Los acolchados en cultivos pueden incrementar la incapacidad del terreno a infiltrar el agua
Bajo ciertas condiciones, la práctica del uso de acolchados en cultivos puede incrementar la incapacidad del suelo a retener agua en su interior. Estos añadidos fundamentalmente de paja que se incorporan a los cultivos para reducir la erosión directa del suelo, dotan a su vez al terreno de un mayor porcentaje de materia orgánica, lo que le hace repeler el agua con más facilidad. El edafólogo Antonio Jordán, de la Universidad de Sevilla, ha explicado en la Universidad de Córdoba (UCO) en el ciclo de conferencias con motivo del Año del Suelo que organiza la UCO, el Campus de Excelencia Internacional Agroalimentario ceiA3 y la Facultad de Ciencias los factores por los que aparece hidrofobia en un suelo, entre los que se encuentra no sólo la materia orgánica, sino también el tipo de arcilla, la acción del fuego o la acción de seres vivos como hongos y plantas.
Los suelos hidrófobos retienen el agua en la superficie, no la infiltran hacia el interior. Es observable cuando, por ejemplo, una gota permanece durante un tiempo en forma esférica en una superficie. Esta propiedad tiene efectos sobre las plantas que se desarrollan en los suelos y sobre el ciclo de carbono que los vegetales motivan. Sin embargo, la hidrofobia es una característica del suelo poco estudiada por los científicos. No obstante, el interés ha sido creciente desde el año 2000, desde cuando se ha incrementado el número de publicaciones sobre este fenómeno.
Antonio Jordán, del grupo de investigación MED Soil, ha explicado en el campus de Rabanales de la Universidad de Córdoba el estudio de esta propiedad. “Tradicionalmente no se prestaba atención porque no había manera de medirla, pero a raíz de estudios en los años 70 en Norteamérica sobre suelos quemados y restauración de zonas que habían desarrollado hidrofobia, se ha disparado el interés. Así, hemos empezado a conocer los impactos sobre el terreno y los procesos erosivos que tienen lugar”, ha resumido.
La hidrofobia es un testigo del impacto de la actividad de la humana sobre microorganismos o de la intensidad de procesos como incendios forestales o la contaminación. A la vez, este indicador permite identificar pérdida de suelo por erosión u otros procesos geológicos. “No puedes medir la erosión en un par de días, pero sí puedes medir la hidrofobia del terreno, por lo que puedes aventurar su evolución”, ha indicado Jordán.
En su conferencia, Jordán ha explicado que hay suelos hidrofóbicos en todo el mundo, en diferentes climas y tipos de suelo. No obstante, hay una constante: cuando más seco es el suelo, menos absorben el agua. Los incendios a temperaturas mayores a 250 grados, el tipo de arcilla, la presencia de microorganismos o plantas y el manejo del suelo son factores que hacen incrementar la repelencia al agua, según el especialista.
En el caso de terrenos agrícolas, el experto ha indicado que prácticas de conservación pueden generar hidrofobia en el terreno. “Si entramos limitando la entrada de agua al suelo, estamos limitando a su vez su fertilidad”, ha concluido. Los restos de poda o paja, a partir de ciertas cantidades, “favorecen el problema de la hidrofobia, por lo que estamos agravando el problema en vez de resolverlo”.
El grupo al que pertenece Jordán analiza actualmente a nivel bioquímico las moléculas que producen hidrofobia en el suelo. El tiempo en el que estos compuestos repelen el agua en la superficie es importante para conocer el grado de hidrofobia de un suelo.