¿Dónde está la tercera “i” de la I+D+i en agua en España?
4 de mayo de 2012
Esa “i” es una de las raíces que alimentan el sistema I+D+i. Me refiero a la inversión, entendida como el empleo de un capital a largo plazo en una actividad relacionada con el mundo del agua para incrementarlo.
En el VI Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica para el periodo 2008-2011, el agua no se encontraba entre las actuaciones consideradas estratégicas, lo que sin duda ha significado una cierta marginación del sector, cuya importancia cuantitativa y cualitativa en la economía de España, reclama su inclusión entre aquellas.
Sin agua líquida no hay vida, pero además para que ésta se desarrolle en plenitud, o lo que es lo mismo, de acuerdo con los derechos constitucionales de los ciudadanos, ha de tener la calidad necesaria, con lo que se hace necesario actuar sobre ella, lo que ya nos sitúa en el núcleo de estas notas, esto es en la necesidad de desarrollar planes que permitan satisfacer las necesidades de la sociedad con el menor consumo y al coste más bajo posible. Para ese desarrollo se necesitan una buena planificación y los recursos necesarios y entre ellos, los económicos; las decisiones sobre lo primero están muy influidas por la política, influencia a la que no escapan las segundas puesto que van a condicionar las actuaciones inversoras.
El agua tiene una característica propia que la diferencia de otros sectores económicos, lo que decimos porque aunque no hay ninguna duda de que es parte esencial del tejido productivo, constituye un sector económico bien diferenciado. Esa característica es su precio.
En la mayoría de los casos es un precio político y por tanto, la inversión en infraestructuras para este sector no se recupera con las aportaciones de los beneficiarios; este hecho necesariamente tiene su reflejo en esa tercera “i”.
Si a esta situación le añadimos que el hecho de acometer proyectos de I+D+i es una aventura, por cuanto no hay asegurado un resultado positivo y que lo es a largo plazo, de ello resulta que en principio puede parecer que no son atractivos para la inversión, aunque de hecho lo son, que ahí están esas patentes, esos logros técnicos que permiten acometer proyectos antes impensables, sin olvidar que somos considerados referente mundial en gestión y tecnologías del agua, junto a otros países, entre ellos, EE UU, Japón, Alemania, Francia, Holanda, Israel y Corea del Sur.
Llegamos así al fondo de la cuestión, que no es otra que la necesidad de desarrollar proyectos innovadores que garanticen la sostenibilidad del recurso al menor coste, para lo cual se necesita dinero. Para conseguirlo existen una serie de fuentes suficientemente contrastadas, entre ellas los incentivos fiscales, las subvenciones, los programas de financiación, la participación público-privada y demás que han funcionado bien hasta ahora, pero que en estos momentos podemos decir que la mayoría ya no resultan operativas a causa de las restricciones presupuestarias del Estado, por lo que se impone explorar otras fuentes, dejando al Estado el papel de planificador y de garante del recurso, y a los particulares el de inversores en I+D+i.
Hay que competir en un mundo globalizado y globalizador y eso exige imaginación e ilusión, pero también recursos económicos que, en cuanto a la iniciativa privada se refiere, han de venir de la posibilidad de obtener una buena rentabilidad. En este quehacer, el Estado puede ser también un inversor directo en I+D+i, para lo cual ha de obtener beneficios con los que poder acometer nuevos proyectos y nuevas infraestructuras, ya que éstas son materia prima para el desarrollo, demandan de proyectos de I+D+i y a su vez, permiten el desarrollo de otros para mejorar consumos y calidades.
Para conseguir inversores en proyectos de desarrollo e innovación, es necesario un cambio de mentalidad sobre el precio del agua, que debe incorporar todos los costes, incluido el de infraestructuras e instalaciones innovadoras, reactivar la construcción, los servicios especializados y presentar en los mercados proyectos que pretendan conseguir tecnologías y productos útiles. En una primera aproximación podemos decir que son proyectos de alto riesgo que demandan nuevas fórmulas de inversión, una de las cuales, entre otras muchas, podía ser la de ‘Business Angels’, por ser organizaciones que pueden poner en práctica personas que desarrollan su actividad en el mundo del agua.