Rostros de miel
Por Celia Lozano
Casi tan antigua como la humanidad, la miel cuidadosamente elaborada por las abejas posee innegables propiedades. Las empresas cosméticas atraídas por ellas, como las abejas por las flores, han logrado condensar en serums, hidratantes y cremas diversas toda la sabiduría encerrada en ese alimento que ahora parece volverse imprescindible también para la piel.
Cleopatra, además de bañarse en leche de burra, parece que también se aplicaba una mascarilla de miel para poseer el más suave de los tactos. Los dioses griegos tomaban esa bebida de la inmortalidad llamada ambrosía y cuyo componente principal era la miel. 25 siglos después, seguimos bebiendo limón con miel para el catarro o realizando mascarillas caseras con este ingrediente para darle brillo al cabello. Es evidente que la miel, ese néctar recogido por las abejas de las flores, ha acompañado desde siempre al ser humano; hay incluso papiros egipcios con labores de apicultura del 2.400 a.C. Y esta dilatada presencia en la vida cotidiana es común además a casi todas las épocas, a casi todos los países y a casi todas las familias. Una presencia en el botiquín y en la alacena que ahora también ha pasado al tocador, porque el número de cosméticos con miel, polen, jalea real o apitoxina en sus formulaciones está cada vez más en alza.
En este sentido, algunos de los grandes nombres de la cosmética han decidido apostar e invertir en Apicosmética, es decir, en cosmética formulada con miel de abeja, ese alimento dulce y viscoso donde se concentran vitaminas, azúcares, fermentos, ácidos orgánicos, diferentes minerales y materias aromáticas. Contornos de ojos, cremas de día y de noche, sérums, mascarillas faciales, aceites, lociones, mascarillas para el pelo y un sinfín de productos más donde elegir con los que beneficiarse de la sabiduría milenaria de las abejas.
Con propiedades calmantes, antisépticas, humectantes, emolientes, nutritivas, suavizantes, cicatrizantes, tonificantes, regeneradoras y antiinflamatorias, la miel es también un antioxidante capaz de atenúar los efectos de los radicales libres y un apoyo para la regeneración celular.
Polen, cera y jalea real: tesoros cosméticos
El polen existente en la miel es un concentrado de aminoácidos esenciales, oligoelementos naturales, fitohormonas, minerales y Vitaminas B, C, D y E que logra incrementar la función celular. Hasta ahora el polen era considerado un ingrediente de la miel, pero a partir de junio y gracias a una nueva Directiva Europea (2014/63/UE), será parte de la propia miel.
Los granos de polen caen en el néctar al ser recolectado por las abejas y en la colmena las abejas transforman este néctar con sus granos de polen en miel. Y todo ello ha pasado, gracias a las formulaciones cosméticas, a productos capaces de revitalizar la piel, de añadir un aporte extra de energía, de suavidad, a desintoxicar y a retardar el envejecimiento.
La cera de la miel es, gracias a su textura extremadamente delicada, un elemento casi perfecto para fundirse con la piel. Generosa en Vitamina A, la cera añade elasticidad y permite disminuir la sensibilidad cutánea. Junto a ello, crea una película protectora que resguarda la epidermis de las agresiones externas.
La jalea real contenida en la miel también resulta muy efectiva para potenciar la firmeza de la piel y, por tanto, su uso es considerable en diferentes productos destinados a retardar el envejecimiento. Otra de sus ventajas es la tonificación, además de que nutre, suaviza y es un buen estimulante para los cutis cansados.
Otro de los regalos que las abejas nos brindan es el propóleo. En realidad, se llama así a la sustancia segregada por las abejas para sellar el interior de la colmena, de modo que evitan la proliferación de microorganismos. Su uso en productos cosméticos destaca como purificante.
¿Veneno cosmético?
Por último, hay que hablar de la apitoxina o veneno de las abejas, un líquido traslúcido con sabor agrio y olor similar al de la propia miel. Su empleo para fines terapéuticos era conocido ya por civilizaciones antiguas como egípcios, chinos o griegos. De hecho, apitoxina es una palabra de origen latino procedente de Apis (abeja) y Toxikon (Veneno). En realidad, es una sustancia producida en el abdomen de las abejas obreras e inyectada a sus víctimas a través del aguijón en la picadura. Provoca efectos convulsivos, inflama la zona y ejerce sobre ella cierta parálisis.
Al extender un cosmético con este tipo de componentes sobre la piel, el cerebro parece intuir que le ha picado una abeja en el área de aplicación y envía mayor volumen de sangre hacia esa zona. La producción de colágeno también se ve estimulada y, por tanto, las arrugas se atenúan, así como se mejora la elasticidad. Hay quienes ponen en paralelo los efectos de la apitoxina con las inyecciones de la toxina botulínica. No obstante, el principal escollo para el empleo de veneno de abeja es su precio: un solo gramo ronda los 300 euros. Sin embargo, su elevado coste no ha impedido la proliferación de hidratantes, serums y mascarillas y, por supuesto, rituales de cabina que la contienen.
Aunque quizás el regalo mejor y más inesperado para los tratamientos y productos cosméticos con miel lo ha realizado Kate Middleton, duquesa de Cambrigde, al difundir que había probado una mascarilla con veneno de abeja por consejo de su suegra, la duquesa de Cornualles, para estar radiante el día de su boda.