Entrevista a Juan Antonio Sánchez Torres, presidente de Ganvam
¿Cómo cerró el año el sector de la automoción en cuanto a número de matriculaciones de coches nuevos?
No hemos llegado por unas unidades a las 700.000, lo que supone una caída con respecto al año anterior del 13,4%. Pero el dato importante es la diferencia que hay entre las matriculaciones que se llevaron a cabo en 2007, el año anterior a la crisis, y 2012.
¿De cuánto estamos hablando?
En 2007 se vendieron 1.516.000 unidades, más del doble que en 2012. No es que un año hayamos pinchado. Llevamos cinco años de una caída brutal en los que se han dejado de matricular tres millones de vehículos. Una verdadera tragedia.
¿Quizá esta caída en la venta de coches vehículos ha influido positivamente en la reparación de coches?
No, el usuario ya no repara su viejo automóvil. En estos momentos, el que tiene un coche de 8 ó 10 años no lo cambia por la situación general que vivimos: unos porque están en paro y otros porque, como hay un ambiente de pesimismo general, pues prefieren ser cautos y esperar.
Con razón de más para llevar el vehículo al taller…
Pues no. El problema es justo ése: los coches no se renuevan pero tampoco pasan con más asiduidad por el taller. Los ciudadanos llevan su vehículo para hacer lo imprescindible, aquello que afecta a la seguridad, pero a la que el del taller les dice que habría que mirar la suspensión, el usuario espeta que ya pasará en otro momento. Esto se ha traducido en una caída entre un 15 y un 20%.
Y además de esta caída de las ventas y de reparaciones, ¿a qué otros retos se enfrentan nuestras empresas?
La falta de financiación. Hay que tener en cuenta que la mayoría de nuestras empresas son pymes que, para pagar la luz, el alquiler y las nóminas, necesitan un circulante con el que no cuentan si no reciben con fluidez una financiación. Una financiación que, hoy por hoy, no existe. Ése es un problema complementario que cierra el círculo negativo de lo que está ocurriendo en el sector.
¿Qué cree que deberían hacer las administraciones para reflotar la situación?
La industria del automóvil siempre ha sido un sector corcho. Sin necesidad de nada, el sector sube o baja en función de cómo vaya la macroeconomía. Cuando hay una situación de bonanza económica, la gente resuelve los problemas de su casa e inmediatamente después compra un coche. Si, después de seis años, consiguiéramos que la economía española volviera a unas posiciones más positivas, automáticamente el sector subiría él solito, sin ayuda.
¿Y mientras eso no sucede?
Pues necesitamos que el Estado, como está haciendo ya, ponga en marcha unos planes de ayuda para activar la demanda, que son imprescindibles.
Tan imprescindibles como para cualquier otro sector, ¿no?
Bueno, sí, todos los sectores tienen el mismo derecho, pero en nuestro concurren una serie de circunstancias que son específicas y que hay que tener en cuenta.
¿Cuáles?
El plan que pone en marcha el Gobierno no implica un gasto. Es una inversión.
¿En qué sentido?
Cuando se matricula un vehículo con ese plan, y el Gobierno pone, por ejemplo, mil euros —otros mil euros los sufraga el sector—, ese dinero tiene un retorno inmediato ya que el coche que se matricula al amparo de ese plan va a pagar un impuesto de IVA, un impuesto de circulación y un impuesto sobre combustibles, entre otros. El ministro de Industria reconocía hace poco que por cada euro que se destina a estos planes, la Administración recibe 2,1 euros.
Entiendo. Como dice, en cierto modo es una inversión…
Sí, además, el sector del automóvil es importantísimo para la macroeconomía del país por su influencia en el PIB, por lo que implica en cuanto a empleo, en torno al 9%, y en lo relativo a exportaciones, ya que el 90% de lo que se produce en España viaja a otros países. Aun así, y pese a los planes de ayuda pasados y presentes, el sector ha perdido en los últimos tiempos entre 40 y 45.000 puestos de trabajo y 2.500 pymes, entre concesionarios y talleres de reparación.
Tras varios años de planes, ¿cómo es nuestro parque de automóviles en la actualidad?
Pues lamento decirlo, pero es el más antiguo de Europa, sólo superado por el de Grecia, con un 44% de vehículos con más de 10 años de antigüedad. Esto tiene una implicación directa y gravísima sobre la seguridad vial, la accidentalidad y el medio ambiente.
¿Cómo valoraría nuestros talleres desde un punto de vista de equipamiento y tecnología y cualificación de los profesionales?
En términos generales, espléndido. Tanto los concesionarios de venta como los talleres de reparación de vehículos están al mismo nivel o por encima de los de los países europeos punteros. No cabe ninguna duda. El taller oficial está amparado desde el punto de vista técnico por la marca respectiva y el taller independiente cuenta con una libertad absoluta que aprovecha para ofrecer lo mejor al usuario. Pero ojo, estamos hablando de talleres y vendedores con estructura y con unas instalaciones que pagan sus impuestos.
¿A qué se refiere?
En estos momentos está proliferando un fenómeno gravísismo para el sector y, sobre todo, para el ciudadano: las ventas en la vía pública por parte de pseudo-profesionales que, con un cartelito de ‘Se vende’, despachan un vehículo sin contrato, sin garantía y cuya procedencia se desconoce. Eso por un lado, y por otro, los talleres ilegales que surgen en un descampado, en los bajos de cualquier edificio de la mano de personas que ni tienen los equipos necesarios ni la cualificación que se espera de ellos.
Un riesgo innecesario…
Sí, lo es. Es un problema muy serio del que hay que advertir a la ciudadanía. Por eso pido que nadie se ponga en manos de esta gente: ni que compren un coche en la calle por muy barato que les parezca, ya que pueden estar adquiriendo una bomba de relojería que puede resultarles después carísimo, ni que reparen su vehículo en lugares que no sean instalaciones bien equipadas y regentadas por expertos profesionales.
¿Pero tan extendida está esta práctica?
Lamentablemente, sí. Un 17% de las reparaciones actuales se realizan en este tipo de talleres ilegales. En cuanto a la venta, es difícil cuantificarlo. Después de muchos años, hemos conseguido erradicar técnicamente esta actividad en las grandes ciudades.
Bien…
Sí, pero no. Pondré un ejemplo. En la ciudad de Madrid se modificaron las ordenanzas municipales y desapareció esta actividad fraudulenta. Sin embargo, se trasladó al cinturón, a poblaciones de la periferia, y ahí es más difícil de controlar porque el fenómeno se ha convertido en una venta ambulante que se desplaza según conviene o según apriete más o menos la policía municipal correspondiente.
En otro orden de cosas, ¿qué futuro cree le espera al vehículo eléctrico?
Será una opción muy válida, pero todavía le queda camino por recorrer. Hoy por hoy, según los datos del pasado año, la venta de vehículos eléctricos y de híbridos tan sólo representó el 1,3% sobre la totalidad del mercado español. Es anecdótico. Además, este tipo de automóviles todavía tienen problemas que resolver: su elevado precio, su pesada batería y la reposición de la energía.
Y ya para concluir, ¿cómo prevé que cerrará el año el sector, tanto el de vendedores como el de talleres?
Pues si no se produce una reactivación general de la economía, vamos a acabar con cifras similares a las del año pasado.