Lodos de depuradora para hacer crecer el maíz
Como explica Manuel Tejada, del grupo de investigación ‘Edafología Ambiental’ de la Universidad de Sevilla, se ha constatado que cuando el compuesto orgánico se aplica por este procedimiento, sobre la planta y la hoja del cultivo, existe una repercusión positiva en la nutrición de la planta, lo que influye en la producción y calidad de la cosecha. Por el contrario, cuando se aplica al suelo no se aprecian mejoras significativas.
Los resultados, publicados en la revista European Journal of Agronomy con el título ‘Use of biofertilizers obtained from sewage sludges on maize yeld’, han revelado que las sustancias orgánicas que contiene este biofertilizante permiten que la planta pueda absorber mejor los nutrientes y de esta forma facilitar su crecimiento.
Para la obtención del biofertilizante se introducen los lodos, procedentes de aguas residuales de depuradora, en un biorreactor o recipiente que mantiene un ambiente biológicamente activo, donde en condiciones óptimas de pH y temperatura, así como con el uso de determinadas enzimas, se transforma el lodo en un compuesto orgánico muy rico en proteínas de bajo peso molecular –como los aminoácidos–, fácil y rápidamente asimilables por la planta.
“Con este trabajo conseguimos constatar la efectividad de un biofertilizante elaborado a partir de lodos y revalorizar un residuo que incrementa cada año y no encuentra nuevas vías de aplicación”, afirma el científico de la Universidad de Sevilla.
Biofertilizantes en suelo y planta
Para desarrollar la investigación se han realizado dos tipos de experimentos sobre parcelas de cultivo de maíz experimentales de una extensión de 45 metros cuadrados en Trujillanos (Extremadura). Concretamente, se han desarrollado durante dos campañas consecutivas en 2013 y 2014.
Por una parte, el biofertilizante se ha aplicado al suelo en dosis de 10.000 y 20.000 kilos de producto por hectárea de terreno cultivado antes de la siembra. En el caso de la fertilización foliar, se han utilizado dosis de 3,6 y 7,2 litros de biofertilizante por hectárea. Paralelamente se ha realizado un tratamiento control que ha incluido abonos inorgánicos típicos del área de estudio.
Cuando el producto se ha añadido en suelo, los microorganismos –bacterias y hongos– lo han absorbido rápidamente y han provocado que la absorción por parte de la planta sea muy baja y, en consecuencia, este hecho no tenga ningún efecto beneficioso sobre su nutrición.
Contrariamente, el abono por vía foliar ha influido positivamente en la absorción de macro y micronutrientes por la planta. Esto, como apuntan los científicos, puede deberse a dos causas. Por un lado, las hojas están cubiertas por una cutícula altamente permeable a moléculas orgánicas, que favorecen la entrada de iones unidos a estas moléculas dentro de la célula vegetal.
Por otra parte, la aplicación foliar del biofertilizante permite la penetración directa de sus compuestos químicos a través de estomas o poros presentes en la epidermis de la hoja. “Esto influye positivamente en la nutrición de macro y micronutrientes en la planta y, en consecuencia, en la producción y calidad del grano obtenido”, indica el investigador.
Este trabajo, financiado por la Consejería de Economía y Conocimiento de la Junta de Andalucía y el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, contempla estudios posteriores que permitan establecer un protocolo que indique las dosis concretas a partir de la cual debe emplearse el biofertilizante para obtener su máximo rendimiento. “Asimismo, contemplamos seguir investigando su uso con otro tipo de cultivos”, concluye Manuel Tejada.