www.jancisrobinson.com) su particular combate contra las emisiones de la industria vitivinícola.
“Por fin parece que el mensaje está llegando a los productores de todo el mundo de que la mayor contribución del vino a la huella de carbono del mundo no está en la bodega ni en el viñedo, sino en la producción y transporte de botellas”, explicó.
Relató que se está viendo ya una reducción en el peso medio de las botellas (cuya producción y transporte implica mayores emisiones), pero que todavía debe acabarse con el mito de que el peso de la botella es un indicador de la calidad del caldo.
Por ello, abogó por el uso de otros envasados para el vino, como pueden ser las latas o las cajas, algo que en países como el Reino Unido o los escandinavos está más desarrollado.
“El vidrio es el material ideal para mantener el vino mientras envejece por mucho tiempo. ¿Pero cuántos vinos se consumen una semana, o incluso un día, después de comprarse? El 90% o algo así. ¿Por qué vamos a destruir el planeta por poner todo en botellas de vidrio?”, se preguntó.