En pleno centro histórico de la capital, justo detrás de la Plaza Mayor, se levanta el único mercado en hierro que queda en pie hoy en día, una vez desaparecidos los formidables ejemplos de La Cebada y Los Mostenses. Considerado Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, comenzó a construirse bajo la dirección de Alfonso Dubé y Díez en 1913. En la época medieval había sido una zona de mercado abierto, rodeado de puestos dedicados a la compra-venta de los productos artesanales producidos por los gremios. Ya en el siglo XIX, se convirtió en un mercado “al descubierto” especializado en la venta de pescado.
El mercado, al más puro “estilo Parisino”, fue inaugurado el 13 de mayo de 1916. De un mercado al aire libre, al que según un proyecto de Joaquín Henri en 1835 para cubrirlo, del que sólo se ejecutan más que unas portadas, eliminando el mal efecto que a la plaza le producían los cajones dispares en los comerciantes, se pasa a una una planta baja con estructura metálica de soportes de hierro fundido y un sótano para almacenes. Sus elementos más característicos son los soportes de hierro de fundición de la estructura, la composición de las cubiertas, el sistema de desagües y la crestería cerámica que corona la cubierta. El coste de las obras fue de trescientas mil pesetas de la época.
Los años fueron pasando, y tras varios periodos de altibajos, entre ellos la Guerra Civil, en el año 1999 la Comunidad de Madrid abordó con fondos europeos y de los propios comerciantes una remodelación que ascendió a 150 millones de pesetas y que devolvió al mercado su aspecto original. Sin embargo, su actividad comercial fue decayendo poco a poco ya que sus instalaciones no podían competir frente a los modernos supermercados y centros comerciales. Fue en ese momento en que, ante el peligro de su inminente desaparición, un grupo de particulares con intereses arquitectónicos, gastronómicos y pertenecientes a diferentes ámbitos culturales y sociales formaron la sociedad 'El Gastrónomo de San Miguel', actual dueña mayoritaria del mercado.
El Mercado de San Miguel, un proyecto con ambición
El Mercado de San Miguel, uno de los pocos que escapan de la titularidad pública, está escribiendo una nueva página de su historia con el objetivo de aglutinar a los mejores comerciantes, profesionales, expertos y entusiastas de sus respectivas especialidades. Son aquellos cuya oferta justifica el desplazamiento hasta el centro de Madrid, pero sin abandonar su vocación de mercado tradicional enfocado a la compra diaria.
A través de sus 33 paradas, sus bares y un horario de apertura amplio (lunes a domingo, de 10 a 22 h.; y de jueves a sábado hasta las dos de la madrugada) el Mercado de San Miguel muestra una oferta vinculada a la calidad, a la frescura, y a la temporalidad de los alimentos, respondiendo al reciente interés por la gastronomía que la ha convertido en un autentico hecho cultural. El mercado pretende llegar a ser un Centro de Cultura Culinaria, donde el protagonista es el producto, y donde tengan presencia activa todos los grandes hechos y acontecimientos del universo de la alimentación. Un lugar de encuentro, dirigido al cliente, al profesional, al 'gourmand', al que busca información y consejo. Un lugar dónde, además de hacer la compra cotidiana, se pueda participar en actividades, degustar lo que se va a llevar a casa o simplemente, pasear o tomar algo.
Un mercado que no para
Si ya de por sí el Mercado de San Miguel, con más de 60.000 visitantes a la semana y siendo uno de los pocos mercados de España con el derecho de admisión reservado, es un hervidero de gente, su espacio central lo es aún mucho más. Se trata de una zona donde las presentaciones, degustaciones y conferencias de prensa son casi diarias. Cientos de personas se acercan cada día hasta la zona más concurrida del mercado para desayunar, almorzar o simplemente para tomar un pequeño refrigerio en su quehacer diario.
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