La ciudad anuncia
16 de febrero de 2010
Que la publicidad nos invade no es un secreto. Basta con encender nuestro televisor y tratar de ver una película, abrir un diario o una revista o sintonizar nuestro programa de radio favorito. Ahora, además, al soporte convencional se le suman otras formas de hacer que el ciudadano repare en los anuncios, que el consumidor consuma, que el comprador compre. ¿Y por qué no usar nuestras calles, nuestras paradas de autobús, nuestros taxis o nuestras farolas y papeleras como soportes para anunciarse? Los anuncios han dado el salto; ya no sólo empapelan revistas y diarios, ahora envuelven edificios enteros, visten paradas de metro y forran autobuses urbanos.
El mobiliario urbano como reclamo publicitario
Hace apenas un mes, la emblemática plaza Times Square de Nueva York amanecía con un inmenso cartel publicitario que mostraba a Barack Obama vestido con una chaqueta de un fabricante estadounidense y un lema que rezaba “Un líder con estilo”. La instantánea había sido ‘robada’ en un viaje del presidente a China. Así, se había convertido sin querer en modelo accidental y en el mejor de los embajadores para promocionar la prenda. Evidentemente, las autoridades prohibieron su difusión, pero la pancarta dio la vuelta al mundo.
Un compañía multinacional instaló sus cristales de seguridad en una marquesina repleta de billetes, presumiblemente falsos. Con ello, quería demostrar lo resistentes que pueden llegar a ser sus cristales a prueba de cacos con semejante tentación en su interior. Otra marquesina que anunciaba un gimnasio pesaba a todo aquel que se sentaba en los bancos de la parada de autobús y, de paso, recordaba lo importancia de estar en forma...
Un conocido fabricante de cámaras fotográficas digitales daba a conocer su ultrafina última cámara de una forma original y barata: el cordel de una de estas cámaras asomaba de una cloaca. En la tapa de ésta, escrito con tiza, se leía el nombre y modelo del equipo.
¿El más versátil de los soportes publicitarios?
Una campaña en Nueva York promocionaba la serie televisiva The Sopranos en los taxis de la ciudad. ¿Cómo? Un cartel instalado en el techo del coche anunciaba la serie, mientras un brazo humano o casi salía del maletero.
Más ejemplos. Cualquiera que vea en Madrid un pulpo de cartón piedra de tres metros sobre una columna de publicidad espera ver a continuación a alguno de los actores de la Fura dels Baus en uno de sus espectáculos. Ojo, también podría tratarse de una de las iniciativas de la campaña de promoción de la película Noche en el Museo 2.
Marquesinas con peces vivos en su interior que anuncian un comercio de pescado fresco, paradas de autobús que decoradas como el salón de una casa, en el caso de un conocido fabricante de muebles... Las posibilidades en las urbes son infinitas.
Un espacio abierto y vivo como una ciudad, con todos sus recursos, rincones pintorescos, instalaciones y mobiliario urbano, ofrece un escenario incomparable, una fuente inagotable para la creatividad, para que los publicistas den rienda suelta a su imaginación sobre, quizá, el más versátil de los soportes publicitarios.