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Es tiempo de cambios

Mercosur,Argentina y España

Mariano Winograd01/07/2003

Los desequilibrios sociales indican que así no es lógico seguir; que si no corregimos la injusticia, si no extendemos el bienestar, esta sociedad no vale la pena de ser vivida.
Opinión publicada en la Revista Horticultura Internacional - 38, 2002.

Tuve mis primeros vínculos con la frutihorticultura hacia la temprana edad de 10 años.

Acudía semanalmente al Delta del río Paraná, próximo a Buenos Aires, para pasar mis fines de semana, y fue allí que conocí a José Francos, gallego de La Coruña, quien me narraba historias de la colonización inmigrante, expresada en su caso en la plantación de frutales.

Don Francos expresaba una angustia contradictoria. Por un lado era evidente que tenía una “morriña” de su tierra; por el otro, una enorme frustración por la dificultad que tuvo su generación para concretar los sueños. La necesidad de hacerlo fuera, muy lejos, le había dejado un cierto resentimiento hacia el terruño.

Costaba entender por qué esos gallegos tan corajudos y tan tesoneros habían tenido que partir para realizar sus proyectos. ¿Cuál era el motivo profundo de ese destino emigrante? ¿quiénes se habían ido? ¿quiénes quedado?...

Muchos años más tarde, Charo López, a través “Los gozos y las sombras”, me permitió una relectura sociológica, que enriqueció aquel cuadro inconcluso de mi infancia.

Los argentinos no podemos considerarnos paisanos de los españoles pero, sin ninguna duda, herederos culturales; por lo cual nos toca ahora padecer un desafío que ustedes ya vivieron.

Luego de 20 años de democracia en la región, y habiendo elegido nosotros mismos nuestro destino, los desequilibrios sociales indican que así no es lógico seguir; que si no corregimos la injusticia, si no incluimos a los marginados y si no extendemos el bienestar, esta sociedad no vale la pena de ser vivida.

Durante los últimos diez años pensamos ingenuamente que la experiencia ibérica, sería repetida en nuestra región.

Que tal como España y Portugal habían logrado reducir aceleradamente las distancias sociales con la Europa del norte, así lo haríamos en Brasil, en Uruguay, en Argentina.

Los resultados muestran a las claras que algo no estuvo bien, tal vez porque la receta no fue aplicada correctamente, o seguramente mucho más porque la misma receta, aplicada a pacientes distintos, ofrece resultados consecuentes.

Aún en democracia, y con la teórica posibilidad de elegir correctamente, los condicionantes de la circunstancia (como decía Ortega y Gasset) generan restricciones que a veces no se pueden resolver.

La crisis que vive la Argentina desde el año pasado, ha tenido como apotegma, la frase ...“que se vayan todos”... que aún hoy plantea un dilema sin resolución.

El contagio a Brasil, en cambio, produjo una respuesta que se sugiere más convincente: ...“democracia sí, injusticia no”.

Este proceso recién se inicia y aún no sabemos donde derivará, pero intuímos, y en consecuencia estamos trabajando para ello, que la frutihorticultura como actividad formadora, educativa, demográfica y sanitaria tendrá un rol fundamental a jugar.

El proceso de la globalización ha ofrecido opciones, pero asimismo ha generado nuevos desafíos a resolver.

Europa, con su proceso de consolidación política, parece ofrecer una respuesta acorde.

América Latina, en cambio, por sus desequilibrios, por su irresuelta desigualdad y por su subordinación a la hegemonía del pensamiento único, no lo ha conseguido en las últimas dos décadas.

Brasil está demostrando con su proceso político que va a intentar el cambio.

Hagámoslo en todo el continente, cambiar es necesario... cambiar es posible.