La ‘Prensa rosa de la arquitectura’
En ocasiones, en realidad en muchas ocasiones, mis clientes, alumnos, compañeros de profesión y amigos dicen que cuando escribo comunico como lo hace la prensa rosa. Me llaman la ‘Prensa rosa de la arquitectura’. No lo hacen con tono despectivo, ni peyorativo, pero sí jocoso. Y tienen razón, todo aquello que envuelve al arquitecto a nivel personal, aquello que ahora llamaríamos marca personal, me interesa para entender su arquitectura.
Cuando hablamos de espacios y entornos construidos, hablamos de sensaciones y también de emociones. Una vez nos adentramos en un edificio y dejamos el mundo atrás nos vemos inmersos en un espacio-tiempo en el que los diferentes estímulos entran en acción. Porque ahora que tanto se habla de espacios inmersivos y experienciales, tecnología y proyecciones digitales debemos recordar que la arquitectura siempre ha sido inmersiva y experiencial. Todas las sensaciones que absorbemos a través de los sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, que están presentes en el ambiente, se convierten en sensaciones y se transformaran en una experiencia psicológica. De este y mucho más se encarga la neuroarquitectura. Pero, por otro lado, como comentaba al principio, y por eso me gusta cotillear, el entorno del arquitecto/a autor del espacio que lo ha diseñado forma parte del contexto y ha influenciado en el proceso creativo y constructivo. Y no solo al autor, sino el de sus colaboradores, clientes… Porque la arquitectura no es un acto individual, sino que, como el teatro o el cine, es un acto colectivo en el que todo y todos tenemos parte de culpa.
Muchas veces decimos que es difícil ser profeta en tu tierra. Este sería el caso de Rafael Guastavino Moreno, maestro de obras y constructor nacido en Valencia en una familia de origen italiano y formado en la Escuela de Maestros de Obra de Barcelona. Todo el mundo lo recuerda como el ‘Arquitecto de Nueva York’. Tras su muerte el 3 de febrero de 1908 el propio New York Times escribió en su obituario: “Ha fallecido el arquitecto de Nueva York”.
Todos recordamos a Guastavino por espacios abovedados como el Grand Central Terminal de Nueva York y otros ‘espacios de postal’ que estamos acostumbrados a ver en películas americanas, como expresión de un tiempo y una identidad indiscutible. También es suya ‘la catedral subterránea’, el City Hall Station del primer metro neoyorquino, espacio ya inutilizado.
Pero todo el mundo tiene un pasado. A los 17 años se mudó a Barcelona para trabajar con Jeroni Granell y estudiar por las noches. En Barcelona, por ejemplo, entre otras obras construyó la fábrica Batlló y asesoró a Eusebi Güell en el diseño de la bóveda de la fábrica de Cemento Asland en Castellar de n’Hug. Conocido también es el espectacular espacio de La Massa Teatre en Vilassar de Dalt. Pero se nos olvidó que el primer proyecto que firmó es la Casa Buxeda en la Rambla 63-65 de Sabadell en 1868.
¿Pero por qué se marchó a Estados Unidos dejando atrás nuestro país? Este cambio radical en lo personal comportó el gran salto en lo profesional. Rafael Guastavino, por así decirlo, tuvo una vida familiar irregular. Su primera mujer, Pilar Expósito, emigró con sus tres hijos a Argentina. Y él emigró con su amante Paulina Roig y Rafael, el hijo que tuvo con ella, a Estado Unidos. Por aquel entonces su hijo tenía 8 años. Llegó a la Gran Manzana huyendo y arruinado, después de hacer una estafa piramidal para poder pagarse el viaje, con solo 40 dólares en el bolsillo y sin apenas hablar inglés. Allí construyó algunos de sus edificios más emblemáticos. Solo dos años después de su llegada fundó su propia compañía: la Guastavino Fireproof Construction Company.
Su genialidad fue adaptar al otro lado del océano el sistema constructivo de la tradicional bóveda catalana, hecha de ladrillo y cemento. Llegó a Estados Unidos en el momento ideal, tras el Gran Incendio de Chicago en 1871. Se buscaba una tipología constructiva a prueba de fuego y Guastavino sabía que la bóveda catalana, utilizada en los países mediterráneos desde hacía siglos, no solo resistía a las llamas, sino que además cubría grandes luces y resultaba muy decorativa.
No hay que explicar mucho más, sé que sabéis leer entre líneas y la vida de Guastavino está bien novelada. ¿Qué pensar de un personaje que patentó un sistema constructivo de la Edad Media llamándolo el Guastavino System? Ahora que todo es inmersivo y experiencial es como si decidiéramos patentar las pinturas rupestres como primera Arquitectura Inmersiva. Seguro que algún día de estos alguien nos sorprenderá inventando y patentando la sopa de ajo.
