Una cierta decepción asegurada
Entre las sociedades occidentales como la nuestra se va instalando una cierta atmósfera de decepción. Las expectativas no paran de crecer, alentadas por un sistema publicitario intenso y seductor, pero que la realidad no parece capaz de alcanzar, sino más bien alejarse de estas expectativas.
Una de estas dimensiones donde expectativas y realidad parecen alejarse es la de los seguros de bienes inmuebles. La Ley General del Contrato de Seguro se mantiene desde 1980 y camina con paso firme hacia el cumplimiento de sus 50 años de vigencia, sin que se denoten inquietudes publicitadas por mejorarla. ¿Por qué habría que destinar esfuerzos a renovarla y ponerla al día?
El sector inmobiliario se enfrenta en el Estado Español con un gran parque edificado consolidado, que debe de gestionar casi a ciegas porque no dispone de una visión compartida y sólida de su estado real apoyada en datos evidentes y contrastados. Probablemente, las compañías aseguradoras sí disponen de algunos de dichos datos porque es la base de su negocio financiero, pero no parece que sea una información a compartir a corto plazo, que permitiera tener una visión en el tiempo y en el espacio de cómo está envejeciendo este patrimonio.
A la hora de conocer las anomalías de este patrimonio inmobiliario es fundamental la figura del perito de seguros, el médico de urgencias, por decirlo así, de cualquier edificio, pero que tampoco tiene acceso a un expediente compartido sino propio de cada compañía, ni realiza sesiones clínicas. Este perito es a menudo un profesional autónomo, formado ex profeso y que se debe a quien le paga, la compañía, y que poco se comunica con el asegurado que no le ha escogido ni rebatido.
Y después queda aún la multitud de edificios sin asegurar, huérfanos y de los que se conoce poco más que su ficha catastral. Si al lector se le ocurre comparar esta situación con cualquier símil como el seguro de salud público o privado las conclusiones son evidentes: ¡hay recorrido de mejora!
Podemos regar a los edificios con subvenciones, con normativas, con campañas o inspecciones, pero en el día a día de sus contingencias de salud vamos a ciegas, impartiendo parches económicos siempre insuficientes. Si no vemos a este bosque de ladrillo y cemento con ojos expertos y si no compartimos esta mirada experta, difícilmente podremos realizar una adecuada prevención que es el principio de toda buena administración.