Canal de Isabel II ha retirado más de 27.000 toneladas de residuos sólidos de sus instalaciones de saneamiento
Canal de Isabel II ha retirado de sus depuradoras, estaciones de bombeo de aguas residuales y tanques de tormenta más de 27.200 toneladas de residuos sólidos en los primeros nueve meses del año: un dato que supera al registrado en el mismo periodo del año pasado, cuando esta cifra ascendió hasta las 22.000 toneladas, y que se acerca al total retirado en todo 2019: más de 30.000 toneladas de residuos.
Por ello, y en el marco de la celebración del Día Mundial del Retrete, instaurado por Naciones Unidas en 2013, la empresa quiere concienciar sobre el fuerte impacto económico y ambiental que tiene desechar este tipo de productos, que en ningún caso deberían llegar a las infraestructuras de saneamiento, a través del inodoro.
Además de las conocidas toallitas húmedas, hasta las 157 estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR) que Canal opera en la Comunidad de Madrid llegan diariamente productos que se tiran al inodoro indebidamente, como bastoncillos, artículos de higiene femenina o incluso el propio pelo, y también los que llegan a través de la red de drenaje urbano, como filtros de cigarrillos o basura. Estos desechos no solo suponen un grave problema operativo y económico, sino que también pueden causar importantes daños medioambientales.
Desde el comienzo de este año hasta septiembre, se han retirado cerca de 20.000 toneladas de residuos sólidos de las instalaciones de depuración y bombeo de aguas residuales. A ellos hay que añadir las 7.300 toneladas recogidas en la limpieza de los tanques de tormentas, donde también se acumulan los desperdicios depositados en la vía pública que arrastra la lluvia hacia la red de alcantarillado, como botellas, bolsas, colillas…
Por ello, y tras constatar que, especialmente desde el año 2010 se viene produciendo un progresivo incremento en la retirada de estos residuos, la empresa pública vuelve a recurrir a una campaña de sensibilización para informar de esta problemática. Con ella, Canal quiere recordar a los ciudadanos que únicamente el papel higiénico puede tirarse por el váter, además de la orina y las heces, para así evitar los problemas medioambientales y económicos provocados por obstrucciones y daños en hogares, redes de alcantarillado, equipos de bombeo y estaciones depuradoras.
TOALLITAS HÚMEDAS: UN PROBLEMA ECONÓMICO Y MEDIOAMBIENTAL
El viaje que emprende una toallita, junto al resto de residuos, cuando es arrojada por el inodoro, la lleva a pasar por las tuberías interiores de las viviendas, donde se pueden producir atascos, sobre todo si también se vierten aceites, detergentes y otros elementos que contribuyen a que se formen acumulaciones de mayor volumen. Posteriormente, discurren por la red de alcantarillado y las instalaciones de bombeo de aguas residuales para llegar, finalmente, a las depuradoras.
A pesar de que en muchos casos se indica que son biodegradables, su composición hace que tarden demasiado tiempo en deshacerse, por lo que llegan prácticamente intactas a las depuradoras, acumulándose en las rejas de llegada a las EDAR y en las bombas, especialmente en época de lluvias. Desde allí, estos residuos se transportan en camiones a los vertederos, lo que, a su vez, supone realizar anualmente más de 7.000 trayectos que no serían necesarios si los residuos fuesen directamente a la papelera.
Este hábito puede causar serios daños no solo en instalaciones interiores de las viviendas y en infraestructuras hidráulicas, sino, por supuesto, en el medio ambiente, ya que las bombas que impulsan el agua residual dentro de las depuradoras pueden dejar de funcionar y, en un caso extremo, la planta podría quedar inoperativa. Además, los operarios que trabajan en estas instalaciones y en las redes de saneamiento se ven sometidos a riesgos laborales importantes cuando tienen que desatascar conducciones, bombas u otros elementos para garantizar su correcto funcionamiento.
Así pues, Canal de Isabel II ha cuantificado en una cifra media anual de 2 millones de euros el sobrecoste que supone retirar estos vertidos de sus infraestructuras de saneamiento. Este importe incluye la retirada en sí, los costes extra de mano de obra para la limpieza de las bombas, la reposición de las que quedan inoperativas y el incremento en la factura energética.