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Tratamiento exquisito del paisajismo

Florida, el Estado de las palmeras

Santiago Orts27/08/2002

La jardinería alcanza un altísimo grado de perfección. El visitante tiene la impresión de que todos los parques han sido inaugurados el día anterior.

A nadie le cabe la menor duda de que Estados Unidos de América es un gran país. Para mí, más que un gran país es un pequeño continente formado por un cóctel de culturas y razas con casi todas las áreas climáticas de nuestro planeta: desde el frío polar de Alaska hasta el suptrópico de Florida, pasando por el desierto de Arizona.

Los americanos han demostrado sobradamente que son los líderes en casi cualquier disciplina a la que se dediquen, y el paisajismo no podía ser una excepción. Viajar a los EE.UU. es un sano ejercicio (y ahora más barato que nunca) que deberían hacer cada dos o tres años muchos paisajistas y otras autoridades urbanísticas de este país, así, quizás, otro gallo nos cantaría en la concepción de lo que deberían ser nuestros espacios verdes. Pero no quiero desvariarme en disertaciones políticas y demagógicas, ya que mi propósito no es otro que el de la divulgación de este apasionante mundo de las palmeras, así que volveremos a nuestro destino inicial que era Florida.

Pues bien, Florida, esa pequeña península al sur de la costa este norteamericana, es el lugar por excelencia de vacaciones para los americanos. Y así se ha desarrollado con grandes complejos de ocio formados por los mejores parques temáticos del mundo en la zona centro alrededor de Orlando y por cientos (sí, he dicho cientos) de campos de golf a lo largo de toda una península que tiene de 500 km de longitud y poco más de 100 km de ancho. La jardinería en estos parques de ocio, especialmente los del complejo Disney, alcanzan el grado de sublimes, y su mantenimiento es absolutamente perfecto, tanto es así que el visitante tiene la impresión de que el parque acaba de estrenarse el día anterior, los jardines parecen casi pintados en un decorado por cualquiera de los dibujantes de esa fábrica de sueños.

Este tratamiento exquisito no sólo se centra en los parques de ocio. La jardinería en lugares públicos, como los aeropuertos, plazas, centros comerciales, avenidas o bulevares, es realmente extraordinaria. Y qué decir de algunos campos de golf donde se podrían cobrar los 100 dólares del Green-Fee sólo por pasear en ellos y disfrutar de su paisaje y el tratamiento de la jardinería, y eso que no puedo hablar de los mejores campos donde solo se admite la entrada a los socios, ni siquiera se puede acceder para visitarlos.

Uno podría pensar que esto ocurre en Florida porque tiene un clima envidiable, con una pluviometría que supera ampliamente muchos años los 2.000 mm y con una temperatura media de 21 ºC, que allí las plantas crecen solas y no le faltaría parte de razón. Pero créanme, en Phoenix (Arizona), ocurre exactamente lo opuesto en clima y el tratamiento paisajístico es igual de exquisito. Y lo mejor de todo es que las protagonistas por derecho propio de todo este paisaje son, como no y una vez más, las palmeras.

Resulta muy gratificante para un amante de este loco mundo "palmerero" ver en este pequeño Estado, palmeras por todos sitios. Palmeras bien puestas y bien cuidadas: Roystoneas mezcladas entre las escalinatas de edificios faraónicos como el Miami Arena, Bismarckias plantadas y cuidadas con esmero salpicadas entre los jardines particulares de la lujosa zona residencial de Coral Gables o incluso Datileras (aquí considerada una auténtica joya) rematando las entradas del lujoso Hotel Hyatt o en la entrada del propio aeropuerto de Miami.

Otras especies abundan y se utilizan de forma lujuriosa diría yo. Los grupos de Arecas rematan casi todas las fachadas de entradas de las casas (aquí parece una mala hierba por su abundancia), y las Sabal palmetto (autóctona de los manglares) se plantan por cientos en accesos y bordes de las autopistas y en cualquier vía urbana. Esto sin mencionar otras protagonistas menores que acaparan cualquier jardinera con cualquier excusa: Syagrus, Wodyetias, Serenoa, Revenea, Veitchia, Ptychosperma, Rhapis y Livistona son los géneros más comúnmente usados.

Otras especies, en cambio, brillan por su ausencia. La Phoenix canariensis está sorprendentemente ausente, quizás se debe a que pueda tener algún enemigo natural que impida su desarrollo adulto en estas latitudes, pues otras palmeras de desierto como las Washingtonias se pueden contar con los dedos de una mano. Incluso las datileras son de reciente plantación. Hace sólo cinco o siete años no vi ni una sola en todo Miami.

Florida es, en definitiva, ese Estado donde el sueño americano se hace de nuevo realidad, un lugar donde Dios puso la naturaleza y el hombre la transformó hasta crear una belleza sólo comparable con el jardín del Edén.

Artículo aparecido en QEJ 94 (Abril 2002)