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La industria como solución y no como problema

Blai Costa i Creus, presidente Institut Sallarès i Pla27/08/2012
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Han pasado ya años desde el comienzo de esta gran crisis que nos asola. El tiempo de la economía especulativa parece haber acabado y la sociedad en general se ha dado cuenta de la vacuidad de una economía basada en el sector inmobiliario y demasiado escorada hacia el sector servicios. Pero la industria ha permanecido activa, sus trabajadores e industriales han estado trabajando, mejorando, exportando o aprendiendo a hacerlo y, aunque haya perdido un peso que no debería haber perdido, ahora se vislumbra como una solución viable para recuperar nuestra maltrecha economía.

Entre nuestra clase académica se instauró una corriente de pensamiento que postulaba la Europa postindustrial. Parecía esa Europa una visión idílica, donde las que creían molestas fábricas ya no producían nada, la producción se desplazaba a otros países menos desarrollados y la vieja Europa emergía como una especie de gran laboratorio de investigación y desarrollo, gracias en parte a las nuevas tecnologías, en el que sólo los servicios serían necesarios. Los trabajadores ya no producirían productos tangibles sino sólo conocimiento y creatividad.

El problema de ese discurso, completamente lícito aunque demostradamente equivocado, es que consiguió permear en la clase política, que se hizo abanderada de la postindustrialización de la sociedad. Aparecieron un cúmulo de leyes, de regulaciones, en definitiva, una serie de impedimentos para la industria, que ya no era una fuente de creación de riqueza sino una molestia, una reliquia del pasado que carecía de sentido en nuestra era moderna.

Bajo este prisma que deformaba la realidad, la industria del siglo XXI ya no tenía nada de moderna, aún y cuando la industria ya nada tiene que ver con la industria de la Inglaterra de la revolución industrial.

En una entrevista reciente, los profesores Gary Pisano y Willy C. Shih (1) reclaman la recuperación de la industria para Estados Unidos, algo que consideran vital para la innovación y el desarrollo. No son los únicos. En otro artículo reciente David Rotman (2) explica, con mucho acierto, que la investigación, la innovación y el desarrollo no son posibles sin la colaboración de un tejido industrial de proximidad. Las innovaciones hay que ponerlas a prueba en las fábricas y para ello se necesitan ingenieros curtidos que trabajan a diario en los procesos de manufactura y conocen al detalle sus necesidades técnicas. Son estos ingenieros, técnicos y especialistas los que deben colaborar con los laboratorios y con los centros de investigación. Sin esta interrelación, hoy deteriorada pero que todavía está viva, la innovación y el desarrollo no son posibles.

Si el futuro de nuestras industrias es la internacionalización entonces hay que apoyar al sector industrial y no ponerle trabas absurdas en un mercado global

La sociedad, y sobre todo sus gobernantes, deben entender que la industria es una pieza clave de la economía y que hay que tratarla como tal, para que pueda aumentar su productividad y ganar en competitividad. Decía Thomas Friedman que el “mundo es plano”, y es verdad. Ahora no sólo competimos a nivel local sino en un mundo globalizado, con distintas regulaciones medioambientales, laborales, etcétera. Y sólo podemos competir si el gobierno tiene claro que la industria y su capacidad emprendedora son una pieza clave para resituar a nuestra economía en el lugar que le pertenece.

Solemos decir que la internacionalización es un factor clave de crecimiento, y es cierto. Pero sin innovación e investigación y sin una industria que contribuya a las mismas no hay internacionalización posible.

Si el futuro de nuestras industrias es la internacionalización entonces hay que apoyar al sector industrial y no ponerle trabas absurdas en un mercado global. Y recalco lo de absurdas: es lógico y normal que el gobierno piense en las externalidades que produce la industria, pero una cosa es buscar el encaje de la industria en el marco social y otra muy distinta impedir su progreso. La industria es además un potente generador de valores. Ahí donde la industria ha proliferado y ha extendido sus fábricas, los valores del trabajo, de la excelencia, de la racionalización han hecho mella en la sociedad.

En el sector industrial, desde el operario a pie de máquina hasta el director de planta o el director general saben localizar el malgasto, la merma, la pérdida, el despilfarro, lo que los japoneses llaman la ‘muda’: conseguir reducir el malgasto forma parte de la cultura de empresa. Se busca y se persigue el despilfarro, se detecta, se analiza y se elimina. Por eso, cuando uno estudia operaciones o ve como su director de operaciones busca el despilfarro, se impregna de ese sentido común, lo traspasa a su vida privada y lo exige con firmeza a sus gobernantes.

Foto: Marcel Grieder
Foto: Marcel Grieder.

Los valores que la industria puede ofrecer a la sociedad son los que ahora la sociedad demanda. Podemos participar en el crecimiento profesional de los estudiantes en formación profesional y ayudarles a mejorar profesionalmente, pero también personalmente. La industria puede impulsar la carrera de un estudiante sin experiencia laboral y ayudarle a convertirse en un trabajador de una profesionalidad excelente. El trabajo y los valores que transmite la industria le acompañaran en el camino hacia la mejora. A su vez él contribuirá a crear riqueza y a forjar los valores que nos han permitido llegar donde estamos, los valores que contribuyen a una sociedad mejor y más rica.

En momentos de zozobra como los que estamos viviendo parece que todo se vaya a pique. Pero no es verdad. Estamos mejor que antes y podemos estar mejor que ahora. Y si cada agente económico juega el papel que le corresponde la sociedad seguirá mejorando y la economía seguirá creciendo. Tenemos que hacer un profundo examen para saber qué modelo económico queremos.

Valga este artículo para reivindicar lo que muchos industriales y estudiosos creemos que es lo mejor: un sistema alejado de una economía preponderantemente especulativa, que instaure una economía basada en la industria, con fuerte demanda de mano de obra que la propia industria se ocupa de profesionalizar. Una industria, en definitiva, que contribuya al desarrollo económico y al crecimiento de la sociedad.

Y no me refiero al cambio de un sector por otro. La especulación no es mala per se porque cumple con su trabajo, proveyendo de capital a la industria, ayudando a la fusión y adquisición de empresas, a la construcción de plantas, igual que el sector servicios contribuye a la mejora económica y a la creación de puestos de trabajo. Hablo de lo que la industria pueda aportar a la sociedad y de que por fin se vea no como un problema sino como una solución.


1) Why Manufacturing Matters (2011), Harvard Business School ‘Working Knowledge'. http://hbswk.hbs.edu/item/6664.html

2) Can We Build Tomorrow's Breakthroughs (2012) Technology Review del MIT (Massachusetts Institute of Technology). http://tinyurl.com/co2gctz

Institut Sallarès i Pla

El ISP nace el año 1947 como entidad aglutinadora de jóvenes empresarios textiles del Gremi de Fabricants de Sabadell. Con más de sesenta años de historia, el ISP es una institución emblemática en el mundo económico y empresarial, y está considerada como la primera asociación de jóvenes empresarios del Estado Español. Inicialmente el Institut Sallarès i Pla estaba abierto a jóvenes empresarios miembros del Gremi de Fabricants de Sabadell, de la Federación Textil Sedera y la Federación de Acabadores, Estampadores y Tintoreros Textiles, fruto del acuerdo de colaboración firmado el año 2001. Así mismo, a partir de Julio de 2008, se amplió el ámbito subsectorial y territorial de la entidad, invitando a todos los jóvenes empresarios del ámbito textil y de la confección de Cataluña a formar parte, sea cual sea el subsector al cual pertenezca. Pueden formar parte los jóvenes empresarios menores de 40 años que tengan o se prevea que tendrán en un futuro responsabilidades de dirección de sus empresas familiares.

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