La bioeconomía no es una opción, es una obligación
El pasado 14 de junio Cajamar, junto a la Asociación de Parques Científicos y Tecnológicos de España (APTE), organizó en el Auditorio del Parc Científic de Barcelona la segunda edición del Congreso Internacional de Bioeconomía. Unos 150 investigadores, técnicos y empresarios asistieron al encuentro, cuyo objetivo es impulsar la bioeconomía y el desarrollo de proyectos innovadores más eficientes que favorezcan la generación de un nuevo modelo económico sin dependencia de los combustibles fósiles. Una cita muy completo, con ponentes de altísimo nivel, que consiguió captar el interés por un sector que advierte de los límites del modelo actual de producción y la necesidad del uso sostenible de los recursos biológicos.
Las estrategias para diseñar un nuevo modelo económico más allá del petróleo a través de un uso eficiente del material biológico disponible, del aprovechamiento de los subproductos agrarios e industriales y de nuevas formas de energía sostenible, es un objetivo cada vez más presente en el tejido productivo de nuestro país. Año tras año crece el número de empresas que apuestan por el uso eficiente de los recursos naturales, por ello y ante la necesidad de crear un espacio de colaboración interdisciplinar para impulsar y dar visibilidad a los avances que se van alcanzando, desde hace dos años APTE y Cajamar colaboran en la organización de encuentros y congresos bienales dedicados la bioeconomía.
En la inauguración, el presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde destacó que en nuestro entorno más inmediato, la Unión Europea, la bioeconomía comienza a ser una realidad. En conjunto sus diferentes ramas generan anualmente un volumen de negocio que sobrepasa los dos billones de euros y da empleo a más de 22 millones de personas. “En España –indicó–, el peso específico del sector agroalimentario, la diversidad de nuestra oferta, su sofisticación, la multiplicidad de agentes implicados en red y sus condicionantes ambientales, hacen de nuestro país un entorno idóneo para el desarrollo de muchas de las premisas más avanzadas de la bioeconomía en ámbitos muy diferentes, especialmente en aquellos más dinámicos y más proclives al emprendimiento y la incorporación de la I+D+i en su modelo de negocio, como el sector de la agricultura intensiva”.

Conocimiento y tecnología

Enfoque directo al sector

Presentación del libro 'Bioeconomía y desarrollo sostenible'
Con una perspectiva multidisciplinar y la participación de 54 expertos de primer nivel, la publicación ha sido coordinada por tres especialistas en la materia: Alfredo Aguilar, director del Grupo de Trabajo de Bioeconomía de la Federación Europea de Biotecnología; Daniel Ramón, consejero delegado de la tecnológica Biopolis; y Francisco Egea, profesor de la Universidad de Almería.

En su presentación, Eduardo Baamonde, presidente de la entidad, destacó que Cajamar pretende promover un espacio de colaboración interdisciplinar para impulsar la bioeconomía en España y el desarrollo de proyectos innovadores que hagan más eficientes los procesos industriales, reduciendo las mermas y el desperdicio de alimentos y favoreciendo la generación de un nuevo modelo económico sin dependencia de los combustibles fósiles.
Alfredo Aguilar, remarcó que la bioeconomía “es una de las principales respuestas de la sociedad del conocimiento a los grandes retos demográficos, alimentarios, energéticos y ambientales del siglo XXI, y supone sobre todo un cambio global de mentalidad que se ha ido gestando desde abajo, desde el mundo de la empresa y la economía real, y que ahora está encima de la mesa del debate público global. Por otro lado, Daniel Ramón destacó el papel de los microorganismos “como agentes transformadores de nuestra manera de producir alimentos, energía y bienes de consumo y protagonistas de los nuevos aprovechamientos de la materia orgánica por su capacidad casi infinita de producir nuevas moléculas beneficiosas para uso humano, animal y vegetal con un impacto nulo en el medioambiente”. En este sentido, el investigador ha recordado que este tipo de innovaciones requiere “de inversiones en ciencia básica e investigación aplicada”, con vistas a seguir avanzando no solo en el aprovechamiento de lo que hasta hace poco se consideraban subproductos o desechos agrarios e industriales, sino sobre todo para “garantizar el desarrollo de nuevas tecnologías para la obtención de productos y servicios de valor añadido que garanticen el abastecimiento de una población creciente y la competitividad de nuestra economía, haciendo un uso responsable de los recursos naturales a nuestro alcance”.