Ir al baño en la oficina, solo si es muy necesario
Según un estudio de Rentokil Initial, empresa destacada en servicios de higiene ambiental, el 51% de los oficinistas tiene reticencias en ir al baño y el 54% evita, o trata de evitar, “realizar sus necesidades” en el trabajo. Son las conclusiones de un estudio realizado a 5.000 oficinistas europeos y asiáticos (Francia, Alemania, Reino Unido, Malasia y Australia) sobre sus hábitos de higiene en el trabajo y cuyas conclusiones podrían extrapolarse a los “oficinistas” de cualquier país, a tenor de los resultados.
Ir al baño en el centro de trabajo es, a menudo, un ejercicio de riesgo. El 43% de los trabajadores encuentran, fuera del inodoro, restos de orina, mientras que el 20% lo hacen de excrementos y el 12% de sangre. Además, en el caso de los que encontraron excremento fuera del inodoro, el 58% lo identificaron en el asiento del WC, el 34 % en el suelo y un 19% los detectó en la pared del baño. El mal olor del baño impacta a más de un tercio de las personas entrevistadas (40%) y, en el caso de las mujeres, más de la mitad (48%) se encuentran con las papeleras higiénicas desbordadas, factor que molesta profundamente al 76% de las encuestadas. Con estos resultados, una cuarta parte de los encuestados opta por no utilizar nunca los baños de sus centros de trabajo para realizar sus necesidades biológicas.
Preguntados por cómo mejorarían las instalaciones de sus centros de trabajo, el 61% de los empleados simplemente quieren instalaciones más limpias, siendo esta petición mayor cuanta más edad tiene el entrevistado. Otros malos hábitos a mejorar serían el desorden (54%), no lavarse las manos (44%), mal olor (33%) y “sonidos” desagradables (15%).
Existe una relación muy directa entre la pérdida de productividad por enfermedades debidas a la falta de saneamiento e higiene en baños, de hecho, se calcula que supone hasta un 5% del PIB en muchos países. Lavarse las manos después de acudir al baño durante al menos 20 segundos se convierte en una costumbre obligada dado que una sola bacteria, puede multiplicarse en más de ocho millones de células en menos de 24 horas y las manos de los trabajadores pueden entrar en contacto con 10 millones de bacterias al día.