Secuencian el genoma de un cereal que se cultivaba en Egipto hace 3.000 años y que tiene gran resistencia frente a la sequía
Científicos del Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG) de Barcelona han logrado secuenciar el genoma de un grano de farro, un cereal emparentado con la espelta y el trigo que se cultivaba en Egipto hace 3.000 años y que, por su resistencia a la sequía, estudian recuperar en el contexto de la crisis climática.
La investigación, que publica hoy la revista Nature Plants y en la que ha participado la University College (UCL) y el Museo de Historia Natural de Londres, ha demostrado que los humanos ya habían domesticado este cereal para cultivarlo mil años antes de Cristo.
También ha revelado la resistencia de este cereal a una climatología seca, por lo que los científicos están probando si se puede hacer pan con él como un cultivo alternativo para soportar el cambio climático.
El farro (Triticum turgidum Dicoccon) era el cereal más popular en el antiguo Egipto y cuando los romanos invadieron la zona lo adoptaron y le llamaron "trigo de los faraones" o "farro" (de ahí la palabra "harina").
La mayoría de variedades de trigo que se cultivan hoy en día son el resultado de una hibridación entre el farro y una hierba salvaje.
La muestra antigua de farro analizada ha revelado tener un genoma similar al de las variedades de farro modernas que se cultivan en la India, Omán y Turquía.
Según ha explicado la investigadora del CRAG Laura R. Botigué, una de las autoras principales del estudio, caracterizar los genomas de muestras antiguas nos permite descubrir qué diversidad genética se ha perdido en las variedades que se cultivan ahora, y "recuperar genes que pueden tener un interés agronómico muy elevado en el contexto actual de crisis climática".
Botigué, que estudia ADN antiguos de especies animales y vegetales domesticadas, ha informado de que la muestra de farro secuenciada se encontró en una colección del Museo Petrie de Arqueología Egipcia de la University College de Londres (UCL).
Junto al arqueobotánico Dorian Fuller, convencieron a los conservadores del museo para que les dejaran extraer ADN de unos granos de farro provenientes de una excavación en Egipto dirigida por la arqueóloga Gertrude Caton-Thomson en 1924.
Los investigadores destacan el hecho de haber podido extraer material biológico apto para secuenciar en una muestra que habían sido conservada durante 90 años sin un control climático estricto en el museo.
Los investigadores han explicado que la variedad salvaje de este cereal liberaba el grano de la espiga para dispersar las semillas, pero la variedad secuenciada ya retenía el grano, permitiendo segar la planta sin perder el grano, lo que indica que la planta ya había sido domesticada.
La comparación del ADN de este farro de hace 3.000 años con el genoma de variedades modernas del mismo cereal que se cultivan actualmente en la India, Omán y Turquía, ha llevado a los investigadores a plantear la hipótesis que, una vez domesticado en Oriente Próximo, el farro se dispersó en varias oleadas.
Una primera oleada recorrería la costa norte del Mediterráneo y Europa, y una segunda iría hacia África y Asia.
"Este resultado es sorprendente, ya que tradicionalmente se había asumido que el Neolítico se extendió en paralelo por las dos costas del Mediterráneo, y en cambio este grano antiguo nos está contando otra historia", ha puntualizado Botigué.
Aunque el proceso de domesticación de plantas ha llevado a la humanidad a disfrutar de cultivos que aportan la nutrición necesaria, Botigué advierte de que en este proceso se han perdido una gran parte de variantes genéticas que podrían ser útiles en el futuro, especialmente en el contexto de crisis climática.
Por eso, recuperar esta variabilidad genética es un objetivo clave en el sector de agrícola.