Replicar la inteligencia humana es muy complicado
Entrevista a Carme Torras, profesora de investigación en el Instituto de Robótica e Informática Industrial, del CSIC y de la Universidad Politécnica de Cataluña
23 de febrero de 2009
Licenciada en Matemáticas y doctora en Informática, Carme Torras se encuentra al frente de un proyecto de robot humanoide pensado para ser un asistente de cocina en un futuro. Armar es más que un electrodoméstico evolucionado, un robot cognitivo desarrollado por un consorcio europeo formado por un equipo de investigadores multidisciplinares. Torras, además, acaba de publicar una novela en la que reflexiona sobre un futuro robotizado…
Carme Torras, persona de trato afable y gran conversadora, nos habla en esta entrevista del presente y, por supuesto, del futuro de la robótica.
Carme Torras
La robótica está saliendo a la calle. ¿Por qué ahora? ¿Existe una necesidad social real o la necesidad es crear una nueva categoría de producto de alto valor?
Creo que por ahí van los tiros… Está ocurriendo lo mismo que en su día pasó con los ordenadores. El verdadero boom de la industria informática llegó cuando fue posible tener ordenadores personales, cuando el producto informático se convirtió en un producto de consumo. Actualmente se pretende hacer lo mismo con la robótica. Se comenzó con la introducción de pequeños juguetes robóticos, más o menos simples, y hoy en Japón ya se están comercializando unas sofisticadas muñecas robóticas con aspecto de niña de cinco años; que tienen cierta capacidad de habla, capacidad para aprender del usuario, adaptándose a sus particularidades. Es precisamente en esta línea de adaptación al usuario y personalización del producto en la que se está haciendo más hincapié.
Todo este ‘know how’ que se está adquiriendo con la investigación de la robótica social ¿se aprovecha para la industria?
Las empresas aun ven lejos la incorporación y adaptación de los nuevos desarrollos robóticos; ya cuentan con soluciones robóticas adecuadas, herramientas que les van bien aunque, por supuesto, la robótica industrial seguirá su curso y veremos innovaciones que irán dirigidas, sobre todo, hacia la flexibilización. Los nuevos sistemas robóticos incorporarán más sensores, sensores de visión, de proximidad, de tacto; todo ello para hacer que el robot sea más flexible y adaptable al entorno.
Otro tema interesante para la industria es el desarrollo en el campo de los robots paralelos, mucho más precisos que los brazos que tienen las articulaciones puestas en serie, pero con el inconveniente de un espacio de trabajo relativamente reducido.
En la actualidad nuestro departamento está trabajando con el objetivo de lograr robots paralelos con mayores áreas de trabajo. Existen muchas arquitecturas diferentes y lo que hacemos es buscar aquellas que den un espacio de trabajo más grande. En definitiva, lo que buscamos es el modo de hacer que un robot tenga más precisión y pueda soportar más carga, abarcando el mismo espacio de trabajo.
Cambiemos de tema, ¿Qué es Armar?
Es un semihumanoide, se desplaza con ruedas, y la idea es que sea un asistente de cocina. Las capacidades más importantes de las que ha sido dotado son las de percepción y las de manipulación. Se pretende que integre visión, tacto y semiinteligencia, incorpora muchas de las capacidades intelectuales humanas. Trabajando en los sistemas de cognición se consigue que sea capaz de aprender lo que un humano le enseña. Se le programa el aprendizaje, pero las tareas se le enseñan.
Dice que se desplazará con ruedas. Parece que lo de caminar con dos piernas es bastante complicado…
Sí, en robótica doméstica no se piensa en piernas. Los pisos son planos, y con ruedas se simplifica muchísimo la investigación, los costes…
Dejemos pues los pies y pasemos a las manos. ¿Qué tienen de especial las manos de Armar?
Son unas manos muy sofisticadas, con 18 grados de libertad, para emular a las humanas y hacer tareas muy precisas.
¿Y el 'sentido' de la vista también emula el humano?
En efecto, dos cámaras por 'ojo' simulan las dos formas de visión humanas, la focal y la periférica, que si bien están integradas ambas en el ojo humano, en el caso de Armar, la información centrada en los detalles de la tarea que esté realizando, la aporta una de las cámaras, y la información de lo que se encuentra alrededor del objeto central que está mirando, la capta la otra cámara.
Imagine que su robot y yo nos disponemos a elaborar juntos una receta en la cocina de mi casa. Póngame un ejemplo de sus capacidades...
Pongamos que se trata de una tarta de manzana. Sólo tendría usted que decirle: “Coge un par de manzanas y trocéalas”. Él las buscaría visualmente, se dirigiría a ellas, las cogería empleando la presión adecuada, luego, y como usted dijo “trocéalas”, iría a buscar las herramientas necesarias para realizar la tarea encomendada. Cortará la manzana en trozos con precisión aplicando el grado de fuerza y presión óptimos.
Lo que hacemos es coger los conceptos humanos, pero adaptados a la tecnología que tenemos.
He oído que se han colocado neuronas de rata a un robot…
Yo no creo que la vía sea unir medios naturales y medios artificiales, excepto en robótica de prótesis. Pero pienso que las prótesis, van a ser siempre periféricas, no serán centrales, es decir, del cerebro. Mi opinión es que mantendremos nuestra inteligencia; replicar la inteligencia humana es muy complicado.
Me suele incomodar hacer una pregunta tan imprecisa a mis entrevistados, pero en este caso estoy deseando oír su respuesta y no sólo porque se dedique usted a diseñar, de algún modo, el futuro, sino porque ha reflexionado sobre ello en su última novela La Mutación Sentimental. Así que, ¿cómo será el futuro?
Creo que debemos reflexionar sobre qué tipo de robots queremos y lo que planteo en la novela es una reflexión sobre cómo creo yo que sería útil para la humanidad que se desarrollara la robótica.
¿Queremos que las empresas, para abrir nuevos nichos de mercado, nos vayan creando necesidades que no tenemos y que, en el fondo, nos van atontando? Como esos juegos de ordenador que tienen a nuestros niños encandilados y debiéramos preguntarnos qué bien les hace… ¿Queremos robots que nos usurpen las funciones y hagan maravillas con nuestras neuronas? ¿O queremos robots que nos hagan crecer como personas, que nos interpelen y aumenten nuestra creatividad, que mejoren nuestra manera de relacionarnos…?