Menos verdura y pescado fresco, las consecuencias de la guerra en las mesas
El incremento de los costes de producción, especialmente los energéticos, derivado del conflicto, se ha ido trasladando paulatinamente a los precios con la consecuente reacción de un consumidor que ha demostrado su infidelidad a marcas y establecimientos en busca de rebajar el impacto en su bolsillo.
Compras más reflexivas, más frecuentes y con menos artículos son las bases de un consumo alimentario que ya en enero arrojó un síntoma preocupante: la bajada de la demanda en hasta un 4%, según apuntan algunas consultoras y han reconocido algunas firmas de distribución.
La experta en consumo de la consultora IRI, Sandra Latorre, señala que entre los principales cambios de hábitos de consumo se encuentran la preferencia de los congelados sobre los frescos, especialmente pescados y frutas. Así, si en 2022 el consumo de pescado fresco ha caído más de un 15%, con casos concretos como la merluza que en fresco ha bajado un 7,8% pero congelada se ha comprado un 0,8% más.
En general, los productos congelados han avanzado ligeramente en un contexto de contención de la demanda, frente al decrecimiento del 3,6% de los frescos.
En la frutería, las judías verdes han sufrido una subida de precios de casi el 15% y una caída del consumo prácticamente del mismo orden; por contra, las judías en conserva han aumentado su demanda un 0,4%, pese a haber elevado su coste también un 9%.
La banalización (sustitución de productos más premium por otro más asequibles) dentro de los alimentos considerados esenciales es otra de las claves. Como ejemplo, el huevo: “Su precio se ha elevado muchísimo más que la media pero los españoles no han renunciado a su compra”, explica la experta. Para mantenerlo en su cesta, se ha optado por categorías más asequibles que ha llevado a que los de clase M hayan aumentado su venta un 17,7% en detrimento de los de XL, cuya venta ha caído un 10%.
Se ha percibido igualmente resistencia a evitar productos con mayor subida de precios, aunque se lo puedan permitir, con el caso paradigmático de la sandía, que saltó al foco mediático en verano. Las familias españolas han reducido un 44% la compra esta fruta que ha elevado su precio medio un 66% en un año.
La marca de distribuidor ha sido otro refugio del consumidor infiel, si bien según han apuntado esta misma desde la consultora Kantar en los últimos meses se ha ralentizado este crecimiento de las marcas propias.
El gerente de Desarrollo de clientes de Nielsen IQ, Ricardo Alcón, confirma la caída del volumen de frescos, que en su caso cifra en un 2,5%, derivado de una subida de precios del 10%. El experto, que vaticina un 2023 aún con muchas incertidumbres y con subidas de precios, dibuja un consumidor que busca muchas vías para ahorrar, con las promociones, la marca blanca y el incremento de la frecuencia de compra como las principales.
Desde la Asociación de la Distribuidores y Fabricantes AECOC, la experta en consumo Marta Munné recuerda también que parte de los consumidores, en su búsqueda de soluciones para reducir su gasto en alimentación, han reducido sus partidas de frescos y ecológicos que antes estaban más en la cesta. Ha habido hogares que, igualmente, han tenido que prescindir de productos y, en general, se han vuelto más exigentes, una tendencia que seguirá en 2023.
La guerra en Ucrania ha tensionado la cadena más que dos años de pandemia y ha disparado la inflación en una economía globalizada que ha generado un consumidor infiel, exigente y que mira cada céntimo para abaratar el gasto en algo tan básico e imprescindible como la alimentación.