Biodiversidad en la viña, un equilibrio necesario
El frágil equilibrio entre la actividad humana y la conservación del medio ambiente es particularmente sensible en el cultivo y desarrollo de la vid. Es por ello que Familia Torres trata de minimizar el impacto sobre el entorno mediante la ejecución de distintas acciones y prácticas, frutos de años de investigación, que favorecen la biodiversidad en las fincas y viñedos.
La fauna y flora de los viñedos no es secundaria. Es riqueza natural que crea un beneficio mutuo, un equilibrio muy sensible que requiere de una plena comprensión y observación, para actuar de manera sabia y decidida.
Por ello, desde Familia Torres se sigue la premisa que inculcó la tercera generación con Miguel Torres Carbó, que decía: “Cuanto más cuidamos la tierra, mejor vino producimos”. Por esa razón, hace décadas que no se utilizan pesticidas ni herbicidas en los viñedos de Familia Torres y actualmente, con la quinta generación, se ha promovido la certificación de viticultura orgánica en la mayoría de los viñedos, especialmente en aquellos donde predomina un clima seco y con pocos episodios de lluvias:
Para el control de las malas hierbas, se sustituyeron los tradicionales herbicidas por la creación de cubiertas vegetales entre las hileras, lo que disminuye la erosión, incrementa la aparición de materia orgánica y supone un auge de la biodiversidad ya que la propia cubierta se convierte en lecho y hábitat de numerosas especies beneficiosas.
Del mismo modo, en todas las fincas de Familia Torres, se trabaja en la recuperación de antiguos pozos y minas, así como en la construcción de balsas de acumulación con bebederos para aves y anfibios.
Es sabido que el monocultivo degrada la biodiversidad y por este motivo se han incorporado elementos al paisaje que permiten el desplazamiento de la flora y la fauna, dando continuidad a los procesos ecológicos. Corredores biológicos por los que transita la vida. Es por ello que también se mantienen los cultivos propios de cada finca (cereal y olivos, en su gran mayoría) que garantizan paisaje y vida propia. Identidad, al fin y al cabo.
Bajo el mismo prisma se crearon insectarios y hoteles de insectos. ¿La razón? La carcoma de las cepas es una de las principales plagas. Se trata de una mariposa nocturna que se alimenta de la uva, cuando todavía está en estado larvario. Sin necesidad de pesticidas, acudimos a los depredadores naturales de este insecto, como la mariquita, proporcionándoles un hábitat donde desarrollarse.
Así, se han instalado diversos paneles de abejas, como el de Mas La Plana, para garantizar la polinización y, debido a su alta sensibilidad a enfermedades del entorno natural, son un sistema de control de la salud del mismo.
Para conservar y aumentar la presencia de aves se han instalado cajas nido que permiten la puesta de huevos. Además, este hecho atrae a murciélagos, unos buenos aliados para luchar contra la carcoma, llegando a ingerir más de 600 insectos en una sola noche.
Los taludes y bosques se reforestan con la finalidad de que las mismas plantas fijen su estructura. Además, se realizan drenajes para que las fuertes avenidas de agua de lluvia no provoquen aluviones dentro de las parcelas con la consiguiente retirada del suelo y degradación de la biodiversidad.
La mayoría de los bosques disponen de un Plan Técnico de Gestión y Mejora Forestal. Anualmente se realizan desbroces para disminuir el riesgo de incendio; talas de mejora, extracción de biomasa como fuente energética o reforestaciones de zonas degradadas. El mantenimiento de las zonas boscosas entre las plantaciones de viña permite configurar el mosaico paisajístico, aportando heterogeneidad y potenciando la biodiversidad, generando así refugio y hogar a la fauna.
Buscando la perpetuidad de la cadena trófica, la presencia de insectos contribuye a la existencia de animales, depredadores naturales que se alimentan de éstos como, aves, reptiles, anfibios o pequeños mamíferos. Un círculo vital que se renueva y nos renueva. Vida que da vida.